Cómo era el contexto económico argentino y mundial en 1816, el año de la independencia

La economía era pequeña: en su mayor parte de subsistencia, aunque había algunos polos emergentes, además de la ciudad de Buenos Aires. Uno era Salta, centro comercial en la ruta al Alto Perú, que quedó anulado por la guerra.

Gustavo Gutiérrez

No era fácil la situación de las Provincias Unidas en 1816. Todos los dominios de la Corona española, que a partir de 1810 iniciaron procesos independentistas, habían sido reconquistados por los ejércitos de Fernando VII, retornado a España luego de la debacle de Napoleón. Sólo quedaba en pie el Río de la Plata, pero con problemas serios. 

En el Litoral avanzaba la influencia de Artigas, ajeno al esfuerzo por consolidar la independencia, sólo interesado en disputar con los portugueses por la Banda Oriental y la Mesopotamia, y sustituir el puerto de Buenos Aires por el de Montevideo. 

El Paraguay se había aislado y tampoco participaba de las fatigas y costos de la guerra por la independencia, y el Alto Perú estaba en manos de la Corona, privando a la tesorería del gobierno de las Provincias Unidas, de la plata de Potosí. Por otro lado, había levantamientos periódicos en La Rioja, Santiago del Estero y Córdoba, provincia vital para mantener las comunicaciones con Cuyo y Tucumán. 

En el Alto Perú se preparaba una ofensiva por parte del nuevo comandante del ejército, mariscal de la Serna, arribado con refuerzos y tropas de elite de las guerras napoleónicas. 

El plan era invadir por el norte y que el ejército realista de Chile cruzara a Mendoza. Esos dos ejércitos debían batir a San Martín y luego marchar a Buenos Aires. El gobierno nacional debía financiar la formación del ejército de los Andes, el ejército auxiliar del Perú, acuartelado en Tucumán, y el ejército que, en el Litoral, enfrentaba a los artiguistas. Un problema adicional para la independencia era el tratado comercial celebrado entre España y el Reino Unidos de Gran Bretaña e Irlanda, por el cual el gobierno español reconocía a los británicos el libre acceso a los puertos de sus dominios americanos y la cláusula de "nación más favorecida". 

Con esta decisión, a los intereses ingleses les resultaba indiferente la independencia de Hispanoamérica. El Reino Unido había iniciado, a fines del siglo XVIII, la primera revolución industrial con la máquina de vapor y el carbón como combustible. Se iniciaba el proceso de crecimiento y desarrollo más impresionante en la historia humana. Hasta ese momento la riqueza dependía de los recursos naturales, por eso los estados buscaban su expansión por la fuerza para obtener tierras y minas de metales preciosos. Con la revolución industrial el hombre dejó de depender de su propia fuerza para crear y multiplicar las riquezas. 

En el mundo anterior a la revolución industrial, en los países más importantes de la época como el Reino Unido, Francia y Holanda, el 90 por ciento de la población era pobre y la falta de alimentos era una amenaza constante. El vapor desarrolló las máquinas de producción y modernizó el transporte. En 1816 los vapores comenzaban a surcar ríos y algunos cruzaban el Atlántico Norte hacia los Estados Unidos. En pocos años aparecería el ferrocarril, revolucionando el transporte terrestre. 

Una de las consecuencias de la revolución industrial fue la abolición de la esclavitud a fines del siglo XVIII en Gran Bretaña y, poco tiempo después, en sus posesiones. El continente europeo, devastado por las guerras napoleónicas, no había entrado aún en esa revolución, pero sí comenzaba a notarse la irrupción de los Estados Unidos en la navegación y el comercio internacional. En las Provincias Unidas, se estaba al tanto de este proceso. Sobre todo en Buenos Aires, por medio de hombres ilustrados que viajaban a Europa, como Belgrano, y del arribo de un creciente número de viajeros. También por el trasiego de las mercancías, entre las que se mezclaban libros, periódicos, y con ellos las nuevas ideas. 

La economía era pequeña y en su mayor parte de subsistencia, aunque había algunos polos emergentes, además de la ciudad de Buenos Aires. Uno era Salta, centro comercial en la ruta de Buenos Aires el Alto Perú, que quedó anulado por la guerra. El contrabando, a veces tolerado por los dos bandos, no era suficiente para paliar la situación. Mendoza era el otro polo comercial, pues parte del comercio con Europa de la Capitanía de Chile se hacía por la ruta desde Mendoza hacía el puerto de Buenos Aires. A ello se agregaba el comercio de Chile con el Alto Perú, también por Mendoza. 

La caída de "la patria vieja" chilena en la derrota de Rancagua en 1814 suprimió ese comercio. En la década anterior la derrota española en Trafalgar, impidió la llegada de los vinos españoles a Buenos Aires, beneficiando así a la producción mendocina, pero luego, en los barcos ingleses, comenzó a venir el vino carlón de las islas Canarias. En Buenos Aires se desarrollaba una expansión ganadera y a la exportación tradicional de cueros se agregaba el tasajo de los saladeros. 

La mayor parte de las exportaciones provenían de la antigua gobernación del Rio de la Plata o intendencia de Buenos Aires. La principal fuente de ingresos fiscales era la Aduana de Buenos Aires y el gasto más importante era el mantenimiento de tres ejércitos. Como la recaudación fiscal era insuficiente, se recurría a los empréstitos forzosos. Uno de ellos logró doscientos mil pesos de los comerciantes de Buenos Aires para el Ejército de los Andes. En 1816 se toma la decisión de fortalecer el Ejército y cruzar los Andes para liberar Chile, como parte del plan continental de San Martín de abatir el poder español con la toma de Lima y el control del Perú. 

Por eso hubo que destinar más recursos a este ejército en detrimento del Auxiliar del Perú, sito en Tucumán que, al igual que las milicias gauchas de Güemes, tuvieron que utilizar más recursos locales para sostenerse. También Cuyo tuvo que complementar los recursos provenientes de Buenos Aires con su esfuerzo. A las contribuciones fiscales, muchas forzosas, se agregaron la liberación de esclavos para incorporar a la infantería y la transformación de Mendoza en un gran taller para vestir, alimentar y equipar al ejército. 

Muchas casas de convirtieron en talleres textiles y se organizó un arsenal de guerra donde se forjaron armas blancas y de fuego, utilizando toda la chatarra disponible, además de adquirir caballos y mulares para la caballería y el transporte de bagajes por la cordillera y el ganado para alimento de las tropas. Algunos mendocinos lograron varios años después recibir, como compensación por sus aportes, tierras en la frontera con los indios. 

La contribución de Mendoza fue reconocida por O Higgins. Cuando el gobierno de la provincia de Buenos Aires reclamó una deuda de dos millones de pesos fuertes por aportes a la independencia chilena, el director supremo del país transandino, en su respuesta, marcó los fuertes apoyos de Mendoza a la financiación de la campaña libertadora. 

En ese panorama lleno de dificultades interiores, externas y económicas se declaró la independencia chilena, que con ahínco reclamaba el general San Martín, conocedor del mundo y el sistema internacional, quien instigaba a Godoy Cruz con palabras que nos demandan: "Para los hombres de coraje se han hecho las empresas".

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