Crónicas de un colapso anunciado

"Todos lo dicen, desde médicos y enfermeros que están en la primera línea, hasta los epidemiólogos reconocidos, la vecina, el vecino, al que no diagnosticaron, al que le dijeron que un ser querido había partido y no era así, el que tuvo que asistir a algún centro médico o, peor aún, quien tuvo que despedir a un ser querido, el Sistema Sanitario de Mendoza está colapsado, ambulancias que no alcanzan, médicos que no descasan, enfermeros sobrecargados, trabajadoras sociales que no dan abasto, teléfonos desbordados de llamados".

Daniel Urquiza

Ariel, 45 años, trabajador informal de la construcción, vecino de uno de los tantos barrios populares de nuestra Provincia, sin enfermedades diagnosticadas previamente, uno de esos "casos aislados por contacto estrecho con covid-19", esos casos que no se hisopan.

Ariel, que asumió con mucha responsabilidad cumplir, junto a su grupo familiar de doce personas, con el aislamiento que disponen las autoridades sanitarias, ese aislamiento que se hace difícil cuando "hay que parar la olla", cuando los metros cuadrados de una casa del IPV son pocos para tantos, pero que el amor de la familia agiganta, ese aislamiento que se vive con la expectativa de cumplir "con lo que dicen las autoridades", a la espera de que les digan "qué paso hay que seguir". Ariel y su familia cumplieron e hicieron su parte, pero quedaron a la espera que el "sistema" hiciera la suya.

Lo cierto es que en los cientos de barrios populares de Mendoza la cosa se vive de manera muy difícil, la incertidumbre reina y todos los condicionantes que se puedan imaginar se encuentran a la orden del día, difícil cumplir con muchas de las recomendaciones que escuchamos a diario. Y es real que allí se sabe de sufrimiento, de postergaciones, de aislamiento por cierto, de falta de acceso a cuestiones esenciales, colocándolos en esa perversa estadística de ser más del 40%, de mendocinas y mendocinos que están fuera del sistema, en la pobreza como indicó la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE) con datos de finales del 2019 y que hoy seguramente son más.

También es cierto que el covid-19 no discrimina, que ataca a todas y todos, sin importar barrio, departamento y clase social, pero también es cierto que las herramientas para afrontarlo son, evidentemente, distintas, entonces es ahí donde la presencia del Estado debiera intervenir y equilibrar, algo que hoy ya, en nuestra Mendoza, no puede hacer.

"El colapso ya llegó", así se titula el minucioso informe que publica, el pasado 7 de setiembre, la Fundación Salud Inclusiva, allí se describe cómo el Sistema Sanitario de la provincia no da más, algo que también denunciamos aquí hace quince días, con la expectativa de que se tomaran drásticas decisiones. El informe nos muestra cuál es el pronóstico de la situación de Mendoza, según el mismo se estima que "si se continúa con los mismos niveles de apertura comercial y actividades no esenciales; a mediados de la semana 38 (entre el 16 y 19 de setiembre) Mendoza alcanzará los 20.300 casos", indicando además que esta situación sumará entre "12 - 14 mil personas infectadas activas" destacando que ello representa la necesidad de "contar con una disponibilidad de entre 500-600 camas de Unidad de Terapia Intensiva (UTI), sólo para personas con covid-19", lo que significa "casi el doble de las totales con las que cuenta todo el Sistema Provincial".

El informe, además, pone foco en la situación del personal de salud, principalmente en las tres profesiones claves para la atención de las UTIs, medicina, enfermería y kinesiología, pudiéndose observar un panorama más sombrío todavía, a pesar del gran esfuerzo que día a día hace todo el personal que se encuentra abocado a la atención de la salud, sean médicos, enfermeros, camilleros, choferes de ambulancias, administrativos y personal de limpieza entre otros. Finalmente sugiere que retroceder a Fase 1 por treinta días sería necesario para descomprimir todo el sistema.

Los informes del Ministerio de Salud nos dan cuenta que en los primeros 12 días de setiembre (6.957 casos), se superó la cantidad de casos de todo agosto (6.076 casos), que comparados con los poco más de 1.000 casos de julio trazan una línea ascendente difícil de controlar, cuando las medidas de restricción de la circulación de personas actuales son más cercanas a las tomadas en el mes de Junio, cuando apenas teníamos 126 casos y como todos sabemos, a mayor circulación mayor contagio.

Todos lo dicen, desde médicos y enfermeros que están en la primera línea, hasta los epidemiólogos reconocidos, la vecina, el vecino, al que no diagnosticaron, al que le dijeron que un ser querido había partido y no era así, el que tuvo que asistir a algún centro médico o, peor aún, quien tuvo que despedir a un ser querido, el Sistema Sanitario de Mendoza está colapsado, ambulancias que no alcanzan, médicos que no descasan, enfermeros sobrecargados, trabajadoras sociales que no dan abasto, teléfonos desbordados de llamados.

Quizás todo lo dicho explique los motivos por los que Ariel, de 45 años, ese trabajador informal de la construcción, sin ninguna enfermedad previa diagnosticada, falleciera. Porque falleció, de un "paro cardiorespiratorio por enfermedad SARS-COV-2" camino al hospital. Ariel, que ha cinco días de su deceso todavía no aparece en las estadísticas, estuvo a la espera de que "el sistema" le tendiera la mano, solo tuvo las de sus vecinos solidarios, nunca llegó a usar una cama, ni un respirador, por eso también decimos que hay lugares donde todo es más difícil, donde "el virus" golpea con más fuerza, donde el "sistema" debiera tener más cercanía y evidentemente no puede.

Insistimos en que todas y todos debemos cuidarnos, hacer nuestra parte y exigirles a las autoridades que de una buena vez por todas tomen decisiones pensando en la vida de las y los ciudadanos, no habrá economía exitosa con una provincia desbordada sanitariamente.

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