El domingo vamos a llorar

El periodista Emiliano Suárez Perín analiza el impacto de la Selección en Qatar 2022 sobre los argentinos, pero sobre todo el legado de Messi. Y sostiene, en uno de los párrafos: "Messi dijo bobo no por haberse maradonizado, Messi está harto de llevar a cuestas un rol mesiánico -casi mitológico- y, al igual que nosotros, está harto de las palabras".

Emiliano Suárez Perín

No importa el resultado, este domingo vamos a llorar. Sabemos con certeza que vamos a llorar. Lo imposible de anticipar es si será de emoción, un rugido de gloria colectivo, o un sollozo silencioso entre los más íntimos. Pero no vamos a lagrimear solo por un juego de 11 contra 11, ni una copa, tampoco por los colores y nuestra bandera. Ni siquiera por los pibes de Malvinas y el Diego que lo miran desde el cielo. Es la angustia y emoción contenidas la que nos va a unir una vez más, sea cual sea el marcador final.

En estos días se habló de todo: que los argentinos somos racistas porque no tenemos jugadores de tez negra, que la reacción contra los Países Bajos fue antideportiva, que Messi se "maradonizó", que el gesto del "Topo Gigio" fue una respuesta ante los "poderes fácticos", palabras y más palabras. En la cancha las palabras son ruido, no se distinguen los cantos y rumores, el tiempo se congela y lo que se revelan son los hechos. Y quizás eso es lo que nos atrapa del fútbol.

Los argentinos estamos sedientos de hechos, nos cansaron las promesas. Nuestra sociedad -la más social del mundo-, de familieros y amigueros apasionados que vieron a sus seres queridos emigrar y sus planes y proyectos paralizarse, está harta de vivir en un tango melancólico de lo que pudimos haber sido y no fuimos. Y probablemente esta sea una de las razones por las que la selección de Messi y Scaloni nos genera mayor respeto y admiración que las anteriores. Se acabaron los rituales, las cábalas, los jingles mundialistas, el rock chabón en el estadio, los guapos y el potrero. D10s ha muerto y vemos como los hechos se materializan ante nuestros ojos.  

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Messi dijo bobo no por haberse maradonizado, Messi está harto de llevar a cuestas un rol mesiánico -casi mitológico- y, al igual que nosotros, está harto de las palabras. Él es un deportista excepcional, que fue mutando su forma de jugar, se reinventó una y mil veces sin necesidad de discursos ni bajadas de línea. Pero es humano, tiene sangre y quiere ganar. ¿Quién no quiere ganar en la vida? No se puede racionalizar todo.

Afortunadamente en el futuro no vamos a recordar gran parte de los comentarios previos y anécdotas que rodearon este momento. Pero este domingo vamos a ser testigos de algo mucho más especial: nos vamos a ver en espejo.

Una décima de segundos antes del final, vamos a reflexionar sobre el paso del tiempo. En Messi, veremos reflejado el fin de una época, el paso de la juventud a la experiencia, de la gambeta irreverente al liderazgo, de la infancia en Rosario a su sublimación en Barcelona, para en un abrir y cerrar de ojos, asociar nuestra propia maduración del tiempo. Al ver a Messi este domingo, ¿quizás nos preguntemos a nosotros mismos dónde y cómo estábamos en el 2006 cuando debutó? ¿Y qué hacíamos en el 2014? Parece ayer.   

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Es inevitable, el domingo nos vamos a emocionar y ojalá sea rodeados de las personas con quienes queremos estar. Porque el Mundial -como la vida- se termina. Podemos ganar, podemos perder, veremos gigantes subir y luego caer. Vendrán otros. Y lo mejor que podemos esperar es que nos recuerden con una sonrisa. Pase lo que pase disfrutemos el momento. 

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