El cinismo local al máximo y el asesinato de George Floyd

El abogado Carlos Varela Álvarez contrasta el interés por el caso de George Floyd y las múltiples muertes a manos de policías en provincias argentinas.

Carlos Varela Álvarez

Las imágenes para quien las resista son terribles de ver. Un hombre negro en el suelo aplastado por la rodilla de un policía blanco en Minneápolis, Estados Unidos. Me niego a pensar que haya ser humano que no pueda repudiar esa muerte y pedir justicia para que se condene a esos policías, pues los que estaban ahí y no hicieron nada para impedir lo que hacía su ahorcador también deben ser acusados.

Las noticias vuelan sobre los reclamos contra una policía racista y violenta como ya nos tiene acostumbrados hace tiempo ese país, con cualquier administración.

George Floyd bien vale una marcha, una lucha, un juicio, una memoria, en eso ni un paso atrás, porque sabemos que cuando se sueltan las manos de las fuerzas policiales el futuro se parece siempre al pasado.

Ahora bien en tiempos de esta pandemia hemos visto con asombro el recrudecimiento de la violencia policial en Argentina en la ribera de una democracia mínima en esta cuarentena con nuevos medios digitales de control social.

En San Luis, una chica, Florencia Magali Morales fue detenida en la localidad de Santa Rosa, por violar el aislamiento y fue hallada muerta en su celda. Un menor de 16 años Franco Maragnello apareció ahorcado en una comisaría de Villa Mercedes .

En Santiago del Estero, Mauro Ezequiel Coronel, de 22 años, cuyo video dio vuelta por varios lados, fue detenido y apareció muerto en una comisaría, la Décima, con un historial de cuatro muertes anteriores. Su familia dice que fue torturado y en el video que se viralizó aparece atado como un perro en el patio de la comisaría.

En Tucumán, un puestero, Luis Espinoza, es perseguido, desaparecido y asesinado por fuerzas policiales.

Las tres provincias tienen prontuarios de gobiernos fuertes y en el caso de Santiago del Estero y San Luis, claramente feudales, son provincias con dueños y no de simples administradores de paso, sin instituciones independientes y donde el peor crimen es enfrentar al poder. No cambió nada en Santiago del Estero después de Juárez y Nina por los Zamora, parejas parecidas a los dictadores Ceaceuscu rumanos o más cercanos a los Daniel Ortega y Rosario Murillo, "el matrimonio presidencial" en la violenta Nicaragua del poeta Cardenal. De Tucumán no es menor su historia de gobernadores (Bussi incluído) que poco y nada han hecho por una sociedad más democrática y de poderes independientes.

Por esas muertes de violencia institucional no hay marchas, ni declaraciones elocuentes ni quemas de banderas ni pedidos de justicia o fin de la impunidad, hasta olvidados por los canales de televisión ocupados con el ranking de muertos de covid-19. Además por cierto no son muertes en el Amba, centro del mundo y residencia principal de Dios.

Sólo cuenta la lucha solitaria e invisible de sus familias ante los tribunales de justicia de los feudos donde se funden los dueños y las togas.

Argentina tiene una historia trágica en esta materia y todas estas muertes locales deben investigarse sin temor a la verdad.

No debemos olvidar los nombres de esas personas, que murieron durante la pandemia a manos de otro virus que no hemos podido combatir; la violencia policial y la impunidad judicial.

Ayer una parte importante de la sociedad se preguntaba por Santiago Maldonado, pero mucho más unánime fue por el asesinato del profesor de Neuquén, Carlos Fuentealba.

Sería bueno que no hubiera afónicos para unos y gritones para otros, en eso la lucha de los norteamericanos deja una lección.

No son buenos los silencios ni la falta de memoria ni por el ayer ni mucho menos por el hoy.

De lo contrario ganan los cínicos, los que sólo miran hacia el norte y se olvidan del sur.

¿Cómo y porqué murieron Luis en Tucumán, Mauro en Santiago del Estero y Florencia y Franco en San Luis? Son las preguntas que deben martillar las conciencias hasta que haya respuesta, tan importantes como la justicia para George Floyd.

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