Sobre estafados, sancionados y que robar siempre fue una vergüenza

Los primeros días de diciembre sucedieron hechos que nos tocaron de cerca como mendocinos: la maldad de algunos, la falta de educación de otros y la idiotez de unos amigos hicieron que no fuera una semana fácil de olvidar. Escribe Laura Rombolí.

Laura Romboli

Como una muestra de fin de año, en cinco días recorrimos las peores miserias humanas en episodios que nos tocaron especialmente por el simple hecho de que todo sucedió acá, bajo el mismo sol y con la montaña de testigo.

Un estafador suelto entre San juan y Mendoza

Arrancamos con las historias de familias estafadas por un organizador de eventos que, con una página de Facebook más o menos efectiva -una vez más apareció el temido "lo contacto por Facebook"-, destrozó la ilusión de muchos que buscaban celebrar algo especial.

Leer en los diarios que unas gemelas vieron truncado su festejo de quince porque el salón estaba vacío; que una novia, con el vestido puesto y lista para su noche soñada, recibió el mensaje de este sujeto avisando que la fiesta no se haría; o que padres desesperados, en medio del caos y la huida del personal que ya intuía que no cobraría, le rogaban al DJ que se quedara para que al menos hubiera música... fue dramático.

Las imágenes mentales que íbamos construyendo a medida que aparecían más testimonios no reflejan, ni de cerca, la decepción, la angustia y el dolor que provoca un engaño semejante. Más allá de lo económico -que, por supuesto, no es menor-, el daño emocional no será fácil de olvidar.

Santa María, ruega por nosotros

Mientras esperábamos que apareciera el estafador, en "cuestión de horas", al director de un colegio privado le explotó, simbólicamente, una bomba en la cara. Y ahí vimos, como cuando quieren pueden y en un polémico trabajo educativo coordinado entre escuela y familia lograron formar a un grupo de criaturitas salvajes con una fuerte resistencia a la respuesta negativa.

Lo que pasó fue que el día anterior, casi al mediodía, la dirección les comunicó a los jóvenes que lo que habían planeado para el último día no iba a poder hacerse porque ese que estaban viviendo, con total normalidad, sería el último día de su vida escolar en ese lugar que los vio crecer.

Y sí, viejo, no voy a justificar los desmanes, pero juntaron los cables correctos y la bomba explotó. Y una manada de hormonas adolescentes hizo lío -aunque no como aquel santo padre que en paz descanse arengaba-. Lo cierto es que fue una de las máximas expresiones de falta de autoridad y de respeto hacia una institución que intentó corregir con una sanción absoluta, masiva, drástica y shockeante, al punto de que fue eso lo que hizo público el conflicto.

Ojalá puedan resolverlo entre todos y de manera justa, pero algo que empieza mal...

Marche preso en Maiameeee

Promediando la semana, cuando creíamos que nada más podía pasar, cinco amigos vestidos con mamelucos naranjas y esposados le explicaban a una jueza en Miami porque tenían una valija llena de cosas que no habían pagado.

Debo admitir que, cuando las noticias hablaban de "cinco argentinos", jamás pensé que eran hijos de esta tierra. Y ahí, directamente de rodillas contra el cemento, abrí los brazos y miré al cielo buscando una respuesta. Pregunté al aire: "Mendoza, ¿qué nos está pasando?". Ya no era culpa de Mercurio retrógrado ni del zonda que nos pone raros. Esto ya era otra cosa: fuerzas del más allá, espíritus enojados de la cordillera que nos estaban cobrando alguna deuda vieja.

Que un grupo de empresarios mendocinos robando en tiendas de Miami diera que hablar era esperable; lo que sí me sorprendió fue la velocidad y el enfoque de los medios. Títulos como "Estos son los mendocinos" o "A qué se dedican..." nos hacían entrar, sin pensar, a leer todo lo que teníamos a nuestro alcance. Hasta cómo estaban inscriptos en Arca -dato completamente innecesario- y la foto del peluquero con Ingrid Grudke. ¿Ingrid Grudke? eran el material que devoramos sin importarnos mucho más.

En fin, la información era tan jugosa que aparecieron los abogados para apaciguar lo que ya estaba hecho. Las imágenes habían recorrido el país y eran tan contundentes que no admitían excusas... hasta que llegó el testimonio de familiares y amigos que, en un intento por justificar o simplemente entender, nos ofrecieron el mejor veredicto posible: "Son una banda de boludos, hicieron cosas de viejos chotos". Un secreto a voces dentro de un entorno, que por supuesto no se sorprendió al enterarse de lo sucedido.

Y nosotros, colorados de la vergüenza que ya no era ajena.

Así, despacito, nos fuimos acomodando para cerrar la primera semana de este diciembre de 2025 en la provincia. Bajo un cielo gris, cansado de amenazar sin concretar, nos sumergimos en un fin de semana largo por un feriado inusitado con pretensiones religiosas.

Por último, les dejo una duda: ¿nos tomamos el día para armar el arbolito o para rezar un par de avemarías? Ni lo intenten con el ChatGPT, que seguramente no se animaría a responder semejante inquietud. 

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