Expectativa versus realidad: la Argentina que nos quieren vender y la que somos

Esta semana hubo muy malas noticias en materia económica y a medida que avanza la vacunación las miradas mayoritarias vuelven a volcarse hacia los problemas estructurales que la Argentina escondió bajo la alfombra en el último año y medio.

La vacunación en la Argentina avanza a un ritmo que parece indicar que de acá a fin de año se podría retomar un importante nivel de normalidad, si es que la variante Delta no dice lo contrario. En el medio, el gobierno intenta mostrarse victorioso por el desarrollo de la campaña, a pesar de las múltiples fallas de gestión, y la oposición busca cómo pegar y exponer a un Ejecutivo desprolijo. 

En ambos casos, el interés son las elecciones de medio término. No vaya a pensar ni por un minuto que están preocupados por la población y las vicisitudes que enfrenta a diario.

Pero una cuestión que viene de la mano del avance de la vacunación es el cambio en el foco de las preocupaciones de los ciudadanos. Aunque la economía nunca dejó de ser una preocupación principal, la normalidad que podría alcanzarse en los próximos meses hará que volvamos a concentrarnos en los problemas estructurales que tiene el país y que durante el último año y medio estuvieron un tanto escondidos bajo la alfombra.

Para ayudar a ese proceso (el cual nos va a regresar al país que teníamos antes del 20 de marzo del 2020, pero con problemas más agudos), esta semana vino MSCI (la antigua Morgan Stanley) para bajarnos a la realidad y dejar de lado los discursos exitistas del gobierno.

Como si fuera el juego de imágenes que usamos en redes sociales, pasamos de la imagen de país que nos vendían desde el nivel central y caímos a la realidad que nos pone en una cuarta categoría a nivel mundial.

Mientras desde Casa Rosada nos destacan el diferimiento de pagos con el Club de París y nos muestran "el apoyo de los líderes del mundo" a la gesta argentina, vino MSCI con su varita y nos mandó de golpe desde la B a la D. Con un simple movimiento nos mostró que, por más discursos que haga Alberto Fernández sobre la necesidad de cambiar el capitalismo, por ahora el mundo sigue funcionando de la misma manera y en ese contexto estamos en el fondo de la tabla.

Quizás en el kirchnerismo no le den mayor importancia a la situación, pero en el contexto de negociaciones de deuda abiertas que tiene la Argentina, la única alternativa real para ordenar las cuentas y pensar en cumplir con los compromisos pactados, es conseguir que vengan dólares al país. Con lo sucedido en la semana no sólo no vamos a conseguir dólares, sino que -es altamente probable- que a nivel interno se vuelva a revolucionar el mercado cambiario con un dólar blue que se reactivo incluso antes de este golpe.

La expectativa que nos quieren generar (empezando por la sarasa del ministro Martín Guzmán), es que tenemos otro país, con otra proyección. Sin embargo, lo real es que la situación argentina no es muy diferente a la que teníamos con otros gobiernos. El mejor ejemplo es la inflación, cuya caída durante el 2020 fue por efecto directo de la pandemia y ahora que estamos volviendo a la normalidad nos volvemos a encontrar con cifras cercanas al 50%.

Nos hablan de crecimiento y proyección, de pago de deuda y del mundo escuchando a la Argentina. La realidad es que todos los países de la región crecieron más que la Argentina aún con pandemia, aún somos los peores pagadores y los mercados internacionales no tienen intenciones de cambiar su rumbo por pedidos desde el fin del mundo.

La expectativa es lo que desde Casa Rosada nos venden, pero la realidad es la que nos refregó en la cara MSCI, porque nos guste o no el mundo global actual no tiene a la Argentina en el radar como el referente que nos mencionan en los discursos.

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