Fútbol infantil y castigo: el precio de admirar al rival

Niños sancionados por sacarse una foto con un jugador rival reabren el debate sobre los valores en el fútbol infantil. ¿Formamos deportistas o barrabravas?

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo

En Argentina, una reciente sanción en el fútbol infantil encendió la polémica. Seis niños de la categoría 2015 de Newell's Old Boys fueron suspendidos una semana por tomarse una foto con un jugador de Rosario Central. El gesto, espontáneo y admirativo, fue compartido por sus padres en redes sociales. Desde la dirigencia del club rosarino, sin embargo, se interpretó como una falta de lealtad institucional.

Este hecho, lejos de ser aislado, representa una forma de violencia simbólica institucionalizada. No se castiga una infracción ni una conducta antideportiva: se castiga un sentimiento. Se sanciona la admiración infantil por alguien que representa lo que esos niños sueñan ser: un jugador profesional.

¿Formamos deportistas o barrabravas?

Desde la criminología del fútbol, esta sanción revela un preocupante proceso de adoctrinamiento simbólico, donde la lógica de hincha se impone sobre la lógica formativa.

El mensaje es claro: admirar al rival está prohibido. La identidad de grupo, entendida de forma rígida y excluyente, se convierte en un dogma que no admite emociones ajenas ni pensamiento crítico.

Lo dijo Diego Maradona tras el Mundial del 94: "Me cortaron las piernas". Hoy, con decisiones como esta, estamos cortándoles las piernas simbólicamente a niños de apenas nueve años. Se los castiga por emocionarse, por admirar, por ser simplemente niños.

En lugar de formar deportistas que piensen por sí mismos, los empujamos a convertirse en hinchas fanáticos que no cuestionan nada. En vez de enseñar valores como el respeto o la empatía, se promueve el rechazo automático hacia quien viste otra camiseta.

¿El fútbol como escuela o como trinchera?

¿Queremos un fútbol infantil que eduque en la diversidad, la empatía y la admiración? ¿O uno que reproduzca lógicas de exclusión, fanatismo y obediencia ciega?

Estos niños no insultaron, no provocaron, no desafiaron a nadie. Solo admiraron a un ídolo, y eso fue suficiente para ser castigados.

El castigo, carente de toda lógica pedagógica, moldea un sistema de valores profundamente distorsionado. Alimenta el prejuicio, la intolerancia y la idea de que el rival es enemigo. Así, se siembran barrabravas desde las bases.

Volver a las raíces: admirar, aprender, respetar

El fútbol puede y debe ser una escuela de ciudadanía. Como cuando Maradona, en el Mundial del 90, se puso la camiseta de Brasil en un gesto inolvidable. Si el más grande pudo honrar al rival en el momento más tenso, ¿por qué no podrían hacerlo los más chicos?

La sanción a los chicos de Newell's no es solo una anécdota. Es un síntoma. Si no revertimos estas prácticas, estaremos construyendo un fútbol donde sentir está prohibido, y donde la emoción genuina de los niños será siempre sospechosa.

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