La Justicia injusta
Dice el dicho que la justicia lenta no es justicia, y si además es parcial, cuesta creer que sea justicia.
El pasado martes se conoció el pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia confirmando la condena contra Cristina Fernández, y rápidamente se formaron los bandos según la grieta: quienes celebraban, sin atender ningún comentario que no validara su opinión, y quienes rechazaban el accionar cortesano, sin reconocer ningún cuestionamiento. La grieta, tal como la llamó Jorge Lanata, trasladada al ámbito judicial. Obviamente, la mayoría opinaba sin siquiera haber leído los argumentos de los jueces.
No nos inmiscuiremos en ese plano técnico porque nosotros tampoco leímos la causa, pero es poco creíble justificar un crecimiento patrimonial sostenido diciendo que se es ‘una abogada exitosa'. También resulta curioso que quienes defienden a la expresidenta cuestionen a los funcionarios judiciales, pero no niegan que los hechos hayan ocurrido.
Tal vez el mayor exponente de este cinismo sea José Mayans, senador formoseño, quien critica a la Corte olvidando que él mismo votó a favor de los jueces Rosatti y Rosenkrantz.
¿Responsabilidad penal o política?
En consecuencia, cabe pensar que cuando el río suena, agua trae, y si ni sus propios defensores niegan los hechos, es razonable creer que algún grado de responsabilidad le cabe a Fernández. Las coincidencias entre su gobierno y el crecimiento económico de Lázaro Báez no son menores.
Pero, ¿cuál es el grado de responsabilidad? Aquí entran en juego dos variables:
- la responsabilidad penal frente a la responsabilidad política,
- y el posicionamiento ideológico.
Respecto a la primera: ¿es penalmente responsable un presidente de la República de todo lo que sucede durante su gestión? Es difícil de sostener. El gobierno nacional argentino es tan grande que resulta inconcebible imaginar que quien lo encabeza pueda conocer en detalle cada maniobra. Existe una cadena de mandos, y es probable que algunas acciones ocurran sin conocimiento directo del jefe del Estado, aunque eso no lo exime de toda responsabilidad.
Y sin embargo, la pregunta incomoda: ‘¿Tiene que saber un presidente lo que hace cada secretaría?' Tal vez no en detalle. Pero si el tipo que te alquila el hotel gana 51 contratos por 46.000 millones de pesos, alguno se te tuvo que haber colado en el escritorio, ¿no? Pero claro, la defensa dice otra cosa: ‘Cristina Fernández no firmó licitaciones, solo miraba desde lejos.'
¿Justicia o persecución?
La segunda cuestión es ideológica: ¿Alguien puede creer que la actuación de la Justicia no tiene relación con que la acusada sea Cristina Fernández? En Argentina, las causas que tocan al poder suelen dormir el sueño de los justos. O suelen cerrarse de manera exprés como fue el propio caso de cristina Fernández tras la denuncia por enriquecimiento ilícito en su contra y el dictamen del por entonces juez Norberto Oyarbide.
Basta ver los casos de Carlos Menem: eternos, inconclusos, o extinguidos por el paso del tiempo. Y no es el único. Las denuncias contra Mauricio Macri y Javier Milei se acumulan sin avances. ¿Por qué? Porque son Mauricio Macri y Javier Milei. Tampoco avanzaron contra Cristina Fernández mientras estuvo en el poder.
Hay un patrón, un clásico nacional:
Mientras estás en el poder, la Justicia te trata como si fueras de cristal. Cuando salís, te vuelven de mármol.
Y si el tiempo pasa, se estiran los plazos hasta que todo prescribe o te absuelven por aburrimiento.
Menem murió sin condena firme.
Macri pasea entre causas dormidas como si estuviera en una feria.
¿Y Milei? Por ahora, ni citaciones. Aunque su accionar en el caso Libra es más que sospechoso.
Una Justicia para los débiles
En Argentina la Justicia va contra los ladrones de gallinas, no contra los poderosos. Y cuando lo hace, es porque dejaron de serlo o por presión social de ciertos sectores poderosos, c'est-à-dire, los medios concentrados de comunicación. No dejan de ser poderosos por el accionar judicial; la Justicia actúa porque ya no lo son.
Un país partido... otra vez. Y ahí aparece la vieja dicotomía: peronismo vs. antiperonismo.
El fallo divide aguas:
- Quienes lo critican, ven un ataque al peronismo y a su líder.
-Quienes lo celebran, creen que es el fin político de Cristina Fernández.
Pero, no hay nada que celebrar. No porque se trate de Cristina Fernández. Sino porque cuando un fallo no es imparcial, no es justicia: es venganza. Y con venganza no se construye un país en serio.
Venganza, marketing y silencio cómplice
Muchos creen que el martes pasado ganó Argentina porque Cristina Fernández irá presa. Yo creo que perdió Argentina.
No porque encarcelen a Cristina Fernández (quien, en mi opinión, no es una exitosa abogada y sí lucró desde el Estado), sino porque la Justicia sesgada no corrige, corrompe un poco más.
A veces, cuando un fallo llega demasiado tarde, no da justicia. Da revancha. O marketing.
Mientras tanto, nadie mira lo que está pasando ahora: La AFI, los subsidios, los contratos de este gobierno, los negocios de los amigos libertarios. Todo sigue su curso. Intocable.
¿Un acto de justicia o una foto para el archivo?
Uno de los hitos más importantes de la democracia argentina fue el Juicio a las Juntas. Fue justicia, no venganza. Fue ejemplar. El martes pasado no fue así. Porque lo que muchos esperan, casi como un elixir, es la foto de Cristina presa. Pero un país no se construye con fotos, o al menos no solo con algunas.