No leen, no escriben: Nuestro fracaso más evidente en Educación
Isabel Bohorquez da cuenta aquí de datos reales sobre el desempeño de Lectura en Argentina y pone al tema en su lugar.
Es de público conocimiento que las últimas pruebas Aprender 2024 arrojaron resultados sumamente negativos con relación a los niveles de desempeño respecto a la lectura y la escritura alcanzados en los alumnos de 3° grado de nivel primario.
Resultados que reflejan un proceso de deterioro de muchos años pero que recién hoy es una demanda contundente de la sociedad, de los padres organizados, de sectores que no provienen ni de los gobiernos responsables ni de la academia (con esta expresión me refiero a la mayoría de los institutos de formación docente y de las universidades).
El silenciado fracaso que se hizo presente por tanto tiempo hoy tiene perfiles nítidos:
"La edición 2024 de Aprender Primaria fue realizada en 4.178 escuelas de gestión estatal y privada, seleccionadas aleatoriamente en todo el país, y evaluó a 91.042 estudiantes de 3.er grado, alcanzando una tasa de participación del 97,4% de las escuelas y del 86,9% de los alumnos, la más alta en la historia de esta evaluación.
Resultados clave:
- El 45% de los estudiantes alcanzó la habilidad lectora esperable al finalizar el primer ciclo de primaria. Dentro de este grupo:
- El 26,4% comprendió textos complejos de forma literal, inferencial y reflexiva.
- El 18,7% pudo, además, realizar inferencias complejas.
- El 24,5% se encuentra en proceso de lograr las habilidades lectoras necesarias para enfrentar el segundo ciclo. Este grupo comprende textos complejos de forma literal y se inicia en la lectura inferencial y reflexiva.
- El 30,5% se halla significativamente rezagado. Dentro de este grupo:
- El 3,3% se inicia en la lectura de oraciones.
- El 8,3% se inicia en la lectura de textos simples.
- El 18,8% comprende textos simples de forma mayormente literal.
Brechas estructurales:
El informe mostró inequidades persistentes por tipo de gestión y nivel socioeconómico:
- Sólo el 40% de los estudiantes de escuelas estatales alcanza el nivel lector esperado, frente al 62% en las privadas.
- Uno de cada tres estudiantes de gestión estatal se encuentra rezagado; en el sector privado, esa proporción es la mitad.
- Entre los sectores de menores recursos, el 44% de los estudiantes está rezagado, tres veces más que en los sectores más favorecidos (12,6%)."
Los gráficos siguientes respecto a los niveles de lectura a nivel nacional en 3° grado de nivel primario, son ofrecidos en la página oficial del Ministerio de Capital Humano:
Niveles de desempeño en Lectura
Detengámonos aquí, asumiendo que hay suficiente información circulando al respecto, lo que es un indicio muy positivo ya que el aprendizaje (o no) de la lectura y la escritura se volvió un tema de discusión pública.
¿Por qué no aprenden a leer y a escribir? Esa es la cuestión fundamental.
No aprenden porque no les enseñamos. O les estamos enseñando mal.
No aprenden porque perdimos el rumbo hace más de treinta años y nos embarcamos en una discusión más ideológica que metodológica.
No aprenden porque abandonamos los viejos métodos debido al falso dilema conductismo-constructivismo.
No aprenden porque asumimos de modo distorsionado y sesgado que los niños aprenden solos, en base a su desarrollo evolutivo, que no hay que interferir en sus intereses y en su capacidad de descubrimiento y así los dejamos en la mayor de las soledades: la de la ignorancia.
Coincido con el constructivismo cognitivo, o digamos la psicología genética o de la inteligencia, y en cuanto a lo que se refiere a la lectoescritura, más conocida como corriente psicogenética, que los niños atraviesan etapas similares en el descubrimiento de la lectura y la escritura.
Quien convive o ha convivido con un niño pequeño que se inicia en la escolaridad seguramente tiene anécdotas sobre los hallazgos que sus niños van haciendo en la vida cotidiana, cómo empiezan a reconocer las letras de su propio nombre en otras palabras, cómo van dando saltos evolutivos y a veces de buenas a primeras leen palabras nuevas o se animan a escribirlas ante los ojos sorprendidos del adulto. Esto pasa y es parte de la evolución que la psicología genética pudo observar y conceptualizar.
Pero, eso no significa que sea suficiente para que ese mismo niño pueda aprender a leer y a escribir con destreza. Aprender requiere que haya un proceso mediado por la enseñanza metódica.
Las letras, cada letra con su sonido (fonema) y su forma (grafema) al ser enseñadas de una manera sistemática, además de que, le dará tiempo y mayores oportunidades a todos los niños dentro de un aula para que puedan aprenderlas, también asegurará un proceso guiado que se consolide en las destrezas esperadas (lo contrario es hacerlo como puedo y con todos los errores que se subsanarán en algún momento indefinido).
Una a una, por su sonido, por sus formas (eso incluye la cursiva, indispensable y tan abandonada hace años en Argentina, que tiene la ventaja de componer una unidad sonora/gráfica de la palabra con las letras "pegaditas"); luego esas letras pueden ser asociadas a palabras cercanas como su propio nombre, el de su mamá o papá, el de su mascota, sus juguetes, el universo vocabular que rodee al niño y que le pueda interesar escribir o leer. Armando una a una cada palabra a partir de esas letras que va reconociendo, practicando en sus formas y sonidos y con las que se irá familiarizando.
Deletreando, silabeando, leyendo de corrido, logrando la anticipación lectora (el golpe de vista que me permite saber que dice sin leer cada letra), leyendo en voz alta, acompañando con juegos, dibujos, prácticas de escritura, fomentando el uso de la memoria que es una indispensable función cognitiva; apostando a complejizar un poco más cada vez y volviendo a recurrir a las estrategias del principio en una espiral desafiante para el niño, pero ordenada y predecible en su procedimiento.
¿Cuál es el mejor método? Podemos discutir al respecto, pero cada escuela, cada experiencia docente debe recoger aquello que le haya dado resultados positivos en base a esta premisa de tener claro qué es lo que se debe enseñar.
La importancia fundamental -esto me parece singularmente destacable- de aprender las letras del alfabeto en sus formas posibles (mayúscula, minúscula, imprenta y cursiva) y sus sonidos específicos (ya que las vocales y las consonantes tienen una característica fonoarticulatoria que las distingue y que es necesario aprender a reconocer en sí mismas y en sus combinaciones, por ejemplo no es lo mismo decir "A" que decir "Pa" o "Ma" o "Ba", incluso en sus asociaciones más complejas como "Pla" o "Bra") es que implica una diferenciación que integra diferentes receptores sensoriales y acciones motoras para obtener una imagen mental de esas letras tanto desde el punto fonético como gráfico.
Eso significa que a nivel mental nos hacemos una imagen de cada sonido y su grafema (nos hacemos una imagen de la A, a, A, a, con todas su líneas y curvas y que suena igual en todos los casos), eso es un esfuerzo simbólico que supera ampliamente la copia, la imitación y la repetición, aunque necesita de todos esos recursos para alcanzarla. La ejercitación es algo necesario, no detestable ni mecánico ni autoritario y pone en pie de igualdad a tantos niños que encuentran en la ejercitación, la seguridad y el respaldo para avanzar.
En resumen, aprender las letras del alfabeto es un laborioso trabajo de representación mental que tiene un potencial enorme porque luego esa posibilidad simbólica de evocar el sonido y su grafía combinando los elementos necesarios para componer una palabra, ubica la representación mental en un doble salto: represento los elementos que componen la palabra y la palabra leída o escrita a su vez, representan simbólicamente un objeto, concepto o lo que sea. Hay un significado en juego que se expresa con esos elementos letras. Si esas palabras sueltas se organizan a su vez en una oración y en un párrafo, la complejidad de representación simbólica aumenta y se va volviendo una espiral cada vez más abstracta (aprendo las letras A, E, O, P, L, T, aprendo a escribir o leer PELOTA, aprendo a escribir ME GUSTA JUGAR A LA PELOTA, y así sucesivamente)
Cada vez que un niño identifica, reconoce, escribe o lee una letra eso significa que una imagen mental, una idea podemos decir simplemente, se ha formado en su interior y esa imagen es una herramienta sumamente poderosa.
El puntapié de tamaña capacidad de representación y comprensión del mundo, producto del pensamiento-lenguaje, es el aprendizaje del lenguaje escrito.
¿Solo así se enriquece el pensamiento? No, claro que no, la oralidad, el juego, el dibujo, las acciones motoras, etc., etc. son recursos propios de las personas en su crecimiento para desarrollar su pensamiento y su capacidad de comprensión simbólica y también es necesario que tengan protagonismo en la crianza y en la educación formal.
Sin embargo, el aprendizaje de las letras (para su escritura y su lectura) tiene una inmensa capacidad de generalidad y amplitud respecto a su utilización y por, sobre todo, requiere de una acción metódica inicial indispensable: enseñar la identificación sonora y la representación gráfica. Esta capacidad retroalimentada por la oralidad en el aula va tornando a los alumnos en personas cada vez más dotadas de reflexión y entendimiento.
Un apartado breve para decir algo respecto a los esquemas previos de los alumnos (lo que ellos ya saben sobre las letras en este caso): un buen docente no desdeña lo que sus alumnos ya conocen o el modo en que entienden o interpretan lo que el mismo docente les propone, pero de ninguna manera se queda en ese punto porque no hay forma de avanzar si este trabajo de representación simbólica tan complejo y a su vez, maravilloso y divertido, se realiza sin un método de enseñanza. Y ese método debe contemplar los errores que los niños cometen en sus escrituras o en sus lecturas, pero tampoco debe quedarse en ellos porque es una imagen mental, un concepto lo que se está construyendo y entonces, el error deberá ser pasajero, no crónico ni instalarse por siempre (las tremendas deficiencias en la escritura de los niños mayores y los adolescentes es un reflejo de ello).
Años y años de enseñanza ambigua, deficiente, basada en una postura ideológica que erró el camino bajo la consigna de comprender mejor a los alumnos y que por ello mismo, resultó en lo que constatamos en la realidad actual: el descuido de la riqueza enorme que significa para la capacidad simbólica de todas esas generaciones de niños y jóvenes el dominio del alfabeto: leer, escribir, expresar ideas, sentimientos, formular problemas, comprender el entorno, imaginar otros planos y universos...
Leer y escribir es una manera de comprender el mundo y de poder intervenir en él (eso decía Paulo Freire y se ocupó especialmente de que los campesinos analfabetos aprendieran).
Otro breve apartado: no podemos pedirle a los docentes hoy en día que tengan claro cómo enseñar a leer y a escribir si por décadas le impusimos modos contrarios, además les hemos exigido que sigan los procesos de los todos los niños, incluso se ocupen de las particularidades de aquéllos alumnos en aras de la inclusión educativa, también les hemos acorralado con la consigna de la retención escolar y no les hemos provisto ni de recursos materiales, tecnológicos ni humanos (un auxiliar docente en el aula de cada primer grado o durante los tres primeros grados sería algo indispensable por ejemplo). Hay una decisión política que debemos tomar respecto a cómo nuestras escuelas saldrán de esta encrucijada eterna de hacer mal las cosas porque en los discursos demagógicos están primero, pero en los hechos suelen ser los últimos orejones del tarro.
El retraso en Argentina de ese aprendizaje tan valioso, es una herida a la capacidad reflexiva, simbólica de los alumnos, que van pasando de grado o de curso sin tener suficientes herramientas para avanzar no solamente en sus estudios sino en la vida misma.
Y pensar que todo empieza con un docente frente a sus niños jugando con ahínco a reconocer la letra A...