Tanques, trolls y "Fake 7, 8": Cuando el lenguaje oficial erosiona el pacto democrático
"La historia argentina nos enseñó que las palabras no son inocuas. El lenguaje puede herir, dividir o incluso preparar el terreno para violencias mayores", sostiene el criminologo Eduardo Muñoz en esta columna.
Discursos extremos en redes
En los últimos días, cuentas afines al oficialismo difundieron mensajes alarmantes: llamados a "dinamitar el Congreso", a "sacar los tanques" o a conformar "milicias populares armadas". Lejos de una condena unánime, estos mensajes circularon sin consecuencias, incluso con gestos de validación desde el propio gobierno.
No son simples provocaciones virtuales; estos discursos, sin filtros en la esfera digital, configuran un entorno que normaliza el lenguaje del enemigo, del castigo, de la guerra simbólica.
"Fake 7, 8": ¿informar o disciplinar?
El canal "Fake 7, 8", liderado por el vocero presidencial Manuel Adorni, se presentó como un espacio para combatir noticias falsas. Sin embargo, su estética y tono confrontativo, sumado al señalamiento directo de periodistas, evocan formatos donde la crítica es ridiculizada, no debatida.
Aunque su propósito declarado sea informar, estas herramientas consolidan un modelo de comunicación que opera por exclusión: quienes piensan distinto no son interlocutores, sino blancos. Es una mutación del escrache institucionalizado, ahora disfrazado de sátira oficial.
El insulto como política: una lógica de deslegitimación
El caso de María O'Donnell marca un punto de inflexión. No solo fue insultada públicamente por un funcionario, sino que el propio presidente amplificó esos agravios. La escena trasciende lo anecdótico: construye un mensaje político.
Cuando el insulto se replica desde el máximo nivel del Estado, deja de ser una mera opinión para transformarse en una forma de poder. Y ese poder, expresado en clave de burla o degradación, condiciona la libertad de expresión de quienes aún intentan sostener un periodismo crítico.
¿Estrategia comunicacional o forma de control?
Insultódromo de Milei.
Estos no son hechos aislados. Se configura una estrategia donde el lenguaje es una herramienta de control. Humor, sarcasmo y amplificación son recursos válidos en democracia. Pero cuando se aplican con precisión quirúrgica para aislar, humillar o sembrar temor, ya no hablamos de libertad, sino de control social informal.
Desde la criminología política, estas prácticas suelen anticipar escenarios donde la violencia real encuentra un suelo fértil. Si el enemigo se construye todos los días, la reacción social podría volverse más concreta.
Cuidar el lenguaje es cuidar la democracia
La historia argentina nos enseñó que las palabras no son inocuas. El lenguaje puede herir, dividir o incluso preparar el terreno para violencias mayores. Por ello, es imperativo que la justicia actúe con celeridad y que la sociedad civil mantenga su conciencia crítica activa.
En tiempos donde la ironía reemplaza al argumento y el agravio pretende convertirse en autoridad, defender el respeto como valor político es, también, una forma de resistencia. Las democracias no siempre caen por un golpe; muchas veces se desgastan en silencio, erosionadas por la burla constante, los gritos altisonantes y la indiferencia.