Ni reyes ni bufones
La muerte de Jorge Lanata produjo en estos días una serie de reconocimientos, así como críticas a quien fuera (y seguirá siendo) una figura icónica en el periodismo argentino de las últimas décadas.
"Si de algo soy rico es de perplejidades, y no de certezas"
(Jorge Luis Borges)
La muerte de Jorge Lanata produjo en estos días una serie de reconocimientos, así como críticas a quien fuera (y seguirá siendo) una figura icónica en el periodismo argentino de las últimas décadas.
El recorrido que hizo en su momento por diferentes medios, creando, fundando o volviéndose parte de los mismos, refleja el itinerario de sus posicionamientos políticos e ideológicos que de alguna forma es también el espejo de nuestra Argentina que hace tantos años oscila entre un progresismo ligado más a sectores que se definen como de izquierda (formulación a la que debiéramos encontrarle una respuesta superadora) y una reacción en contrario que -a mi entender- condensa la complejidad de todo aquello que asumiendo una definición cercana a la derecha política reporta en definitiva una larga lista de cuestiones de orden económico, social y cultural que hasta aquí han encontrado siempre un callejón sin salida para los argentinos.
En este laberinto de ideas y posiciones donde es muy difícil distinguir alguna certeza, personas como Lanata -debido a su capacidad y su carisma sin lugar a dudas- se constituyeron en referentes de algunas cuestiones centrales en el proceso de cambio que está atravesando hoy nuestro país: fue un adalid de las denuncias por corrupción perpetradas por el propio Estado, instaló en la conciencia colectiva una serie de delitos que se volvieron populares gracias a su difusión periodística tales como la ruta del dinero k, los bolsos de López en el convento, Ciccone, el caso de los cuadernos, etc., etc. y plantó la bandera anti kirchnerista como el rumbo necesario para mejorar la Argentina.
Entiendo que Lanata fue, aún con todas sus contradicciones, una persona indispensable en el proceso que recorrió la sociedad argentina para que hoy se asuma la prioridad de tener un Estado ordenado, austero y trasparente, incluso pagando los platos rotos de la fiesta.
En el fondo de la cuestión, Lanata surgió de nosotros mismos y de nuestra necesidad de que alguien levantara la voz. Y creo que lo mismo pasó con Milei.
Las personas que cobran notoriedad y protagonizan procesos revulsivos, aunque singularmente talentosas, son parte indefectible de un cambio más amplio, profundo y colectivo.
Esas personas, portavoces del sentir y del vivir de muchos que quizá ni puedan ponerle palabras, tienen el don y a su vez la responsabilidad de asumir su papel en la historia.
Personalmente, me apena que Lanata y Milei se hayan enfrentado.
Será parte de mi desconocimiento -quizá- lo que me impide distinguir el verdadero motivo de sus diferencias. Y hasta donde puedo entender sus parecidos frente a la gente común, ambos se opusieron a la corrupción instalada como una enfermedad sistémica y eso fue parte de lo que alimentó en esa misma gente, la esperanza de que pudiéramos curarnos de una vez y empezáramos otra forma de vivir en Argentina.
Me hubiera gustado que Milei dijera unas palabras ante el fallecimiento de Lanata, aunque no tomo su silencio como una ofensa ya que no es un hombre de guardarse improperios.
Me genera disgusto el audio de parte de Amalia Yuyito González al periodista Ángel de Brito desde el teléfono celular de Milei para responder que el presidente no responderá... porque desde donde puedo comprender su rol, en este momento de la historia, es sumamente importante que el propio Milei responda.
La voz al teléfono de quien tiene con él una relación personal -que no es asunto de los argentinos- resulta un recurso fallido ante una sociedad que necesita otra cosa.
Creo en el esfuerzo del equilibrio en un país tan malherido, dividido y atormentado por la injustificable pobreza, así como el delito adueñándose de las calles cotidianamente.
Creo que tenemos mucha tarea por delante y que la declaración presidencial del "Año de la Reconstrucción de la Nación Argentina" nos tiene que albergar a todos.
Y en esto, hay gestos que tienen un valor inmenso cuando se trata de unir a un país.
Reconstruir es ordenar, despejar, limpiar, esclarecer, volver a hacer, rehacer y también es acercar, integrar, reconciliar, cobijar.
Reconstruir es una tarea monumental, enorme, que nos requiere presentes como Pueblo.
Reconstruir es reconocer lo que otros hicieron antes y que pudieron, por eso mismo, abrirnos el camino.
Reconstruir a la Nación Argentina es pensar, debatir y obrar por más educación, más salud, más trabajo, más producción, más vivienda, más seguridad, más justicia...y en esa labor los gestos de acercamiento y de humildad son imprescindibles. En todos nosotros.
Basta de reyes en Argentina, ya pagamos con sangre más de una vez. Y basta de bufones.
Es tiempo de que renazcamos.