Niños y deporte: una estrategia de salud integral más allá del movimiento
Un nuevo análisis y reflexión de la Dra. Elisa Fehlmann, pediatra. Especialista en Medicina funcional e integrativa.
En la infancia y la adolescencia, la actividad física surge de manera espontánea: los chicos corren, saltan, juegan. Sin embargo, cuando esa energía se organiza en la práctica deportiva, los beneficios trascienden lo físico. El deporte se convierte en un hábito de vida, un espacio de aprendizaje y una de las intervenciones más accesibles y costo-efectivas para cuidar la salud desde temprano.
Moverse es salud. Caminar al colegio, andar en bicicleta o jugar en la plaza son la base del bienestar físico. Pero cuando esa energía se canaliza en el deporte, aporta mucho más: la disciplina de entrenar con objetivos, el esfuerzo compartido en un equipo, la superación de los propios límites. El deporte cumple un rol protagónico en la vida de los chicos: a través del cual descubren que no alcanza con el talento natural, que se necesitan constancia, paciencia y trabajo en equipo.
La constancia tiene también un correlato en la neurociencia. Se sabe que la repetición fortalece los circuitos cerebrales que sostienen la atención, la memoria de trabajo y la autorregulación emocional. El ejercicio estimula la producción de proteínas que favorecen el aprendizaje y regula neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que mejoran el ánimo y la resiliencia. En otras palabras: entrenar el cuerpo es también entrenar el cerebro. Cada práctica deportiva es, en realidad, un entrenamiento de vida: aprender a concentrarse, tolerar la frustración, levantarse después de caer y volver a intentarlo.
Medicina funcional: una mirada distinta para cuidar la salud desde la infancia
Los beneficios abarcan todas las áreas de la salud. En el cuerpo, el deporte fortalece huesos y músculos, mejora la postura, la fuerza y la coordinación, y reduce el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. A largo plazo, disminuye la incidencia de cáncer, deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas. En la mente, potencia la memoria, la atención y el rendimiento académico, mejora los circuitos de aprendizaje y de comprensión, con impacto positivo en las funciones ejecutivas superiores. En el plano emocional, ayuda a manejar la ansiedad, favorece la regulación afectiva y el control de impulsos, potencia la autoestima y disminuye síntomas de depresión. Cuando se practica en equipo, reduce la prevalencia de trastornos del ánimo en adolescentes. Finalmente, en lo social, el deporte enseña empatía, respeto por las reglas, cooperación y solidaridad, y contribuye a prevenir conductas de riesgo como el consumo de alcohol y drogas en la adolescencia.
El alcance del deporte no se limita a lo individual. En Argentina, los clubes deportivos han sido históricamente mucho más que un espacio de entrenamiento: fueron lugares de pertenencia, encuentro y contención. Recuperar y fortalecer esos ámbitos significa ofrecer a niños y adolescentes entornos seguros donde crecer, aprender y convivir en la diversidad. En un mundo donde abundan las pantallas y escasean los espacios comunitarios, el club vuelve a ser refugio, escuela y un espacio para sociabilizar y relacionarse.
Ahora bien, ningún hábito se sostiene sin acompañamiento. Los chicos persisten más en la práctica deportiva cuando sienten el apoyo de sus familias, cuando cuentan con entrenadores que refuerzan con palabras positivas y cuando las escuelas incentivan su participación. Cada reconocimiento, cada logro compartido, convierte el deporte en una experiencia de disfrute que se proyecta a todas las áreas de la vida. Esa constancia aprendida en la cancha se traduce luego en sostener un proyecto, rendir un examen o superar un desafío personal.
Promover el deporte en la infancia no significa formar deportistas de alto rendimiento. Significa acompañar a cada niño para que descubra sus fortalezas, desarrolle resiliencia y encuentre un espacio de pertenencia saludable. Significa también que las familias, las escuelas y las políticas públicas trabajen en conjunto para garantizar el acceso a actividades deportivas seguras, inclusivas y sostenibles.
El deporte es mucho más que ejercicio. Es brújula, refugio y plataforma hacia la vida adulta. Invertir en su promoción es invertir en salud, en vínculos y en futuro. Y es, sobre todo, una responsabilidad compartida: de quienes educan, de quienes cuidan y de quienes deciden las políticas que marcarán el camino de las próximas generaciones.
Bibliografia consultada:
Organización Mundial de la Salud. Guidelines on Physical Activity and Sedentary Behaviour. 2020.
Hillman CH, et al. Physical activity, cognition, and academic achievement: Consensus statement. npj Sci Learn. 2023.
Erickson KI, et al. Exercise training increases size of hippocampus and improves memory. PNAS. 2011.
American Academy of Pediatrics. Organized Sports for Children, Preadolescents, and Adolescents. Pediatrics. 2019.
American Psychological Association. The role of sports in youth development. 2017.