Un solo acueducto, tres veces el costo: la eficiencia según Cornejo

El presidente del Partido Verde, Mario Vadillo, analizó los tiempos de la obra y la falta de eficiencia para ejecutarla.

Mario Vadillo

El Acueducto Monte Comán-La Horqueta era, sin dudas, una obra necesaria. Nadie en su sano juicio puede discutir que llevar agua a 420.000 hectáreas del sur mendocino -con impacto directo sobre 89 explotaciones agropecuarias- es una inversión estratégica. Era una deuda histórica con los productores ganaderos de esa región árida y olvidada.

Pero entre la necesidad y el abuso hay una diferencia. Y esa diferencia se mide en $15.300 millones de pesos, en dos años de retraso, y en el silencio incómodo de quienes deberían dar explicaciones.

Una obra pública inflada al 700%

Cuando se anunció el proyecto, en 2022, el presupuesto oficial era de $2.100 millones. Apenas meses después, la adjudicación cerró en $2.918 millones, una suba ya llamativa.

Pero la verdadera sorpresa vino este 10 de mayo de 2025, cuando el gobernador Cornejo -con cámaras, aplausos y promesas- inauguró la obra con un costo final de $17.400 millones.

¿Quién lo autorizó? ¿Dónde están los controles? ¿Qué parte del proceso se nos ocultó?

Nadie niega la inflación, los sobrecostos logísticos o las actualizaciones de precios. Lo que se cuestiona es el salto descomunal, injustificado y fuera de toda racionalidad presupuestaria.

Porque lo que se prometió por 2 mil millones, se pagó por casi 20 mil.

Con esa plata podrían haberse construido tres acueductos como éste, y abastecer más de 1.200.000 hectáreas en vez de solo 420.000.

Pero se hizo uno solo, tarde y caro.

Y en Mendoza ya sabemos: cuando las cifras no cierran, alguien está haciendo negocio con el dinero de todos.

Un solo acueducto, tres veces el costo: la eficiencia según Cornejo

El tiempo también cuesta

La obra tenía un plazo de ejecución de 395 días. Tardó más de 700. Eso significa dos años más sin agua. Dos veranos con sequías, dos campañas ganaderas estresadas, dos ciclos de espera para cientos de productores.

Y mientras tanto, el discurso oficial vendía eficiencia, velocidad y planificación.

¿Y los órganos de control? Bien, gracias.

¿Dónde estuvo el Tribunal de Cuentas mientras se multiplicaban los certificados de obra?

¿Dónde estuvo la Legislatura para exigir informes técnicos?

¿Dónde están los responsables que deben justificar cómo se pasó de un acueducto a una cuenta de privilegio disfrazada de infraestructura?

La obra fue financiada por el Fondo para la Transformación y el Crecimiento. Un fondo que, irónicamente, nació para impulsar la productividad de Mendoza... no para enriquecer contratistas o engordar gastos sin control.

Una lógica que se repite

Este no es un caso aislado. Es la regla no escrita de la obra pública mendocina: presupuestos iniciales simbólicos, licitaciones sin competencia real, redeterminaciones eternas y un relato de eficiencia que se desmorona al ver las cifras finales.

Mientras los funcionarios se sacan fotos inaugurando, la ciudadanía paga con deuda, con impuestos y con servicios que llegan tarde o jamás llegan.

La obra era justa. La ejecución, inadmisible.

Lo correcto hubiera sido planificar bien, controlar mejor y ejecutar con honestidad. Pero en Mendoza, lo urgente siempre es excusa para lo turbio.

El acueducto Monte Comán-La Horqueta será útil, sí. Pero no por eso deja de ser un escándalo.

Y en un Estado serio, una obra pública no puede justificar cualquier precio.

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