La ignominiosa explotación de jóvenes por parte de PedidosYa

"Los usuarios son los responsables tanto del éxito comercial de la empresa como de la explotación inhumana de los empleados", sostiene Eduardo Da Viá en este artículo.

Eduardo Da Viá

Javier Milei no tuvo mejor idea que pedirle al secretario general del Sindicato Único de Conductores de Moto de la Argentina, Mariano Gastón Robles, les sugiriera a los repartidores llevar su boleta y dejarla en los domicilios destinatarios del pedido efectuado.

La reacción airada de Robles, con justa razón "somos los desaparecidos laborales porque pasan los gobiernos y nunca se acuerdan de darnos el casco, el aguinaldo, y las vacaciones, u otras reivindicaciones que tienen los trabajadores en la Argentina"

El dirigente sindical precisó que, en la Argentina, se estima que hay en total unos 80.000 trabajadores de reparto por aplicación, a quienes no se les reconoce la relación laboral, por lo que no cuentan con algunos derechos como salario básico garantizado, ni ART, ni obra social.

Los chicos trabajan 12 o 14 horas por día, poniendo sus herramientas de trabajo, pagando la nafta y el aceite y lo que se rompe de la moto; si chocan, están parados 15 días y los compañeros hacen vaquita para que su familia pueda comer", ejemplificó.

¿Qué se necesita para trabajar en PedidosYa Argentina?

- Ser mayor de 18 años.

- Tener DNI argentino, pasaporte o certificado de residencia precaria.

- Tener moto o auto (con seguro al día) o bicicleta.

- Tener teléfono iPhone 4s (o superior) o un teléfono Android (6 o superior) con cámara frontal

- Trabajan una media de 12 a 14 horas, siendo que la ley marca claramente la duración de la jornada laboral en 8 has.

Debe ser una de las tareas más riesgosas, y así lo demuestran la tasa de accidentes, dado que acuciados por el requisito de tardar solo 15 minutos o similar en hacer la entrega, los pobres conductores circulan con sus motitos a grandes velocidades, zigzagueando entre los indiferentes automóviles y ómnibus, pasando semáforos en rojo, cortando camino por las veredas. Sumémosle que salen a cumplir independientemente del clima, con lluvia, con calor con frio, de noche o de día, y muchas veces sin la ropa adecuada para las inclemencias del tiempo simplemente porque no la tienen y nadie se las provee.

Los datos son elocuentes, alertan y piden más atención y regulación. En la Ciudad de Buenos Aires, la mitad de los repartidores que andan en moto no usa el casco reglamentario y la mayoría no se pone el chaleco reflectivo. Además muchos, se estima que son más de 3.000, están fuera de todo sistema. Los datos surgen del estudio realizado por una ONG de seguridad vial, que también sostiene que cada vez hay más accidentes y faltan los controles, sobre todo a la noche. El estudio se relaciona con los datos de la Defensoría del Pueblo porteña, que concluyó que en 2014 y por primera vez en una década, los motociclistas superaron a los peatones entre las víctimas fatales por siniestros viales

El ingreso medio en Argentina para un repartidor en relación de dependencia es de algo más de 120.000 pesos, pues bien para los conductores de Pedidos Ya es la mitad, vale decir alrededor de 60.000 pesos.

PedidosYa es una compañía multinacional de origen uruguayo de delivery en línea, que actualmente pertenece a la firma alemana Delivery Hero. Su sede central está establecida en Montevideo, Uruguay, pero cuenta con una extensa presencia en la región. 

Está valuada en 3 millones de dólares y en plena expansión; además han agregado supermercados propios, de manera que si el cliente lo admite, en vez de pedirle helados a una heladería conocida, por ejemplo de Emilio Civit y Belgrano, le ofrecen marcas propias con el consiguiente valor agregado en cuanto al rédito que cada pedido les deja; pero sin que se refleje en un aumento para los conductores.

La empresa, ya cuenta con 110.000 comercios adheridos, 50.000 repartidores y ahora busca expandirse en el sector de mercados.

Los usuarios más frecuentes de este servicio son personas con poder adquisitivo suficiente y sin ningún sentimiento de culpa cuando ven llegar al pobre conductor/a empapados por la lluvia, para que el también explotador, repantingado en su lujoso sofá del no menos lujoso living, mirando TV en un dispositivo de plasma de 60 o más pulgadas, siga mirando uno de los tantos programas televisivos de alta cultura que ofrece la televisión argentina, cuando no una pornográfica o chismografía chabacana.

Voy a utilizar una expresión un tanto tosca paro muy ilustrativa para resumir: "la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer".

Efectivamente, los usuarios son los responsables tanto del éxito comercial de la empresa como de la explotación inhumana de los empleados.

Pero si solo se tratara de reparto de comida o de otros insumos habituales en la vida moderna, podría existir algún tipo de tolerancia si se corrigen los vicios laborales que sufren los efectores de PedidosYa, pero mucho más graves es el "delivery" de drogas, utilizados también por gente con gran poder adquisitivo, o simplemente delincuentes ricos, riqueza devenida precisamente de sus actividades delincuenciales, que casi seguramente en medio de orgías regadas por abundante alcohol, se permiten el lujo de hacerse traer drogas a domicilio. Sin dudarlo, de ser interceptado algún repartidor, muchas veces ignorantes de la mercancía que transportan, serían los responsables ante la ley, y no los corruptos que la compran y la usan.

Por último y por si faltara poco, se han detectado repartidores de armas de fuego ilegales, en estos casos los conductores son por lo general adultos y sabedores del artículo/s que distribuyen.

Cómo puede ser que las autoridades pertinentes no toman las medidas de rigor para sanear esta actividad, tenida cuenta de las pingües ganancias que perciben los dueños.

Estimo, conociendo el modus operandi argentino, que debe correr mucho dinero bajo el agua para que las autoridades hagan vista gorda, intertanto yo califico a esta actividad como de lesa humanidad.

Soy un enemigo acérrimo de la explotación del hombre por el hombre, vergonzoso proceder vigente en casi cualquier actividad, donde se requiera mano de obra desesperada del carenciado sin trabajo y que cuando consigue uno como éste, ni siquiera puede estar seguro de su permanencia, lo que le impide adquirir compromisos económicos como lo es comprar en cuotas enseres de uso cotidiano que no posee y con los cuales podría tener una vida un tanto más agradable.

Los ricos emplean a los necesitados dejando siempre abiertas las puertas de sus recintos, abiertas para afuera, una forma simbólica de advertir la posibilidad cotidiana de la prescindencia del inerme esclavo.

Yo vivo en un barrio privado donde trabajan docenas de empleados de servicio, ignorados por la mayoría de los propietarios que los consideran objetos de los cuales el pago de las expensas los hace dueños.

Camino el barrio casi a diario y voy encontrándome con ellos, a los cuales saludo siempre, muchos contestan y otros me miran como si no creyeran que alguien advirtió su existencia; mi esposa, en el verano, cuando divisa alguno de los barrenderos se asoma y les ofrece agua fresca, que por cierto aceptan entre desconcertados e incrédulos.

Aquí se repite lo del título de mi primer escrito, aquel sobre los huarpes como víctimas más de indiferencia que de discriminación, aunque ésta se mantiene soterrada.

Lo cierto es que la esclavitud perdura a pesar de las falsas palabras de los políticos que dicen lo contrario.

A lo largo de la historia, se ha luchado contra la esclavitud de diferentes formas. Por ejemplo la Asamblea del Año XIII de las Provincias Unidas del Río de la Plata dictó la libertad de vientres en 1813 y la Constitución de la Nación Argentina, de 1853, dio por abolida completamente la esclavitud en su artículo 15.

Pero en realidad no fue abolida sino que fue escondida, en mascarada y perfeccionada de manera de no parecer tal.

Claro ya no vemos negros encadenados cosechando algodón ni galeotes con sus muñecas amarradas a los remos condenados a galeras.

No, ahora los esclavos están en las cajas de los supermercados, en el servicio doméstico ilegal desempeñado por extranjeros también ilegales, o jóvenes de ambos sexos haciendo reparto en nombre de Pedidos Ya.

Es hora de que nos abstengamos de emplear esos servicios y vayamos a la pizzería en el Mercedes, en el BMW o en el Mini Cooper de la nena.

Yo jamás lo solicité al mencionado servicio.

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