Salir del encierro para poder evolucionar: internacionalizar Mendoza

El director de Memo, Gabriel Conte, presenta las notas de una edición destinada a la búsqueda de nuevos horizontes comerciales para conseguir recursos para Mendoza.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

El pesimismo y el optimismo son actitudes humanas que pueden estar basadas en datos reales, en el repaso de antecedentes que permiten tomar posición o bien, en una actitud personal ante las cosas. De allí que salir a la vida después de terminada la pandemia represente mucho más que un simple abrir la puerta y moverse hacia el exterior del confinamiento obligatorio, levantar persianas de negocios cerradas o chequear si los que querían comprar productos elaborados aquí todavía quieren hacerlo.

Como lo vienen marcando numerosos referentes desde que empezamos en Memo a plantear que hay que pensar en la pospandemia, puede ser (o no, pero depende de la actitud que se tome) un momento bisagra. Sin dudas, todo el mundo ha quedado y quedará afectado por la parálisis del consumo y, mentalmente, condicionados por una situación inédita.

Pero la rueda no debe frenarse, como puede observarse en las cosas más simples de la cuarentena: gente que transforma su cafetería en verdulería, para poder vender alimentos; los que se metieron de cabeza al delivery, para subsistir; la educación a distancia uniendo a los que querían digitalización y a los que no; el trabajo remoto que permite ver como se potencian los que trabajan a gusto y cómo aragonean los que no...

A nivel internacional, hay una oportunidad que se abre. Muchos dicen -y basta con leer el informe de Memo de este domingo- que Chile sale a posicionarse con liderazgo en materia comercial. No son comunistas ni admiradores del régimen los que lo dicen: son empresarios liberales que necesitan del libre mercado como del aire para vivir, como sucedió con los pueblos originarios históricamente o con las culturas más antiguas de las que se tenga registro.

De allí que los juegos ideologistas argentinos poco aportan si se mezclan con la necesidad de contar con un impulso de la economía.

Mendoza en esto, está nuevamente sola. Los intereses que terminan concentrándose en el Puerto de Buenos Aires, con la mirada puesta en un Atlántico que aleja y no acerca, que plantea más preguntas que respuesta pueda ofrecer, también tendrán aquí, al oeste, respaldados sobre el Ande y con puertos de aguas profundas mirando al Asia Pacífico, pero también a todo el continente, una oportunidad de buscar nuevos horizontes.

No es nuevo el planteo de los entusiastas, como Mario Lázzaro, conocedor de los mercados mundiales y de sus vaivenes y estabilidades, o el exembajador Carlos Abihaggle, de que Mendoza sea un centro logístico: lo planteó en su momento José de San Martín. Pero sí representan un desafío sortear los obstáculos que en esta edición de Memo observan empresarios que se han largado a trabajar del otro lado de la cordillera, como Gustavo Casaño o Armando Morón: hay que sortearlas.

De allí que la propuesta de generar un ámbito que trabaje en la internacionalización de Mendoza sea una propuesta audaz, que debe ser palpable lo más pronto posible

Encerrados, nos retraeremos. Saliendo de este confinamiento literal y metafórico, es más probable que encontremos la evolución para conseguir lo que nos hace falta para vivir, y sobre todo, para vivir bien, la mayor cantidad de mendocinos posibles y sin el romanticismo siempre latente de que "ser pobres nos hace mejores": un ideal perverso, de dominación y aplastamiento del otro, propuesto desde la comodidad de la no pobreza.

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