Sin padre, sin ley: la inseguridad también es un síntoma cultural en Mendoza

Desde el Partido Libertario, Mariel Maestri, opina sobre la demolición sistemática de la figura de la autoridad.

Mariel Maestri
Integrante del Consejo Directivo del Partido Libertario de Mendoza

En Mendoza, como en el resto del país, la Policía ha dejado de ser respetada. Pero más preocupante aún: ha dejado de respetarse a sí misma.

Mal pagada, sobreexigida, desprotegida, y últimamente hasta humillada por el Gobernador de la Provincia, la fuerza Policial se encuentra paralizada entre la culpa y la impotencia.

La ciudadanía, abandonada, se encierra, se arma, y simplemente deja de confiar en una de las pocas cosas que no puede delegar el Estado: el orden público y la administración de justicia. Así, la inseguridad no es sólo el resultado del aumento del delito, sino la consecuencia directa de un proceso de erosión institucional y cultural que ha degradado la imagen Policial.

La pérdida de la figura paterna y la autoridad

La raíz del problema es más profunda. En las últimas décadas hemos asistido - en nombre de un progresismo sobrevaluado y mal entendido - a una demolición sistemática de la figura de la autoridad, en especial de la función paterna, como referencia simbólica de la ley, del límite y de la norma. 

Lo observamos en todos los órdenes: en la familia, en la escuela, en la calle. Y sin esa función paterna en el psiquismo, ¿qué lugar puede ocupar la autoridad legítima en la vida de un niño, de un adolescente, de un ciudadano? Hoy lo estamos pagando: generaciones criadas sin valores claros, sin ley ni autoridad interiorizada, que exige derechos pero no tolera normas, y que ve en la Policía no a quien cuida, sino a quien impide; que cree que toda sanción es represión. Y una Policía que, sin reconocimiento social ni respaldo politico, se convierte en la sombra de lo que pudo ser: ausente, errática y atada de manos.

Cuando se cae la figura del padre como primera ley -como límite simbólico que estructura el psiquismo-, lo que queda no es la libertad, sino el desborde. La ley deja de ser guía para transformarse en enemigo. La autoridad ya no se respeta: se teme o se burla.

Abordar esto implica una reforma cultural, de la cual los ciudadanos debemos hacernos cargo. Volver a educar en el valor de la palabra, de la ley, de la autoridad justa. Rehabilitar el rol simbólico del padre: en la casa y en la sociedad. Porque no hay República sin ley, ni ley sin alguien que sepa decir "esto no se hace".

No hay cambio posible sin recuperar el valor de la ley como sostén, no como castigo, revalorizando la figura de quien protege sin humillar, de quien impone límites sin abusar.

Sin respaldo no hay ley: dignificar a quien protege

Una Policía humillada por su propio Gobernador -como nos tienen acostumbrados en Mendoza- no puede defender ni siquiera su propia dignidad. Mucho menos, la seguridad de todos. 

Recuperar el orden no implica represión ciega, sino reconstruir la legitimidad de quienes protegen. Significa formar, equipar, respaldar y, sobre todo, devolver el sentido ético a la función del efectivo Policial, enseñando a nuestros hijos que el uniforme azul no es amenaza, es reguardo. 

Como dijo el Presidente Javier Milei en alguna nota hace un tiempo: "los de azul son los buenos".

Una reforma policial real, acompañada de una reforma cultural que devuelva prestigio al orden, a la palabra dada, al rol del padre (biológico, simbólico o institucional) es la única vía sostenible hacia una sociedad más segura y más libre.

Hay que animarse a decirlo, y decirlo con firmeza, sin odio. Con convicción, sin miedo. 

PD: ninguna de las mayúsculas en la palabra Policía es accidental. Quizás es buen comienzo.

*Mariel A. Maestri es Médica Psiquiatra y miembro del Partido Libertario de Mendoza

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