Vicentin, pandemia y Portezuelo del Viento

"No se puede cambiar el pasado. Pero sí se puede aprender de la experiencia histórica, para tomar decisiones con mayor fundamento, y mejorar así el futuro", sostiene en esta nota el historiador Pablo Lacoste, que se mete con los temas en agenda en Argentina y Mendoza, dándole a la coyuntura una perspectiva más amplia.

Pablo Lacoste
Pablo Lacoste - académico USACH. Proyecto ANID - ATE 220008

Los tres temas centrales de la agenda pública de los últimos tiempos, parecen íntimamente vinculados. En estos días se ha informado que el Estado Nacional finalmente no va a aportar los U$S 1.032 millones destinados a construir Portezuelo del Viento en Mendoza; en su lugar, se va a hacer cargo de los U$S 1.300 millones de deuda de la exportadora de granos Vincentín en Santa Fe, todo ello en el escenario de una pandemia que hace cada vez más daño en los barrios pobres del Gran Buenos Aires, principalmente.

Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza. Tres puntos de un triángulo sociopolítico y económico. Pandemia, Vicentín y Portezuelo. Tres temas centrales de la agenda. En el medio, la clase dirigente que toma decisiones sin advertir el sistema de relaciones subyacente.

Naturalmente, los recursos son escasos. Es imposible satisfacer todas las necesidades y demandas. Sobre todo para el Estado argentino, que está totalmente desfinanciado, sin crédito, con alto déficit fiscal y altas tasas de inflación. Algunos analistas consideran que más que un presidente, Alberto Fernández es el síndico de una empresa quebrada. Su capacidad de decisión es muy acotada, porque carece de recursos reales. Por ello se comprende la decisión política de dilatar, una vez más, los fondos para la construcción de Portezuelo del Viento.

Claro que llama la atención el brusco cambio de planes. Portezuelo es una obra pensada, diseñada y consensuada políticamente a lo largo de varias décadas, entre amplios sectores de la sociedad. En cambio, Vicentín es una idea reciente, conocida hace apenas un par de días, en la cual han participado tres o cuatro personas.

Por otra parte, si el Estado no salva a Vicentin, el impacto sería menor; la producción y exportación sojera continuaría de todos modos. En cambio, si cancela los fondos para Portezuelo del Viento, el impacto va a ser mayúsculo. Sobre todo, porque la enorme riqueza de agua dulce del Río Grande va a seguir malgastándose en regar el Océano Atlántico. Por este motivo, regular el mayor río de Cuyo representa un avance significativo y evidente para avanzar en el complejo camino de la seguridad alimentaria: el tesoro del agua permitirá ampliar sustancialmente la superficie cultivada, particularmente cuando esta obra se complete con la segunda etapa, consistente en el trasvase de las aguas del Río Grande al Atuel, lo cual permitirá aprovechar tierras fértiles pero hoy inútiles por falta de agua. No olvidemos que, de los 150.000 km2 de la superficie de la provincia de Mendoza, sólo el 3% está cultivado, justamente, por falta de agua. Portezuelo del Viento servirá para revertir radicalmente esta situación.

A ello se suma la frustración de todos los proyectos de inversión industrial, energética, ganadera, turística y productiva en general, que estaban supeditados a la realización de esta obra. Por eso, resulta difícil de comprender la lógica del gobierno, al cambiar un proyecto por otro. Sobre todo si, de acuerdo al relato oficial, el principal objetivo del gobierno es lograr la "seguridad alimentaria": Portezuelo del Viento, al multiplicar la superficie cultivada de Mendoza, significará un aporte sustancial y evidente, no así Vicentin, que es un mero intermediario comercial destinado al mercado Chino, con escasa relación con producción alimentaria para la población argentina.

Pero lo más doloroso es la pandemia. La actual y las del futuro, pues estas situaciones de virus fuera de control van a ser cada vez más frecuentes debido al auge de la sociedad urbano industrial.

La pandemia hace estragos en América Latina debido a sus grandes megalópolis. Los políticos latinoamericanos han gobernado los últimos cien años de modo tal de promover lo que Leandro Alem llamaba "la cabeza de un gigante en el cuerpo de un pigmeo". Millones de personas se aglomeran en Buenos Aires, igual que en San Pablo, Lima, México DF y Santiago de Chile. El proletariado urbano marginal vive allí hacinado, en pobres aglomeraciones llamadas favelas, villas miserias o callampas. Y allí están los principales focos de infección, los sectores más vulnerables a las enfermedades y los virus. Allí están las casas de la muerte en la pandemia actual.

¿Por qué esos millones de latinoamericanos viven así, en esas condiciones de hacinamiento?

Aquí está el punto crítico de nuestra historia, y el resultado de la acción de los políticos. Porque ese proletariado urbano marginal no estuvo siempre allí. Llegó a esos lugares porque no podía vivir disperso por el territorio nacional, debido a la falta de polos productivos; por la ausencia de políticas públicas que promuevan la inversión y el desarrollo armónico del país.

Esta es el vínculo entre Portezuelo del Viento y la Pandemia. Si nuestros políticos, en vez de concentrar los recursos en las grandes ciudades, donde están los votos, hubieran invertido en el interior del país, tendríamos un desarrollo territorialmente más equilibrado. Hubiéramos evitado el proceso de migración intensiva del campo a la ciudad. Los campesinos podrían haber permanecido en sus paisajes culturales, sin tener que sufrir la tortura espiritual de abandonar sus pueblos, perder sus vínculos y trasladarse tristemente al Gran Buenos Aires para sobrevivir.

Por lo tanto, el efecto letal de la actual pandemia, es el resultado previsible del largo proceso de gobernar siguiendo el interés de corto plazo de las élites. Lamentablemente, nadie se hace responsable de ello.

No se puede cambiar el pasado. Pero sí se puede aprender de la experiencia histórica, para tomar decisiones con mayor fundamento, y mejorar así el futuro.

En las actuales circunstancias, no parece lógico que los mil millones de dólares de Portezuelo del Viento en Mendoza, se orienten para salvar una empresa cerealera rioplatense. Ello sería un retroceso para la seguridad alimentaria nacional, porque implicaría seguir regando el Océano Atlántico con agua dulce que se requiere con urgencia para regar los campos labrados, cada vez más sometidos al estrés hídrico por el cambio climático. Además, al desviar los recursos de Mendoza hacia el área rioplatense pampeana, se sigue promoviendo la concentración de riqueza -y por ende población- en las zonas más ricas y densamente pobladas del país. Indirectamente, se siguen empobreciendo los territorios desérticos del Oeste, en beneficio de los ricos terratenientes de la pampa húmeda. Y se agudiza la tendencia a la Macrocefalia.

A la larga, los que van a pagar este error serán los pobres del Gran Buenos Aires en la próxima pandemia. Y lo pagarán con sus vidas.

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