Volverán las oscuras golondrinas

El Dr. Eduardo Da Viá nos deja este fin de año un notable obsequio a quienes lo seguimos y leemos. Imperdible.

Eduardo Da Viá

A modo de gran final , creo que los argentinos nos merecemos un respiro reparador, luego de un año por demás agitado, durante el cual nos hemos dedicado prácticamente y con exclusividad, a los avatares políticos, judiciales y económicos que han sacudido al país hasta los mismos cimientos.

Fue como vivir con anteojeras que nos impedían ver otras cosas que no sean noticieros nefastos, violencia casi incontrolable, manifestaciones de protesta con y sin fundamentos y hasta claras maniobras de desestabilización del gobierno en pro de un soñado y absurdo retorno de una época negra de la historia argentina reciente.

Hemos perdido buena parte de la alegría de vivir, porque la inseguridad y la delincuencia que encontraron terreno fértil para medrar, nos fue retrayendo socialmente, temerosos de la noche, de los lugares vacíos de personas que eventualmente pudieran ayudarnos a zafar de algún ataque delictivo.

Es necesario también dejar claro que los argentinos, expertos en trucos y trampas, se han valido así mismo del desorden para aumentar enormemente su patrimonio es desmedro de la sociedad honesta promedio que sufrió el efecto contrario.

Por suerte la recuperación parece haber comenzado, es de esperar que continúe, aún con los lógicos baches que son de esperar.

Pero es precisamente ese estado de ánimo depresivo que predominó y aún pervive, es el que nos impide advertir ciertas maravillas que a diario nos rodean y que puede, de ser percibidas, colaborar en la recuperación del optimismo, tan necesario para un adecuado vivir.

Así por ejemplo, la naturaleza es dadora de paz, de belleza, de regocijo, de ganas de producir o simplemente de gozar instantes fugaces pero que bien disfrutados se pueden guardar en el cajón de los recuerdos para abrirlo en momentos de crisis y solazarse nuevamente con lo pacífico y lo que de lindo tiene todavía este mundo tan baqueteado por nosotros mismos.

Y a propósito de ánimos propensos y sensibles, me pregunto cuántos argentinos le han prestado atención al retorno de las golondrinas, tal como lo hacen sistemáticamente todos los años entre finales de setiembre y comienzos de octubre, época en que llegan, con dos destinos predilectos: San Fe; Goya para ser más exacto, donde lo lugareños las esperan sabedoras de lo cumplidoras que son en su fecha de arribo y afortunadamente Mendoza donde sientan reales en el Dique Cipolletti y alrededores.

En las columnas de sostén del mencionado dique, existen numerosos huecos en el cemento donde se introducen para acomodar sus nidos y atender a sus pichones. Utilizan siempre el mismo hueco y forman pareja estable con funciones de niñeros ambos componentes del casal, tanto en la incubación como en el empolle y la alimentación de los pichones.

Desde el punto de vista biológicos son maravillosas, verdaderas máquinas de volar, se desplazan 10.000 quilómetros en un mes, lo que da una media de más de 300 km diarios.

Descansan muy poco y se alimentan en vuelo, deglutiendo miles de insectos que se desplazan a diversas alturas y que una vez nacidos los pichones, ya convertidos por el buche en pequeños granitos, serán también el alimento de los hijos.

Desde el punto de vista aerodinámico tienen una envergadura mayor que el cuerpo, muy liviano y ahusado lo que le facilita la penetración en el aire.

El 18 de febrero iniciarán el regreso a San Juan de Capistrano, de donde partieron el año anterior.

Tengo la suerte de poseer una buena superficie de bóveda celesta sobre mi casa, lo que me permite verlas pasar al atardecer, alrededor de las 20h en dirección sud este, estimo con destino al Dique Cipolletti donde las esperan los pichones.

Es un momento mágico verlas aletear o bien planear cuando encuentra una corriente adecuada que las sostenga, negras saetas velocísimas, generalmente en pequeños grupos y describiendo variantes de altura y ligeras desviaciones de rumbo con una elegancia sin igual.

Es un momento de paz y admiración y me atrevo a decir hasta de envidia, por lo poco que necesitan para vivir, por estar dotadas de todo lo necesario para desplazarse, alimentarse, reproducirse sin necesidad de pantallas y mucho menos de guerras y alteraciones del medio ambiente.

Ha sido precisamente en este turbulento año, que las golondrinas al pasar, me han brindado sin saberlo un momento de paz y regocijo espiritual cada atardecer, momento en que las espero sentado en mi jardín.

Son vidas fugaces que pasan bailando su ballet, perfectas en su funcionamiento social, algo que deberíamos imitar.

De tanto admirarlas me dio por escribir al respecto, pero ahí advertí que la prosa, al menos la que yo manejo, me resulta insuficiente para describir el movimiento, los arabescos, las picadas en barrena para luego elevarse triunfales a integrar la bandada.

Y ahí fue cuando me pareció que la única forma de aproximarme con las letras a lo que estaba vivenciando, era mediante la poesía.

Por desgracia no soy porta, cualquiera que lo sea lo advertirá de inmediato pues carezco de don necesario.

Sin embargo se fueron agolpando palabras que pugnaban por salir de mi cerebro transformándose de energía en palabras escritas, y con cierto pudor, me atreví a darle forma de poesía.

Poesía de rima alterna y métrica libre, la más fácil, pero les ruego no la califiquen sino que traten de captar la emoción que en ella he procurado reflejar.

Hela aquí como obsequio de fin de año para mis amigos lectores:

Volverán las oscuras golondrinas

De tu balcón los nidos a colgar,

y mi trozo de cielo y mis nubes

raudas volverán a surcar.

Lo harán como siempre,

con su alegre y ágil aletear,

y si el tibio Eolo las sostiene,

con su elegante y suave planear.

Yo las contemplo cada día

al palidecer la luz solar,

cruzan hacia el sur este

donde esperan para cenar,

sus pichones hambrientos

ya cansados de berrear,

esperando a sus madres exhaustas

que los habrán de alimentar.

Para eso han volado todo el día,

Para con su pico abierto juntar y juntar

inadvertidos bichitos voladores

que en sus buches han de guardar.

Allí se transformarán en bolitas

que facilitan el tragar,

por parte de eso bribones

que solo saben gritar.

Pero para eso han debido los padres,

Desde muy lejanas tierras volar y volar,

y arribados como siempre

exacto al mismo lugar

sus nidos bien mullidos

se pondrán a fabricar,

donde los huevos recién emitidos

ambos padres deben empollar.

Ellos vienen de Norteamérica

Sólo para su familia aumentar,

y una vez que los nuevos miembros

aprendan a volar,

habilidad que los padres

les han de enseñar,

cuando aptos por fin y al unísono

en familia el regreso iniciar.

Los polluelos son argentinos

pero no se pueden quedar,

es Natura quien ordena

el obligado regresar,

pero habrán de volver

como las flores a brotar.

Regresarán piando en inglés

que allá les van a enseñar

pero el "che" que aquí aprendieron

jamás podrán olvidar.

Y yo volveré espero a gozarlas,

Tras el ansiado regresar.


EDUARDO ATILIO DA VIÁ

DICIEMBRE 2025

Dedicado a Natura y al maestro Gustavo Adolfo



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