Dónde terminan los heridos del armado político en tiempos de instrumentos electorales, más que de partidos
La política se ha reconfigurado en un flash: ya no hay partidos, sino que funciona por espacios que actúan como instrumentos electorales. Sin responder ahora si eso es bueno o malo, implica una nueva situación para los que no consiguen las candidaturas que pretendían.
Las fuerzas políticas en competencia se han vuelto más en instrumentos electorales para llegar a distintas instancias del poder que en aquellas unidades que representan una identidad común con la que se identifica un grupo de personas, tal como se presentaban en el pasado. De hecho, no compiten entre partidos, prácticamente, sino entre frentes integrados ya no solo por las clásicas formaciones políticas, sino por movimientos o grupos más dinámicos y cambiantes.
De allí que las personas que alimentaban los tradicionales partidos políticos empiecen a desconocer a sus nuevos entornos, copados por gente que pocas veces vieron antes o bien, contra las que militaron en otras ocasiones y ahora son sus compañeros de equipo.
Los tiempos también parecen haberse acelerado y los objetivos en torno a la renovación de la política, cumplidos pero en cortes transversales. Así, mientras es fácil identificar a aquellos que no dejaron jamás una quincena sin cobrar del Estado, también hay novedosas incorporaciones. Nada se dio en forma absoluta: ni se fueron todos, ni entraron todos los que se esperaba que ingresaran a la vida política.
En esa aceleración, tampoco hay demasiado tiempo para transformarse, una vez que quienes aspiraban a un cargo quedan heridos, al costado del camino. Una mirada en torno a lo sucedido en el cierre de listas, fuerza por fuerza, da cuenta de una situación análoga a la de un rally de ambulancias que buscan recoger a los quedaron golpeados, pero cuyo exceso de velocidad los obliga a dejarlos olvidados... cuando no atropellarlos, directamente.
Hay quienes deciden quién sí y quién no en una lista. Y tienen el poder suficiente para hacerlo sin que nadie tenga una energía equivalente para oponérseles.
De allí que la novedad, podría decirse, es que quien encuentra la puerta cerrad en una fuerza, la golpee en otra. Y así se empiezan a reconfigurar los espacios que compiten en cada elección, como una especie de seleccionado de ganadores o de perdedores, de olvidados o ignorados.
Ya no hay más reglas de jugo que inventar, habida cuenta de que las PASO permiten competir y -en el caso de la próxima elección que va enganchada con a convocatoria nacional- también aparece la "solución" de las colectoras.
Aun así, en todas las fuerzas hay demasiada gente que se quedó sin el pan y sin las tortas y que recurrirá o a repudiar lo que antes abrazaba con fruición, o a sostener esa pasión, pero generando nuevos lugares.
De pronto, la política es otra cosa: los une ideas sueltas que se van pegando con una sustancia que tiene vencimiento y que cuando se despeguen, pasarán a formar otros grupos de otras ideas.
Probablemente el paso del tiempo y la posibilidad de mirar en perspectiva permita dilucidar si este proceso es la transformación que llevó a una mejor representación de la sociedad o si está generando lo contrario: un gerenciamiento que divide claramente a ganadores permanentes de perdedores continuos.
Como en todas las cosas, nada está predestinado y esa construcción está en manos de todos aquellos que pretendan ser protagonistas.