¿Quién fue el General Espejo?

El Gral. Gerónimo Espejo, cuyos restos fueron quitados de El Plumerillo y trasladados al Liceo Militar que lleva su nombre en 1980, bajo la mirada de la historiadora Luciana Sabina.

Luciana Sabina

Gerónimo Espejo nació el 30 de septiembre de 1801 en Mendoza. Siendo un adolescente ingresó en el ejército de los Andes. Desde 1817 intervino en numerosas campañas y batallas, comenzando por Chacabuco.

Como tantos héroes de la Independencia fue proscripto por Juan Manuel de Rosas -considerándolo un "salvaje unitario"- y el 21 de diciembre de 1831 terminó refugiado en Bolivia donde se lo recibió con honores.

Tras la caída del Restaurador en la Batalla de Caseros, Espejo volvió a su patria, contribuyendo con el gobierno desde un primer momento. El 21 de febrero fue elegido diputado por la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Mendoza y enviado como senador suplente al Congreso Legislativo Federal de la Confederación, que comandaba Justo José de Urquiza. Por entonces Argentina se encontraba dividida, siendo Buenos Aires un Estado aparte que se oponía a la citada Confederación.

Apoyando a Urquiza se desempeñó como Tesorero del Banco Nacional del Rosario, director de la Mesa Central de Estadística, y archivero general del Archivo General, sucesivamente. En marzo de 1858 adquirió el título de supremo oficial mayor del Ministerio de Guerra.

Ya retirado dedicó su tiempo a la Historia en primera persona. Escribió "El ejército de los Andes", donde describió la hazaña sanmartiniana y las vicisitudes que sufrieron durante la misma. Legando, a través de cada página, un retrato acabado de sí mismo y del resto de los generales, que la posteridad atesora.

En 1932, la revista Caras y Caretas destacó su labor en este campo: "Nadie pretenda hallar en la labor histórica del general Espejo al escritor educado en las vigilias del estudio, al documentador minucioso, al hurgador de archivos y bibliotecas; el general Espejo surge escritor en la acción, de la misma manera que se levantó héroe, y acaso por una poderosa intuición realizó lo que su jefe estaba incapacitado de hacer: San Martín, como los grandes guerreros, poseía un laconismo exagerado a veces hasta el silencio. El general Espejo lo comprendió así, y por ello escribió su hermosa obra histórica; hermosa porque de ella nació la fuente en que habrían de ir a beber los que escribieron la historia de la cruzada libertadora de América, el relato épico que vinculó, mediante los hechos de armas realizados en Chile y el Perú, a los gauchos de las pampas argentinas con sus hermanos heroicos, los intrépidos llaneros de Venezuela".

La última obra de Don Gerónimo se publicó en 1888. Se trata de un bosquejo histórico sobre el coronel Pringles. Solicitó a Bartolomé Mitre que leyese el texto, para tener una segunda opinión, antes de darlo a conocer. Éste respondió con una sentida carta, concluyendo: "Pienso, pues que debe dar Vd. su trabajo a la prensa en la seguridad de que será estimado como merece por el pueblo, haciendo honor a su autor y al compañero de armas a quien conmemora".

Poco después el viejo general falleció, siendo el penúltimo soldado del Ejército de los Andes que quedaba con vida. Le sobrevivió Eustaquio Frías (1801-1891), lancero de San Martín. La mañana del 21 de febrero de 1889 cien carros acompañaron su cuerpo hasta el cementerio de la Recoleta, donde Mitre dijo algunas palabras cargadas de épica. Mientras el General Roca, también presente, asentía con su cabeza cada palabra.

Años más tarde, por iniciativa de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, los restos del ilustre comprovinciano fueron trasladados a nuestra provincia y descansaron hasta mediados de 1980 en el Campo Histórico Plumerillo. Los ataques vandálicos obligaron a removerlo y hoy se encuentren en la escuela que lleva su nombre.

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