¿Por qué el 6 de agosto se festeja el Día del Veterinario Argentino?

La historia habla del impulso que se le dio desde una gestión del país al estudio de la Veterinaria y también de la Agronomía. Lo cuenta en esta nota la historiadora Luciana Sabina.

Luciana Sabina

A partir del 6 de agosto 1983, gracias a un decreto del gobierno nacional, en Argentina celebramos el Día del Veterinario.

Marca la conmemoración de la primera lección en esta disciplina universitaria, que encuentra sus raíces en el 6 de agosto de 1883. Fue en ese día cuando comenzaron a brindarse clases en el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, situado en Llavallol, Buenos Aires. Vale la pena mencionar que en esta misma fecha se celebra el Día del Ingeniero Agrónomo, en recuerdo del mismo logro educativo.

Durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, se buscó un nuevo espacio para incentivar estas dos carreras, fundamentales para el desarrollo de Argentina como "granero del Mundo" y para generar los cambios en el ganado vacuno que nos llevaría a ser reconocidos mundialmente.

En esta nueva etapa se estableció que "los alumnos de veterinaria y agronomía que hubieran obtenido mayor puntaje en todos los exámenes de los ocho semestres serán acreedores a una medalla de oro y una subvención de sesenta pesos oro mensuales por dos años, para perfeccionar sus estudios".

Estamos a inicios de 1904 y -simultáneamente- se encomendó al veterinario belga Desiderio Bernier, la responsabilidad de adquirir en Europa equipamiento para el gabinete, el laboratorio y la biblioteca. Además, debía seleccionar a un grupo de profesores para que vinieran a Argentina. El belga evaluó los antecedentes profesionales de cada candidato, pero no sólo eso. Consideró una amplia gama de cualidades, incluyendo aspectos físicos, habilidades de comunicación, aptitudes pedagógicas y capacidades laborales.

En septiembre de 1904 cuatro se inauguró el nuevo edificio, acto al que asistió Roca durante los últimos días de su segundo mandato.

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Ya en 1909 se trasladó al ámbito universitario convirtiéndose en una facultad de la Universidad de la Plata.

Con respecto al cupo femenino. La pionera en inscribirse en la carrera fue Amalia Pesce de Fagonde, quien también ostenta el título de ser la primera mujer en graduarse como veterinaria en el país, obteniendo su diploma en julio de 1936. Amalia se ganó la amistad de sus compañeros y el reconocimiento de muchos docentes. Sin embargo, como señala Osvaldo Pérez en Historia de la Facultad de Ciencias Veterinarias, "las primeras alumnas se encontraron con un ambiente que en muchos casos les fue hostil.

 No todos los profesores veían con buenos ojos perder el tiempo enseñándole a mujeres y más de uno maldecía por lo bajo por no poder expresarse abiertamente entre hombres o tener que enseñar temas ríspidos para la época como podían ser los relacionados con los aparatos genitales de los animales. 

Hasta se llegaba el caso de que en algunas materias -Obstetricia, por ejemplo- se eximía a las mujeres de realizar determinadas maniobras en los exámenes".

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Su matrimonio, que tuvo lugar mientras aún era estudiante, hizo que su progreso en la carrera se viera ralentizado. Fue entonces cuando otra alumna, que había ingresado después, pero era muy aplicada, logró alcanzarla en términos académicos. Esta rivalidad no pasó desapercibida para muchos de sus compañeros de la época, quienes apoyaron abiertamente a Amalia y la motivaron a acelerar su avance en la carrera para convertirse en la primera graduada del país y de Sudamérica.

El titular de una de las materias del último año sostenía que Amalia no debería ser la primera en graduarse. En el primer intento de Amalia para rendir fue desaprobada por dicho docente. Pero en su segundo intento, uno de los ayudantes de cátedra engañó al profesor haciéndole creer que no era la última prueba de la joven. Esto le permitió aprobar fácilmente, ya que aparentemente le quedaba mucho por hacer para completar sus estudios. 

La situación desató un festejo generalizado entre los estudiantes y el profesor finalmente se dio cuenta de que había sido víctima de un engaño. Se dice que la frustración resultante lo llevó a propinar un golpe al ayudante de cátedra. 

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