¿Qué entendemos por inclusión educativa y social?

El Prof. José Jorge Chade analiza conceptos profundos vinculados a la educación y la sociedad.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza Dr. en Ciencias de la Educación.

El concepto de inclusión educativa y social se refiere a un horizonte de pensamiento e investigación que no puede atribuirse a un modelo único ni solo a la integración escolar, sino a una postura teórica básica que pretende acabar con toda forma de segregación y exclusión social, institucional y educativa. Asimismo, requiere centrar la atención no solo en el individuo y sus deficiencias, sino también en el funcionamiento, las capacidades y el contexto.

 Desde esta perspectiva, exige un cambio en el sistema social, educativo y escolar existente para permitir la participación plena y activa de todas las personas, incluidas las personas con discapacidad. 

En Argentina, hoy también en Europa y en el mundo, hemos sido testigos de un proceso que se ha desarrollado sobre un eje interpretativo que podría situarse en un continuo que ha ido desde la exclusión hasta la integración, y finalmente, a la inclusión.

¿Qué entendemos por inclusión educativa y social?

Ante los desafíos y cambios que impone la sociedad contemporánea y los avances de los últimos años, se trata no sólo de comprender el actual horizonte cultural, político, teórico y metodológico en el que se sitúan los proyectos educativos, practicados durante tantos años, a favor de niños, jóvenes y adultos con discapacidad o que viven en condiciones desfavorecidas y en riesgo de marginación y exclusión; sino también de comprender mejor sus significados, verificar su calidad y resignificar sus acciones en función de los nuevos constructos teóricos evolutivos emergentes. El riesgo, por el contrario, que corremos en nuestro país es el de circunscribir y categorizar un proceso y unas prácticas, pensando que todo está hecho y que no es necesario reubicar, evolucionar ni mejorar nuestra acción educativa. La situación en la que se encuentran los servicios educativos y los sistemas escolares no es un destino ni algo preconcebido y organizado. Una situación puede evolucionar, no debe considerarse permanente. Puede transformarse y revertir sus puntos de partida. Una condición que permanece silenciosa, pero dentro de la parábola estructural que la constituye. Estas consideraciones no son un juego de palabras. Al contrario, nos invitan a investigar con detenimiento las organizaciones y prácticas educativas y didácticas en las que se insertan las personas, padres, profesionales (educadores, maestros, psicólogos, trabajadores sociales, pedagogos, técnicos de rehabilitación, neuropsiquiatras infantiles...) e incluso los ciudadanos. Al intentar actuar en la dirección descrita, surgen claramente algunos desafíos que deben asumirse y aceptarse en la sociedad contemporánea, y específicamente en los sistemas escolares y educativos.

¿Qué entendemos por inclusión educativa y social?

He aquí cuatro de ellos: 

1. ¿Aquellas personas que tienen un diagnóstico o un "destino marcado" deben desafiarlo, intentar superarlo, negarlo? 

2. Las competencias de la escuela y los servicios deben ser flexibles, tener capacidad de integración y organizar el tiempo para un proceso que permita la realización de un proyecto de vida. 

3. El apoyo debe ser evolutivo y pasar gradualmente de una relación dual a un apoyo de proximidad. 

4. La escuela y los servicios, si acogen a los "últimos", aumentan las competencias de y para todos. Les recuerdo que una persona en situación de desventaja en un aula se transforma en un elemento analizador de la situación.

Más allá del diagnóstico: reconocer la discapacidad, acompañar el límite y descubrir a las personas son dos procesos (Canevaro, 2013, p. 10)2 que a menudo se confunden: el proceso de humanización y el proceso de deshumanización. El primero considera que la inteligencia está en continua adaptación e inicia dinámicas coevolutivas, por lo que también podría manifestarse y desordenarse como una obra en construcción. El segundo reduce al individuo a algo dado, inmutable. Por lo tanto, se concibe al ser humano como un ser predestinado, inmutable, que debe ordenarse y organizarse de forma precisa para no convertirse en una amenaza para los demás. La amenaza puede constituirse en la reducción de toda consideración a una cuestión económica por ejemplo, o incluso en la investigación y puesta en práctica de técnicas específicas y orientadas a ser practicadas conjuntamente y en cualquier contexto.

El término discapacidad adquiere un significado multidimensional y multiperspectivo en las reflexiones contemporáneas. Ya no se refiere únicamente a los determinantes neurobiológicos, funcionamientos y conceptualizaciones relacionados con los déficits y las discapacidades, entendidos como un elemento individual basado en el vínculo causal entre la deficiencia y la discapacidad; también contempla la búsqueda de la emancipación y la autodeterminación desde la perspectiva de los derechos; exige el análisis de las prácticas institucionales y sociales que causan exclusión; asume un enfoque crítico relacionado con las representaciones sociales y culturales, los estereotipos y los prejuicios subyacentes a la discapacidad; requiere la adopción de una epistemología que sea también pedagógica y didáctica, evolutiva y dinámica respecto a los procesos de desarrollo humano; por lo tanto, diferente de la puramente biomédica-individual, meramente clasificatoria y certificadora.

¿Qué entendemos por inclusión educativa y social?

La inclusión no solo concierne a categorías predefinidas. Siempre he recalcado que las personas no poseen categorías. Concierne a todos, a cada uno, incluidas las personas con discapacidad. En la sociedad contemporánea, por lo tanto también en contextos educativos y escolares, también hay niños y niñas, jóvenes, adultos, ancianos con discapacidad, y no solo eso, también hay compañeros, esposos, esposas, hermanos, hermanas, amigos sin discapacidad que acompañan o simplemente viven relaciones entre géneros, también contemplando la deficiencia o el límite en su vida cotidiana, rara vez se han pensado espacios para ellos: mentales, físicos, emocionales, prácticos. Hay, nuevamente, estudiantes con discapacidades específicas de aprendizaje, o condiciones de desventaja socioeconómica o que presentan dificultades de aprendizaje, personas con las más variadas habilidades, mujeres y hombres migrantes o hijos de migrantes que viven condiciones de discapacidad, que tienen diferentes condiciones de salud y se relacionan con la salud de diferentes maneras; Un grupo, por lo tanto, aquel que se encuentra con discapacidades o condiciones marginales en riesgo de exclusión, que suele considerarse especial, no solo porque se le considera y reconoce (al menos debería serlo) con igualdad de derechos (e intervenciones específicas en el caso de necesidades educativas especiales o discapacidades), sino también un poco extraño en los márgenes, un extraño entre tantos nativos. En realidad, no es extraño. Todos somos, o nos convertiremos en, un poco discapacitados.

Es necesario asumir el compromiso y la responsabilidad de encontrar los mediadores idóneos para pasar de una relación dual que busca insertar e integrar (adaptar) al individuo al contexto mediante la delegación de figuras específicas, lo que también produce distorsiones del sistema y falsas integraciones e inclusiones, a una que también evolucione mediante la reorganización de contextos, la interrelación de diferentes figuras profesionales y el inicio de relaciones de amistad, proximidad, cercanía y colaboración. Un reto, este último, que no es nada fácil de lograr. El constructo que subyace a la palabra discapacidad y a los modelos orientados a la mejora de la calidad de vida (OMS, 2001) desplazan el eje interpretativo hacia dos direcciones intencionales (Malaguti, 2014) que apuntan a la implementación de intervenciones tanto dirigidas y específicas para la mejora de las habilidades individuales (enfoque de las capacidades) (Biggeri, Bellanca, 2010) como a la organización de los entornos de vida mediante la introducción de mediadores eficaces en la definición de contextos competentes (Chade,2005) acogedores e inclusivos que permitan a todos, y a cada uno, mejorar la calidad de vida y reorganizar el aprendizaje teniendo en cuenta las diferencias individuales.



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