El futuro del dólar llena de incertidumbre el panorama a una semana de las elecciones

El mercado sigue creyendo -o queriendo- una devaluación del peso, pero hace falta reformas de fondo, mejor calidad institucional y calidad de gestión. El análisis de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

Esta semana fue una verdadera montaña rusa. Lo que fue una buena noticia sobre fines de la semana pasada, la intervención del Tesoro de Estados Unidos, a través de intervenciones del Banco Santander y del Citi, esta semana ya no sirvió. Es que el presidente Trump dijo que, si Milei no ganaba las próximas elecciones, su gobierno dejaría de apoyar a Argentina.

Por supuesto, Trump haciendo declaraciones es parecido a Milei, porque siempre necesita que alguien haga una reinterpretación de sus palabras para evita el caos. Y esta vez pasó eso. Toda la buena onda arrastrada de la semana pasada se esfumó tras esas declaraciones y volvieron a aparecer interpretaciones de analistas e incluso, de medios importantes, como el Financial Times, vaticinando la necesidad de cambios profundos.

Lo cierto es que la venta de divisas por parte del Tesoro norteamericano no tranquilizó al mercado, que apuesta a un cambio del sistema cambiario y una eventual devaluación. Pese a las intervenciones de miércoles y jueves, el valor siguió subiendo y, según las entidades financieras, había una gran demanda vía home banking, es decir, era casi toda minorista, o al menos así estaba disfrazada. El viernes el precio minorista tocó los $1475, con una demanda desenfrenada y el Tesoro de EEUU comprando pesos.

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Hubo declaraciones del ministro Caputo asegurando que no habría devaluación, y es lógico. El ministro nunca puede anticipar movimientos de esa naturaleza, por eso el mercado se trata de anticipar. No obstante, el ministro trata de anticipar lo que vendrá después de las elecciones. Por supuesto, para eso hace falta que gane Milei, y esto es porque hay muchos empresarios enojados que quieren apoyar al kirchnerismo.

Mientras Milei sigue recitando los dólares que pueden ingresar por actividades macro, como el agro, energía, gas y petróleo, y minería, la gente lo mira extrañada porque son actividades de capital intensivo, que tiene tiempos de ejecución largos y poca generación de empleo relativa y cuando se le plantea el problema de la mayoría que tienen presupuestos cada día más comprometidos, el presidente solo responde que no está dispuesto a emitir moneda. El voluntarismo de Milei cree que la fe y las fuerzas del cielo harán el milagro, pero no explica ninguna medida concreta para reactivar la economía.

Caputo intenta bajar el discurso a los empresarios, que esta semana estuvieron en el Coloquio de Idea. El ministro les anunció que, a poco de terminar la estabilización, la próxima etapa será la de las reformas laboral e impositiva. Este ha sido el reclamo generalizado de los empresarios reunidos en Mar del Plata. "Gana más el que trabaja en negro que el que lo hace dentro de la ley" se quejaron.

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El problema es que, ahora, los reclamos han aumentado y ya se piden cambios en el gabinete. El presidente reconoció que habrá cambios, pero se negó a anticipar en qué funciones, descontando que deberá reemplazar a Patricia Bullrich y Luis Petri que, seguramente, asumirán como diputados nacionales. El mismo FMI repitió la vocación por ayudar, "pero el gobierno debe asegurar la gobernanza", dijeron en un comunicado.

El futuro del dólar ¿es solución devaluar?

Hay una realidad que se palpa en la situación económica: el peso está muy sobrevaluado respecto del dólar y este es un error de diseño de la política económica, de creer que manipular el tipo de cambio permite tener bajo control la inflación. Es decir, se pretende usar el precio del dólar como ancla antiinflacionaria. Ese dólar barato está causando problemas de competitividad en sectores del comercio, textiles, turismo y hasta en exportaciones de las economías regionales.

Esto genera beneficios de corto plazo y problemas graves de largo plazo porque muchos economistas comienzan a hacer cálculos para saber cuánto debería costar la moneda norteamericana y ahí vuelven a errar porque el precio lo pone el mercado, no los economistas ni los funcionarios. El dólar es un bien más de la economía y su precio debe manejarse por la ley de oferta y demanda.

Pero cuando se manipula su precio, y se lo mantiene atrasado artificialmente, suele ocurrir un efecto corrida cuando el precio se libera totalmente. Hoy las especulaciones rondan alrededor de cuál sería el esquema del tipo de cambio en Argentina, luego de las elecciones. Nada se sabe, el gobierno dice que no devaluará, pero hay quienes dicen que podría recalibrar el régimen de bandas, aunque no sería lo mejor.

Otros apuestan a una liberación lisa y llana, aunque asumen que podría impactar en la inflación. Incluso, algunos creen ver esta salida a partir del nuevo informe del FMI proyectando para la Argentina una inflación del 41,3% en 2025 y de 16,4% en 2026, muy superior a las del mes pasado y mayor que la del REM del Banco Central, cuyo consenso llegó a 29,5% para 2025.

Pero, aunque algunos estén apurados e insistan con el atraso cambiario, vale la pena reflexionar acerca de lo que ocurriría si se devalúa la moneda. Convengamos que lo que se devalúa es el peso argentino y, por eso, aumenta el precio del dólar y del resto de las divisas internacionales. No se devalúa el dólar en nuestro país, aunque sí lo haga en el resto del mundo.

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Si bien en los últimos movimientos del dólar no hubo un traslado masivo a precios, básicamente porque el nivel de los salarios está muy dañado y las empresas, que no quieren aumentar perdiendo ventas, tuvieron que hace algunos movimientos para compensar el costo de algunos insumos importados. No obstante, el traslado ha sido mínimo en la mayoría de los precios. De todos modos, las reformas impositiva, laboral y previsional son de gran urgencia.

Pero si hubiera una devaluación mayor, aunque sea progresiva, habría una actualización de todos los valores y, por ello, la ventaja que podría resultar de la devaluación quedaría neutralizada por la inflación que se podría generar. Por eso es por lo que hay que comenzar a trabajar, seriamente, en la forma de bajar costos, fundamentalmente impositivos y de regulaciones que hoy gravan a las actividades económicas.

El gobierno tiene que solucionar problemas generados por ellos mismos. Por ejemplo, el BCRA no pudo comprar dólares porque, según una regla acordada con el FMI, solo lo haría cuando la cotización de la moneda toque el techo de la banda de flotación. Y es a absurdo que no lo pueda hacer. De paso, el Tesoro no renovó el 50% de un vencimiento de Letras para no convalidar subas en las tasas de interés y liberó más de 2 billones de pesos. Esta cantidad podría ayudar a bajar las tasas, pero también seguir presionando sobre el mercado cambiario, como vimos el viernes.

La próxima semana será definitoria y el resultado electoral será el destino que los argentinos elijan, pero también le recordará al gobierno que debe gobernar dos años más y debe hacerlo con principios, pero sin dogmatismos rígidos, entendiendo que sostener la paz social es un deber primordial, sin sacrificar logros obtenidos, como el equilibrio fiscal. Hay que mejorar la eficiencia en la gestión, que es muy deficiente hasta ahora.





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