Proyecto Mochi, una iniciativa con 10 años de mochilas que cambian vidas

La iniciativa solidaria mendocina creada por la docente Adriana Infante celebra una década de trabajo ininterrumpido. Más de 20.000 mochilas entregadas y miles de historias de esperanza. En diálogo con EntornoPyme, por RadioPost FM, sus protagonistas contaron cómo nació el proyecto, sus desafíos y lo que sueñan alcanzar en el futuro.

Anabel Angileri

En Mendoza, hace ya diez años, una imagen marcó un antes y un después en la vida de Adriana Infante, docente y fundadora del Proyecto Mochi. Aquella postal televisiva de niños corriendo en un basural despertó en ella la necesidad de hacer algo. Y lo hizo desde el lugar que mejor conoce: la educación.

Así nació la idea de juntar mochilas y útiles escolares para que ningún niño se quede sin iniciar el ciclo lectivo. Lo que comenzó en 2016-2017 como una iniciativa casera -con amigas, primas e incluso la ayuda de su hija diseñando un flyer improvisado- se viralizó de tal manera que en la primera campaña superaron el millar de mochilas.

"Las primeras veces que lloré bajo la ducha fueron ahí, en esa campaña inicial donde todo me sobrepasaba", recordó Adriana en la entrevista con EntornoPyme (RadioPost FM). "Pero con el tiempo se fue organizando, creciendo y tomando forma".

De un comedor a 20.000 mochilas

Adriana Infante.

Adriana Infante.

Al principio, las mochilas se apilaban en el comedor de la casa de Adriana. Hoy, diez años después, el proyecto suma más de 20.000 mochilas entregadas y un equipo de ocho personas que trabaja durante todo el año para hacer posible cada campaña.

La dinámica es clara: las escuelas de toda la provincia inscriben a los niños que realmente necesitan ayuda, se convoca a voluntarios que "adoptan" a un chico y se encargan de armarle su mochila personalizada. Luego, a través de una red de puntos de recepción -muchos de ellos veterinarias amigas del proyecto-, las mochilas llegan a un centro de acopio desde donde se distribuyen a las escuelas.

La meta para este 2025 es ambiciosa: alcanzar 100 escuelas y superar las 3.000 mochilas en esta campaña especial de aniversario.

Mucho más que útiles

El proyecto insiste en un detalle clave: no se trata solo de una donación anónima. Cada voluntario conoce el nombre, la edad y el grado del niño al que le prepara la mochila. "No queremos que sea una transacción fría -explicó Adriana-. Queremos que haya un mensaje, un gesto de cariño. Que cada chico sienta que esa mochila fue pensada para él".

Ejemplos sobran: desde una niña que decidió regalar su muñeco de apego, hasta donantes que agregan stickers, etiquetas o cartas personales. "Una vez un nene me dijo: ‘A mí no me dieron nada, me hicieron mi mochila, tenía mi nombre, eran mis cosas'. Ese es el valor real de este proyecto", contó emocionada.

Nuevas incorporaciones y expansión

Al equipo se sumó más tarde Natalia Girardi, diseñadora gráfica y especialista en marketing digital, que primero colaboraba armando mochilas y luego ofreció sus conocimientos para mejorar la comunicación del proyecto.

"Soy fan del proyecto desde siempre -afirma Natalia-. Me toca una fibra muy profunda porque creo que los primeros años de vida son clave. Hoy aporto en lo digital, pero lo más valioso sigue siendo el espíritu de comunidad que se genera".

Desafíos y transparencia

Natalia Gerardi.

Natalia Gerardi.

El crecimiento no estuvo exento de dificultades. Desde la credibilidad hasta la logística, el proyecto aprendió a sostenerse sobre la base de la confianza y la transparencia.

"No hay nada detrás: ni político, ni religioso, ni partidario. Cada mochila se rastrea, cada duda se responde. La confianza es lo que nos sostiene", explicó Adriana durante la entrevista.

Historias que devuelven esperanza

Entre tantas anécdotas, hay una que Adriana recuerda con particular emoción: una joven que, tras perder a su madre, recibió de su maestra una mochila que alguien había armado para ella. Años después, con mucho esfuerzo, logró devolver ese gesto preparando mochilas para otros niños.

"Cada mochila son dos historias que cambian: la del niño que la recibe y la de la persona que la prepara", resumió Adriana.

Cómo colaborar

La convocatoria a las escuelas se realiza todos los años en octubre, mientras que en noviembre comienza la asignación de niños a los voluntarios. Empresas, familias o particulares pueden sumarse preparando mochilas o difundiendo la campaña en redes sociales.

"Armar una mochila es mucho más que un acto de solidaridad -explica Natalia-, es regalar un comienzo digno, lleno de ilusión y esperanza".

Un proyecto que inspira

Diez años después, el Proyecto Mochi se consolida como una de las iniciativas solidarias más inspiradoras de Mendoza. Un puente entre quienes quieren dar y quienes necesitan recibir, siempre con la educación como motor y con la convicción de que empezar las clases con una mochila nueva puede cambiar el destino de un niño.



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