Marchar y gobernar: 25N

"No existe una posición más feminista que el pensar que cada mujer debe vivirlo y ejercerlo como mejor lo considere y con libertad", escribe en esta columna Emiliana Lilloy, e invita a reflexionar sobre el significado del 25N.

Emiliana Lilloy

En su visita a Mendoza la gran Maestra Silvia Federici fue consultada sobre cuáles debían ser los próximos pasos y estrategias que debía seguir el feminismo contemporáneo. En un acto de humildad y sapiencia respondió que los tiempos han cambiado, que su feminismo se adaptó a su contexto de vida y que ella no podía saber qué vendría, qué batallas y desafíos deberíamos afrontar las que continuamos con el legado de las feministas de su generación. Básicamente contestó que nos toca a nosotras leer la realidad en constante cambio, y diseñar las estrategias que mejor se adapten a alcanzar la igualdad y liberarnos de la violencia. Sin embargo, también dijo que sólo podía darnos un consejo y en eso fue inflexible: "No se institucionalicen".

Ante este mensaje contundente de una de las referentes mundiales del feminismo, las mujeres feministas que sí estamos institucionalizadas -y que por añadidura sí creemos en que el Estado y las normas legales y culturales que antaño y actualmente nos oprimen pueden y deben ser cambiadas desde la participación política y la penetración de las instituciones-, no podemos dejar de replantearnos las cosas y reflexionar sobre su postura.

Es verdad que el Estado moderno desde sus orígenes se concibió como una estructura patriarcal que sujetó a las mujeres a la autoridad de los varones, sometiéndola a la infantilidad y domesticidad perpetua. Esto es patente no sólo de la observación de las leyes que se sancionaron y su correlato en que sus organismos sólo fueron ocupados por varones, sino también en el pensamiento de "los padres" de tal creación, quienes libremente fundaron la opresión en sus escritos "La política pertenece a los hombres, igual que les pertenece la racionalidad, la jerarquía, la cultura, el temple, el valor, el carácter y el acuerdo. Las mujeres deben estar excluidas de la política y limitarse al buen arreglo de la casa, a la obediencia, a la dulzura y, en general, a facilitar la libertad y el éxito de los varones a cuya autoridad han sido subyugadas". Jean Jacques Rousseau.

En este sentido, puede hallarse razón en las palabras de Federici, si una piensa que cuando las mujeres entran al Estado o a las instituciones de raigambre patriarcal, perdemos la fuerza de nuestras ideas y luchas por quedar atrapadas en estas lógicas y, al tener que adaptarnos -como ya lo expresaba el Teorema de Baglini- a esquemas conservadores que nada tienen que ver con la fuerza del feminismo libre de las calles y asociaciones populares en sus reclamos.

Sin embargo, aunque podamos coincidir con esa idea, ¿cómo podríamos las mujeres cambiar nuestras leyes e instituciones sino penetrando y participando de los mecanismos de poder que las crean? ¿No es también cierto que desde que las mujeres conquistamos las posiciones de poder se han sancionado leyes que liberaron a las mujeres de restricciones legales, se legislaron los derechos reproductivos, se dejó de ver la violencia doméstica como una cuestión íntima y prerrogativa del varón para pasar a considerarse un delito, entre otras tantas conquistas de las mujeres?

Y si bien es claro que el camino de las instituciones está lleno de trampas, tomando como ejemplo cuando, ante la ley de cupo, se propusieron a "esposas de" o mujeres que no estaban en la militancia política para ser dirigidas, no es menos cierto que hoy el camino hacia una representación femenina real está transitado y firmemente conquistado por mujeres valiosísimas que están cambiando nuestra historia.

Recientemente una referente local de la lucha por las mujeres me comentó que, durante su mandato como legisladora provincial, las mujeres-que eran solo tres- no tenían baño en la legislatura. Más allá de la incomodidad y el mensaje simbólico que esto implica, ¿no debemos a ella y a esas valientes mujeres la gratitud de haber penetrado los muros visibles e invisibles del poder para que hoy las mujeres podamos ser parte de la casa de las leyes y ser escuchadas?

El 25 de noviembre marchamos en conmemoración del Día de la No Violencia por las calles de Mendoza y el mundo entero. Confluimos mujeres de distintos espacios, asociaciones, partidos políticos, funcionarias del Estado, mujeres que iban por libre con sus amigas o familias, todas.

Todas somos los feminismos, todas marchamos, abogamos y trabajamos por la igualdad y la eliminación de la violencia desde nuestros espacios, con estrategias e ideas que no siempre coinciden, pero que por seguro propenden a una sociedad más justa.

Alfonsina resumió: "El feminismo es el ejercicio del pensamiento por parte de las mujeres" y en este sentido, no existe una posición más feminista que el pensar que cada mujer debe vivirlo y ejercerlo como mejor lo considere y con libertad. Ocupamos todos los espacios. Marchamos, militamos, conquistamos y gobernamos. Nada de nosotras sin nosotras.

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