Hasta cuándo vamos a permitir el uso del miedo como herramienta política

No te voy a dar ideas, pero te voy a repetir incansablemente que las ideas de otros son peligrosas para vos y tu familia. Te alejaré de ellas, aún sin darte razones, pero te voy a mantener seguro en el status quo.

Si hay una cuestión que marca a la política en la Argentina y también la de Mendoza es la falta de propuestas e ideas. Se repiten los procesos una y otra vez y ahora ante un problema diferente, hay pocas ideas para salir y enfrentar lo que se viene.

Por ejemplo, si tenemos un crisis económica, vamos y emitimos o aumentamos impuestos, una fórmula que se repitió durante décadas y que "nunca falló". Si alguien propone hacer reformas laborales nos oponemos directamente. No es importante si la economía informal es más grande que la formal, si el empleo en negro alcanza un porcentaje grosero de la población y si los métodos de trabajo cambiaron con los años. La cuestión es oponersesiempre a cualquier reforma, porque eso históricamente funcionó para los líderes sindicatos (en un alto porcentaje millonarios) que repiten sin dudar que es "la única forma de cuidar a los laburantes".

Lo que pasa con los laburantes, con los afiliados a los sindicatos, es un ejemplo de lo que ha ocurrido durante décadas en todos los sectores del país. En este caso específico se trata de la constante transmisión del discurso del miedo y de lo malo que será si hay una reforma porque los empresarios arrasarán con todo y ellos vivirán vida miserables. Ese discurso del miedo ha sido tan efectivo en el tiempo que se usa en todos los ámbitos de la política. Es tan fuerte que parece imposible de romper y no sorprende, porque para nadie es un misterio que el miedo paraliza.

El miedo fue en principio el gran factor al que apeló, por ejemplo, el Gobierno nacional para justificar la cuarentena a la que ahora no quiere llamar cuarentena. El miedo lo usó Cambiemos durante la campaña del 2015, planteando lo malo que sería la continuidad del kirchnerismo en el poder. Así muchas personas votaron por Macri, aún no estando convencidos de que era el indicado, pero temiendo a un nuevo período K.

El miedo se usa hace años en Mendoza para frenar la actividad minera con un discurso que habla del agua y la contaminación, pero que está alejado de los aspectos técnicos que nunca se tratan. También se uso para no aplicar cambios y por eso no reformamos la Constitución, porque sería abrir la puerta para perpetuarse en el poder. Van a empezar con una reelección y después van a ir por todo.

¿La pregunta es, hasta cuándo se puede seguir usando el miedo como una herramienta política en el país? La respuesta es que el miedo se dejará de utilizar cuando los representantes políticos, sindicales, y todo aquel que ostenta algún grado de poder, cambie su discurso atemorizante por propuestas y alternativas.

Si algo tienen en común los que usan el discurso del miedo es que no se caracterizan por ser propositivos, sino que aprovechan y critican las opciones que plantean otros, pero carecen de alternativas para hacerse cargo de situaciones que apremian a la sociedad como -por ejemplo- la pobreza o el trabajo informal. Apuntan a destacar las fallas del otro y enarbolan banderas convirtiendo una causa en una religión que no entiende razones, sino que se sigue por una cuestión casi de fe construida en base al miedo.

En la vereda del frente a la del miedo está el convencimiento. Alcanza los mismos objetivos, pero a diferencia de la opción anterior que paraliza, moviliza y motiva al crecimiento de las personas y las comunidades.

Además, el convencimiento permite ser crítico dentro de una creencia, buscando siempre mejorar el desarrollo de una idea o una propuesta. Claro, en este caso hablamos de líderes que no se van a conformar con el status quo, que siempre van más allá.

Las comunidades que viven bajo campañas del miedo no sólo no avanzan, sino que niegan su realidad y, además, aún estando en crisis profundas mantienen su discurso y prefieren seguir hundiéndose bajo un extraña creencia de que están haciendo lo correcto.

Hoy, ante un problema y una crisis que nunca enfrentamos, tenemos que abandonar el miedo y avanzar hacia el convencimiento, terminando con esa parálisis, porque no hay tiempo que perder. Hoy es el momento para ver qué dirigentes están a la altura de las circunstancias y cuántos encontraron en la política un refugio cómodo y beneficioso.

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