Mérito e igualdad de oportunidades

Vuelve el debate sobre la meritocracia, planteado ya por Marcelo Puertas en estas columnas y con repercusión que originó réplicas.

Marcelo Puertas

En relación a una nota que se publicó, en este medio respecto de la validez de la meritocracia o el mérito, he recibido varias "devoluciones" de algunos amigos, colegas, conocidos, las cuales todas me llamaron a la reflexión, quedándome con las críticas a los fines de repensar mis convicciones.

Entre ellas destaco aquella que impugna la posibilidad de tener en cuenta el mérito (acción digna de alabanza o reconocimiento) como un valor, en razón de que no se le puede exigir un accionar de acuerdo a derecho a todos los seres humanos en razón de que no existe la igualdad de oportunidades entre ellos y por ende sería injusto demandar la misma o similar respuesta, a los carentes que aquellos otros que se encuentran en mejores condiciones.

Tomando esa posta como cierta me origina una primera conclusión, a saber: 

1.- Nuestra norma es injusta ya que obliga a algunos sujetos (los carentes) a comportarse de determinada manera, resultando ello de muy difícil o imposible cumplimiento, motivo por lo cual irremediablemente los haría incurrir en forma sistemática en la ilicitud o actitud ilegal; 

2.- Un segundo paso sería disminuir la cantidad y nivel de imposición de determinadas conductas de nuestras leyes, que imponen determinados comportamientos a los fines de que los carentes puedan tener mayores niveles de equidad con los pudientes, es decir exigir menos, ser más permisivos con lo que sucede en el humano devenir; 

3.- De esta manera también colijo, que al ir disminuyendo los niveles de exigencia, se va a profundizar el incumplimiento de la norma que quedara vigente, por parte de los pudientes y también de los carentes, ya que lo que se constituye, desde mi punto de vista, de esa manera es una "costumbre", una "cultura" de la vida sin normas, una vida sin consenso en lo que se debe y lo que no se debe hacer, situación en la cual donde los que medran, los que crecen, los QUE GANAN, son los poderosos, los pudientes, situación, convencido me encuentro que aparte de constituir el "sálvese quién pueda", es manifiestamente inequitativa, sobre todo para con los carentes.

Ahora bien, después de cavilar acerca del tema, (sin que considere que mi posición sea una verdad absoluta, solo es mi posición) considero que existe la posibilidad de que los carentes, los sin poder, los desclasados, los desposeídos, el "hacer mérito" en esta vida es válido (tomado como valioso) y les "sirve" inclusive a ellos, y SOBRETODO A ELLOS, ya que es el real valladar en contra de las injusticias de la inequidad social.

En principio considero a la norma como fruto del consenso de los representantes del pueblo, tendiendo la misma hacia lo que en ese momento está consensuado como "justo".

Teniendo en cuenta ello ¿por qué motivo al cumplimiento de una norma cercana a lo justo no le sirve a los sectores desposeídos? ¿Por qué no llega en su plenitud a todos los sectores cumpliendo de esa manera sus originarios fines? ¿Por qué motivo se llega a la creencia de que no tiene sentido ser virtuoso (tomando a la virtud como la práctica habitual del bien, del deber y de la justicia; cómo un impulso natural hacia la honradez)? ¿Por qué importantes sectores de la población (hasta un presidente de la República) determinan que el hacer méritos, el ser digno de alabanza por sus actos justos y honrados, no sea un deber ser de todo ciudadano?

Parte de la respuesta a dichos interrogantes, la afinco en la falta de conductas ejemplares en los referentes sociales, así como una corrupción bastante difundida en la aplicación de la ley en forma igualitaria (sea quien sea, provenga de donde provenga, amigo o adversario, pariente o extraño, etc), motivo por el cual los sectores desposeídos interpretan de que nada vale cumplir o no cumplir con la ley, si la diferencia en que seas o no sancionado estriba en que tan cerca del poder te encuentras, o si te acostás con aquel o aquella, o sos pariente, etc, etc, encontrándonos, entonces con un país que pervive al Margen de la Ley (parafraseando a Carlos Nino), tanto el pudiente como los carentes.

A modo de conclusión persuadido estoy, que una manera de ir mejorando la situación será cuando nuestros referentes, indiquen, demuestren, ACTÚEN, de manera que refieren que el ser honrado y honorable es un valor, que asimismo reconocen y avalan actos de justicia, solidaridad, esfuerzo, honestidad, compromiso con valores colectivos, el cumplimiento de la ley, en síntesis, que ellos (nuestros referentes) están dispuestos a que sus actos sean cada vez más virtuosos, mas dignos, y que premian y se acercan a sujetos de idénticos valores, de esa manera van a realizar los MÉRITOS suficientes como para realzarlos como líderes cabales que nuestra democracia tanto necesita.

Por lo expuesto evalúo que en circunstancias en donde la ley se pueda aplicar a todos, y los jueces actúen de acuerdo a lo probado y no de acuerdo a la cara del cliente, los desposeídos no tendrían problemas en hacer los méritos suficientes a través de la virtud, para cada vez vivir mejor, en todo sentido.

Si ello todavía no está dado, hay que luchar para lograrlo, pero no lo vamos a lograr permitiendo la "ley de la selva", ya que convencido estoy que en la selva los que primeros comen siempre son los leones, y de esos siempre hay pocos.

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utor de una serie de cuatro volúmenes sobre la historia de las divisiones políticas y culturales de los Estados Unidos, y el auge del conservadurismo, desde la década de 1950 hasta la elección de Ronald Reagan. Radicado en Chicago, fue columnista de Rolling Stone y es una de las firmas habituales de la revista The American Prospect.

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