Ni tanto ni tan poco: en el medio, la gente

El análisis y la opinión, con la refinada fundamentación habitual de Isabel Bohorquez.

Isabel Bohorquez

"¿Mandaréis hacer buenas acciones a los demás

en tanto que vosotros os olvidareis de hacerlas?"

(El Corán, Sura II, versículo 41)

Los discursos de Trump y Milei acerca de temas sensibles a diferentes sectores de la sociedad han generado reacciones de diferente índole, algunas más orgánicas e institucionales, tales como la disposición de algunas jurisdicciones en el país norteamericano a proteger la información escolar sobre estudiantes inmigrantes, por ejemplo. También, mientras escribo estas líneas, se están organizando marchas de repudio y particularmente en Argentina bajo el lema antirracista y antifascista.

Yo creo que las pendulaciones, aunque a veces inevitables y hasta necesarias en el transcurso de la historia de la humanidad, reflejan en el fondo un exceso de defensa/ataque ideológico que deja a la gente en el medio de una batalla injusta y hasta lejana a sus más cercanos intereses.

Estados Unidos está viviendo la contradicción de ser un país que teniendo en su población alrededor de 46 millones de habitantes de origen extranjero (de los cuales el 77% son ciudadanos naturalizados, residentes permanentes o residentes temporales legales) con una estimación de que hay aproximadamente 11 millones de habitantes no registrados, hoy enfrenta una política dura de la mano de Trump que pretende asociar el terrorismo a la inmigración.[1]

Es verdad que hay bandas delictivas predominantemente extranjeras que hay que combatir severamente, así como situaciones de ilegalidad que se enmarcan dentro de lo que puede considerarse un riesgo social, pero de allí a creer que cada persona inmigrante es un peligro para el país...hay una diferencia abismal que ojalá la sociedad estadounidense pueda resolver por la vía democrática, institucional y lo más pacífica posible.

En el fondo de la cuestión me pregunto, ¿el fenómeno de éxito electoral de Trump se debe a que la sociedad que lo votó también quiere ese proceso de expulsión y elige un portavoz que cargue con la decisión? ¿Qué cuestiones no resueltas o solventadas en base al mito de la vida americana próspera, poderosa y civilizada, donde las personas son preferentemente rubias, altas y esbeltas, siguen permaneciendo en el inconsciente colectivo? ¿Acaso las revoluciones sociales, culturales, tecnológicas y productivas, así como las guerras (internas y afuera del territorio) de los últimos doscientos años no alcanzaron a disipar las falacias del sueño americano? Al punto que Trump hace pie en esa huella profunda y ¿pretende revitalizar el proyecto de ser el país más poderoso del mundo?

¿Tal vez existe algún temor recóndito de que la inmigración traiga aparejada una transformación profunda en la idiosincrasia y en la forma de vida americana?

Situaciones como las que atraviesa Inglaterra y Francia con la inmigración de origen musulmán están generando procesos internos análogos; es que para varios países de Europa la inmigración está siendo un desafío enorme...

Quizá sea eso, o en parte sea eso, lo que hace que el discurso de Trump pudiera tener eco en algunos sectores de la sociedad norteamericana.

Confío en que cada estado federal y jurídicamente apto para tomar sus propias decisiones pueda mostrar cómo piensan hoy los ciudadanos estadounidenses; y si quieren retroceder a un sueño mesiánico de poderío o pueden tejer nuevos sueños que admitan una sociedad organizada, igualitaria, justa, más honesta y pacífica que da cabida a cualquier persona que quiere habitar, trabajar, formar su familia y aportar dignamente a la construcción del bien común sin mirar su origen racial, su nacionalidad, su religión o su orientación sexual (aspecto absolutamente privado que no debiera ser una cuestión de estado en ningún país).

Aplicando la ley en beneficio de la gente inocente, así como en perjuicio y castigo de los que delinquen, en pie de igualdad.

Por nuestra parte, Milei hace pie en algunos puntos similares al discurso de Trump apelando al proyecto nacional perdido (lo cual es verdad a mi entender) por el populismo y la decadencia de una sociedad que no supo ni pudo generarse mejores condiciones de vida siendo un país inmensamente rico en todo sentido.

La nuestra es una historia de derroches y desmanes que alguna vez tenía que encontrar su fin para comenzar nuevamente.

Nuestro eterno relato de la pobreza injustificable y la revolución social de los derechos humanos en base a un profundo sesgo ideológico que ha resultado estéril, discursivamente convincente pero materialmente inútil, nos puso en bancarrota y en el charco de la mediocridad una y otra vez, las últimas décadas de manera sostenida.

Los últimos veinte años en Argentina hemos asistido a una profunda actitud demagógica de los gobiernos de turno que han generado condiciones para una vida pobre, ignorante, dependiente y precaria diciendo lo contrario en su discurso pretensioso, que buscó captar las minorías y los sectores con pendientes en sus luchas y objetivos para reunirlos en un collage sincrético e indiferenciado que los siguiera ciegamente, aunque sus propias causas se resolvieran a medias o en nada.

Eso es algo muy perverso hasta donde lo puedo comprender.

Milei es el fruto de una sociedad que se cansó de estas mentiras. Pero que mientras tanto aprendió a ejercer algunos visos de democracia y por ejemplo no va a aceptar (ojalá) que se cuestione la orientación sexual de las personas o se ponga en duda su legitimidad y su honorabilidad según su orientación porque de ello resulta un prejuicio insostenible e inaceptable.

¿Habrá en la sociedad argentina un aspecto recóndito como en el que temo de los estadounidenses?

Será tiempo entonces de plantearse un nuevo sueño argentino que supere la dicotomía ser zurdo o ser de derecha, porque ambas categorías se asfixian y no le resuelven la vida a nadie. Ni al niño que necesita una escolaridad a la altura del siglo XXI, ni al trabajador ni al empresario ni al emprendedor que quiere producir o generar iniciativas de crecimiento. Ni la izquierda ni la derecha le han traído soluciones a la Argentina en su conjunto. Ni se las traerán.

Cualquier dicotomía que ponga a las personas enfrentadas en categorías adversarias puede sostener un sueño colectivo de país sin caer en la falacia de que uno son buenos y los otros malos, con las temibles concomitancias que una conclusión tan aberrante puede resultar para una sociedad.

No somos buenos/malos por nuestras orientaciones sexuales per se, por ser varones o mujeres, ni somos buenos/malos por ser argentinos o ser inmigrantes, ni somos buenos/malos por ser trabajadores o ser empresarios, o ser docentes, o ser lo que sea.

Es otra cosa lo que necesitamos como nación y es lo que se respira en la calle.

Anhelo del que ojalá (nuevamente ojalá) no se quieran apropiar los sindicatos que hasta aquí fueron generadores de mayor pobreza para sus representados, ni los partidos políticos que no han dado muestras de nobleza de principios ni los ventajeros de siempre que se quieren sacar la foto en el lugar oportuno o quieren twittear palabras desafiantes, vacías e hipócritas

Considerar los límites a los que puede atenerse un gobernante es parte del ejercicio de la democracia. Y mostrarle a nuestro presidente que la batalla cultural es un conjunto de acciones que lideramos todos sin dejar afuera a nadie -porque de eso se trata en realidad- para el bien común, que es el de absolutamente todos. Caso contrario, las categorías zurdo y derecha se tocan al punto de no diferenciarse paradójicamente,

Los excesos ideológicos, las pendulaciones, sea en el orden educativo o en el que sea, se afrontan con diálogo, con debates serios y abordados sistemáticamente, por ejemplo discutir en las comunidades educativas los resultados de la educación sexual desde la promulgación de la ley 26150 del año 2006, que cada provincia afronte sus responsabilidades y que cada gobernador se haga cargo de lo que le corresponde porque en un país federal como el nuestro ya es tiempo de que los gobernantes provinciales se dejen de esconder detrás de las acusaciones a nación y asuman sus compromisos asumidos.

En cuanto a nuestras fronteras y lo que ha significado en la historia argentina los movimientos migratorios, no hemos sabido y no hemos podido ordenar aún un sistema equilibrado tanto para nosotros mismos como para los extranjeros que quieren habitar/circular por nuestro territorio. Ejemplo como el de nuestros vecinos bolivianos que acuden a nuestros hospitales y luego nos niegan la misma atención si nos sorprende una necesidad de salud estando en sus tierras refleja esa inequidad y la lista con los países más próximos podría seguir extensamente...

Cuando se publique este texto, ya habrá sucedido la marcha federal antirracista y antifascista.

Me permito decir que los cambios profundos requieren un trabajo sostenido y reflexivo que pueden comenzar con un gesto social como lo es una manifestación pero que luego nos debe convocar a una discusión serena y organizada.

¿Nos haremos cargo de esa tarea?



[1] https://elpais.com/us/migracion/2024-07-25/mas-de-46-millones-de-inmigrantes-viven-en-estados-unidos-una-cifra-record.html

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