La falta de previsión termina generando culpables ocasionales
La importancia de tomar cartas en el asunto antes de las catástrofes. Escribe Rodolfo Cavagnaro.
Las intensas lluvias de la última semana, que generaron las terribles consecuencias en la ciudad de Bahía Blanca, pero también en localidades vecinas, han sido manifestaciones extraordinarias de la naturaleza. Pero estas, seguidas por las inundaciones en Córdoba y en Tucumán, nos muestran que los sectores políticos, que deberían tomar previsiones, carecen de sentido común y, ante el hecho, recurren a buscar culpables fáciles.
Todas las explicaciones cayeron en que el volumen de lluvia en poco tiempo había sido superior al normal y que todo era consecuencia del cambio climático. En realidad, culpar al cambio climático es una excusa fácil, pero resulta que este proceso se ha instalado hace mucho tiempo, pero se agudizó en los últimos 30 años. Las consecuencias del cambio climático las saben todos ¿Hicieron algo?
La realidad es que en los últimos treinta años solo tomamos cada evento como algo puntual, le echamos la culpa al cambio climático, pero no se hizo nada para prever nuevos meteoros. Para colmo, la urbanización ha crecido en forma desordenada, se han hecho otras obras y nunca se previó hacer obras de drenaje o reservorios para casos de sequías.
En Mendoza, por suerte, hace varios años se tomó conciencia de que las menores nevadas en cordillera no eran una emergencia sino una nueva realidad y había que tomar medidas para administrar esa nueva realidad, que representa menores nevadas y el retroceso de los glaciares. De la misma manera, el clima ha ido presentando que los años de menores nevadas se han generado mayores lluvias en el llano, dependiendo de la ocurrencia del fenómeno El Niño o La Niña. Esto habilitó la idea de crear reservorios de agua de lluvias para años de escasez de nevadas
En la provincia de Buenos Aires, además, había un dato adicional que se conoció por estudios desarrollados en la década del ‘80: las tierras de la provincia habían perdido 50 cm de cota en los anteriores 50 años por efecto de la acción de los vientos y las lluvias, pero sobre todo por el mal manejo de los campos (falta de rotación de cultivos, sobrecarga de animales, etc). Esto hacía que muchas zonas se inundaran porque las tierras habían perdido permeabilidad
En el caso de Mendoza muchos recordarán el aluvión de enero de 1970 que generó la mayor inundación de la ciudad producto de la rotura del dique Frías, lo que produjo el vuelco de una gran cantidad de aguas superando todas las previsiones. En realidad, el Frías como otros canales que descargan aguas del pedemonte, son la conexión de represas colectoras del agua de lluvia en la zona que se canaliza para evitar problemas. En aquella ocasión, el Frías colapsó por el exceso de peso del agua acumulada y por el natural desgaste de los materiales.
En realidad, en Mendoza no estamos preparados para una gran lluvia, que quizás no se ha producido, pero podría hacerlo en este ciclo de mayores lluvias en el llano. Y lo peligroso son las lluvias en la montaña. Esta temporada de verano se debió cerrar muchas veces la ruta internacional por deslaves producidos por la lluvia en la montaña. Hace mucho está proyectado el Dique Chacras de Coria para esos efectos, pero también están pendientes nuevas represas en el río Mendoza y el Tunuyán.
Hay que comenzar a mirar hacia adelante. En este tipo de obras siempre hay que estar sobre girado. Es decir, es mejor tener obras en exceso porque, de lo contrario, después hay que salir a hacerlas cuando se produjo una desgracia que costó mucha plata y muchas vidas. En una época tuvimos un Emilio Civit. Sería bueno que aparecieran nuevas versiones de dirigentes que quieran entrar en política para hacer transformaciones profundas, a pesar de las críticas de los mediocres.