Pascua, reflexiones sobre el camino pedagógico hacia la paz
José Jorge Chade vincula el momento de las Pascuas y la Semana Santa con la necesidad de reflexionar sobre la conflictividad en el mundo.
Mientras escribo estas líneas, el conflicto provocado por la invasión rusa de Ucrania cuya primera fase se refiere al periodo comprendido entre 2014 y 2015 siendo los inicios de dicho conflicto. Tras esta etapa se desarrolló una fase de alto el fuego a la que siguió un recrudecimiento del conflicto a partir de febrero de 2022 y que dura ya más de tres años. La guerra, en su obscenidad moral, ha vuelto para desangrar Europa. Y a golpear a la población civil: las mujeres, los ancianos, los niños.
Analizar los factores geopolíticos que han conducido a esta situación no parece difícil, pero no es responsabilidad de un artículo como éste. Si el concepto de educación es el de crecimiento de la humanidad del hombre, este crecimiento sólo puede tener lugar plenamente en la paz. Por lo tanto, la tarea de la pedagogía es pensar en la paz como condición para una educación plena. Las celebraciones pacíficas como Navidad y Pascua, más allá de las religiones, nos hacen reflexionar para que podamos contribuir a una educación capaz de promover una cultura de paz. A este respecto, el pensamiento de María Montessori, sigue siendo un ejemplo luminoso.
Montessori enunció la perspectiva de la educación cósmica, basada en la idea de la armonía universal entre todos los seres vivos. Frente a la oscuridad que se extendía, Maria Montessori encendió la luz de la utopía: mientras el mundo se deslizaba hacia el odio y la guerra, ella exhortaba a la paz y la armonía entre los hombres. Una utopía que reafirmaba la fe en la educación para la construcción de un mundo nuevo. Habría merecido el Premio Nobel de la Paz, para el que fue solamente nominada.
Ciertamente, el pensamiento de Montessori -aunque inspirado por una fe conmovedora en la educación- sigue siendo de naturaleza utópica, y no sería correcto identificarlo como la solución al problema de la paz. Otros pensadores, en lugar de detenerse en el espacio de la utopía, han preferido tratar de identificar las condiciones objetivas de posibilidad de la paz. Entre ellos, cabe destacar a Kant en su obra La paz perpetua (1795). Según este sabio, el estado natural del hombre no es la paz, sino la guerra. La paz requiere establecerse mediante un compromiso histórico, encaminado a realizar sus condiciones. Y si estas condiciones no se cumplen, no habrá "otro lugar para la paz perpetua que el gran cementerio de la humanidad". Palabras que suenan como una advertencia a todos los hombres. Las condiciones elaboradas por Kant son de tipo político-jurídico y conciernen al derecho internacional y cosmopolita.
En otras palabras, sin justicia no hay paz duradera posible. Y esto se aplica tanto a las relaciones dentro de los Estados como así también entre ellos. La justicia debe adquirir una dimensión planetaria.
La educación razonando aparece, pues, es una condición para hacer posibles y efectivas las condiciones políticas objetivas de la paz. Sólo un hombre cultivado en la razón puede abrirse a un auténtico compromiso universalista por la justicia a escala planetaria. Pero el tipo de razón necesaria no es la simplemente monológica, sino la dialógica. Sólo en el diálogo puede darse el reconocimiento mutuo de las razones respectivas, y sólo desde el diálogo puede darse la búsqueda de una solución capaz de conciliar las distintas razones. La paz no es la simple ausencia de conflicto, ni tampoco una situación de concordia pasiva.
La paz debe incluir la regulación no violenta del conflicto, del desacuerdo, que es un fenómeno ordinario de la vida social. Y la resolución pacífica de los desacuerdos requiere el diálogo entre agentes razonables, mutuamente dispuestos a escuchar y reconocer las razones del otro y a buscar juntos una solución. Así pues, la educación para la paz no es directa, sino indirecta. Pretende cultivar los ropajes que forman parte de las condiciones de posibilidad de la paz. La educación para la razón y la educación para el diálogo deben considerarse, por lo tanto, entre sus aspectos principales. Es un camino que requiere un compromiso a largo plazo y que no puede prometer nada seguro, porque sólo puede ayudar a crear ciertas condiciones de posibilidad de la paz. Pero sin estas condiciones, el espectro kantiano del cementerio de la humanidad parece una posibilidad real.
Esta Pascua de 2025, que el mundo entero se prepara a celebrar, esperamos que sea la resurrección de lo mejor que hay en cada ser humano. Esperamos que traiga el despertar de las conciencias, despertadas para construir, por fin, un mundo de Paz y de colaboración entre los pueblos.
Los vientos de la guerra soplan con fuerza sobre el destino de cada uno de nosotros. La guerra ruso-ucraniana amenaza con arrastrar a los pueblos a la desgracia y a la destrucción de nuestras civilizaciones, la masacre del pueblo palestino sigue ensangrentando los lugares más sagrados del mundo cristiano, musulmán y judío, y el ser humano está cada vez más esclavizado a las leyes del lucro y de una visión económica que amenaza cada vez más el equilibrio ecológico de nuestro planeta, conduciéndonos hacia un "futuro" inhumano, que mercantiliza la existencia en su totalidad.
Que esta Pascua sea el inicio de una espiritualidad humana redescubierta y renovada, que logre generar un humanismo salvífico y sereno, que coloque a lo humano en el centro de la realidad misma.
Somos hijos de un mundo devastado, que trata de renacer en un mundo por crear. Aprender a ser humanos es la única radicalidad.
¡Felices Pascuas para todos!
Fuente consultada: Massimo Baldacci, Edizioni Centro Studi Erickson, Trento, 2022 - Pedagogia più Didattica- Vol. 8, n. 1, 2024 pp. 1-3