El cansancio y la desmesura
El uso y significado de las palabras, tanto como su aplicación, en una nueva columna fundamental de la Prof. Nené Ramallo.
En esta época de prisa, muchos de nosotros llegamos al límite de nuestras fuerzas. Un vocablo recurrente en este sentido es ‘cansancio': ¿qué se entiende por este concepto?
La primera acepción es "falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado": "Experimentaba gran cansancio después de una caminata larguísima". Pero la segunda acepción es "hastío, tedio, aburrimiento": "Te he repetido hasta el cansancio cuál es mi postura".
Si vamos a la primera posibilidad, se nos presenta como sinónimo ‘fatiga', definido como la "molestia ocasionada por un esfuerzo más o menos prolongado o por otras causas, y que en ocasiones produce alteraciones físicas": "Sentí gran fatiga por un esfuerzo tan prolongado". Si ese esfuerzo es desmesurado, se puede llegar a la ‘extenuación', entendida como una debilitación de las fuerzas": "Tratá, por favor, de no exigirte tanto para no llegar a la extenuación".
Esa falta de fuerzas puede también ser ‘moledura' y ‘agotamiento': la primera queda asociada al verbo ‘moler', entendido como fatigarse mucho porque el cuerpo se quebranta: "Hemos llegado a un grado extremo de moledura tras semejante desgaste de energía". En cuanto al segundo, vinculado al verbo ‘agotar', queda definido como "cansancio extremo": "Su agotamiento no nos sorprende porque lleva su labor al límite".
El vocablo ‘agotamiento' aparece relacionado con ‘debilitación' y ‘debilitamiento', que nos remiten a falta de vigor y a carencia de energía: "Los atletas, luego de un entrenamiento tan riguroso, dan muestras de profundo debilitamiento".
Otro vocablo relacionado con el tema es ‘lasitud', que también se define como "falta de fuerzas"; por eso, el adjetivo correspondiente, ‘laso, lasa', se entiende como "desfallecido": "Después de semejante esfuerzo prolongado, se tendió, laso, y se quedó dormido". No lo debemos confundir con ‘laxo, laxa', que no solo se escribe casi igual, pues difiere en un grafema, sino que posee un entrecruzamiento con ‘laso', puesto que su acepción principal es la de "flojo, distendido, suelto" e implica que algo no tiene la tensión que naturalmente debe tener.
Se vincula también a estos conceptos el término ‘postración', relacionado con ‘postrarse', verbo que es equivalente a debilitar, quitar el vigor y fuerzas a alguien: "Ha alcanzado un lamentable estado de postración después un trabajo con tanta exigencia".
Dentro de la familia de ‘cansancio', se da ‘cansera' que une al significado de "fatiga", algunas precisiones como "debilitamiento del cuerpo por exceso de ejercicio o enfermedad" y "molestia causada por una situación desagradable y repetitiva": "¡Qué cansera experimenté después de ese mal rato!"; vinculadas al cansancio se dan dos palabras de uso no tan frecuente, ‘desgana' y ‘galbana'. La primera se forma a partir del prefijo ‘des-‘, aplicado al sustantivo ‘gana'; por ello, su valor se equipara al de ‘hastío', esto es, "falta de gana, interés o deseo": "Tras una actividad tan rigurosa, se le produjo una desgana terrible". En cuanto a ‘galbana', ella es equivalente a "pereza, desidia o pocas ganas de hacer algo": "Hoy he amanecido con galbana". Y, aunque no la usemos mucho, otro equivalente es ‘zangarriana', derivación despectiva de ‘zángano', sustantivo que, coloquialmente, se refiere a la persona holgazana que vive de lo ajeno.
Aunque no pertenece al español, traigo a colación el término "burnout", voz inglesa que se traduce y aplica como "síndrome del desgaste profesional", pero también "del trabajador quemado". Es ilustrativo del ritmo desenfrenado de la actualidad y del cansancio derivado de él.
Leí en un material que llega a través de las redes una reflexión que me resultó adecuada para el tema, en esta época de actividad frenética: "Detente y escucha los susurros del descanso antes de que se conviertan en gritos".
Pero, en el extremo opuesto, vemos otro tipo de vocablos: cuando hablamos, más de una vez, debemos referirnos a seres cuyas dimensiones exceden lo normal. Entonces, caben dos soluciones: podemos acudir al superlativo de los adjetivos elegidos (que formamos con el adverbio 'muy' o mediante el sufijo '-ísimo') o indagar en nuestro diccionario qué términos específicos nos dan idea de desmesura. Si apelamos a esta segunda posibilidad, hallamos una serie de ellos.
Así, encontramos 'descomunal' y vemos su significado y etimología: equivale este adjetivo a "enorme, desmesurado, extraordinario, muy distante de lo común en su línea". ¿de dónde se origina este valor? El prefijo privativo 'des-' se le antepone a 'comunal', uno de cuyas acepciones es "mediano, regular, ni grande ni pequeño"; por lo tanto, entendemos el concepto de desmesura dado en la definición de 'descomunal'. Así: "Lo que nació como un rumor adquirió pronto una descomunal difusión".
Acabamos de usar el sustantivo 'desmesura' y, lógicamente, a partir de él, el adjetivo 'desmesurado': equivale a "excesivo o que pasa los límites de lo normal". Su etimología es transparente: al prefijo privativo 'des-' se le suma la idea contenida en 'mesura', con la acepción, hoy desusada, de "medida": "No compré allí por los precios desmesurados".
Otro adjetivo que puede indicar tamaño exagerado es 'colosal': su definición nos dice "enorme, de dimensiones extraordinarias"; tomó este valor porque se refiere a lo perteneciente al coloso. Sabemos que los colosos, como el de Rodas, eran esculturas gigantescas. Así, podemos decir "El edificio que están levantando será de proporciones colosales".
Aclaramos que, además, en el habla cotidiana, se llama ''coloso' a la persona o cosa que sobresale por sus cualidades grandiosas o excepcionales.
Oímos, más de una vez, que se usa el adjetivo 'exponencial'; averiguamos su relación con 'exponente' y nos enteramos de su aplicación a una cantidad cuando su ritmo de crecimiento aumenta proporcionalmente al valor de ella; se usa para referirse a algo que crece de manera rápida y acelerada. Entonces, lo aplicamos bien al decir "El precio de la vivienda ha tenido un crecimiento exponencial en la última década".
Otras veces, tomando vocabulario de la mitología, usamos 'gigante/gigantesco' y 'ciclópeo'. ¿Cómo surgen? El adjetivo 'gigantesco' nos remite a 'gigante' o relativo a este ser; también, "excesivo o muy sobresaliente en su línea"; en cuanto a 'gigante', que puede hacer su femenino 'giganta', como adjetivo, equivale a "mucho mayor de lo considerado normal": "El local tiene una capacidad gigante"; pero, como sustantivo, un 'gigante' es un ser fabuloso que excede mucho en su estatura a la que se considera normal. En la mitología, los Gigantes eran los hijos de Gea y la sangre de Urano, según consta en la Teogonía de Hesíodo.
En cuanto a ‘ciclópeo', encontramos una acepción general de "excesivo, muy sobresaliente", pero si se refiere a construcciones antiquísimas, se aplica este adjetivo a aquellas que se distinguen por el enorme tamaño de sus piedras, unidas por lo común sin argamasa: "Los alumnos miraron con enorme interés ese documental en que se veían las ciclópeas obras incaicas". Se vincula a los mitológicos ‘cíclopes', miembros de una raza de gigantes con un solo ojo en mitad de la frente.
Y, dentro de lo excepcional, por sus dimensiones, se nos dan 'fabuloso' y 'formidable': el primero, ligado a 'fábula', como "fuera de lo común"; el segundo, como "excesivamente grande en su línea": "Hay liquidaciones, con fabulosas y formidables ofertas".
Finalmente, vamos a detenernos en un vocablo que llama nuestra atención, el adjetivo ‘desopilante', que significa "festivo, divertido, que produce mucha risa; así, "El chiste tuvo un efecto desopilante". El vocablo es un galicismo, pues proviene del francés "désopiler".