San Martín, el sueño de un pibe que nació grande

"La etopeya" sanmartiniana a 244 años de su nacimiento. ¿A qué jugaba quién tempranamente se involucró en guerras y luego se convirtiera en el Libertador de América? Gustavo Capone nos cuenta lo que se conoce acerca de la niñez de San Martín

"José Francisco ha nacido hace poco. Es un niño. Un chaval. Y sus primeros pasos por aquella selva mesopotámica no debieron haber sido muy distintos a lo que podríamos imaginarnos hoy".

Lo escribí hace muchísimo tiempo para una charla con colegas de escuelas primarias: "Corre descalzo aquel pibe chiquitito. Juega con ramas de ñandubay entre arroyos y carpinchos. Salta, brinca y trepa. Se cae de una higuera que viste la huella de una reducción jesuita en Corrientes. Llora. Ahora se ríe. Le tira piedras a un camalote, ahuyenta con su manito un tábano y persigue una gallareta. Mientras Doña Gregaria Matorras del Ser le pasa, para que se refresque, una jarra de tereré.

Es "el cholito" José de San Martín. Tiene dos años. Recién aprendió a caminar, y seguramente tendrá muy poco margen para disfrutar esa espontánea gracia que ofrece el beneficio de ser un niño. Todo se pasará muy rápido".

Siempre me intrigó esa faceta infantil que la gloria del héroe disimuló. La historia nos mostró poco de ese tiempo sanmartiniano. Seguro estuvo eclipsada por el hombre gigante que permanentemente fue.

Sin cumpleaños feliz

Al poco tiempo de haber llegado al mundo dejará su lugar de nacimiento. Esa cálida Mesopotamia lo verá partir con sus cuatro hermanitos mayores. Cambiará de hábitat; se mudará de casa; abordará un barco; ingresará a una escuela con perfil de seminario; se hará cadete militar y a los once años ya estará preparándose para meterse de lleno a un frente de guerra.

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Sin amigos de "la esquina", ni barrio identificativo; una infancia prácticamente inexistente, trotando mundos y surcando mares. "De golpe y porrazo", el cholito José se hizo un hombre grande y un soldado. Tenía solo once años. Foto lejana para cualquier pibe de esa edad que en la actualidad estaría empezando sexto grado.

Y así fue su vida. Nació en Yapeyú (la tierra del "fruto maduro", para los nativos guaraníes). Sobresaltando momentos hilvanará una vida intensa.

Yapeyú, Corrientes, en 1778. Ante otro tipo de fuego y llamaradas

Dicen que dijo Doña Gregoria que el cholito José era el que menos dolores de cabeza le había ocasionado en la crianza de todos sus hijos. Vaya a saber. Lo cierto es que el menor de los San Martín Matorras nació un 25 de febrero de 1778.

Gregoria y Juan.

Gregoria y Juan.

Juan de San Martín, su padre, por ese 1778 era el gobernador de Yapeyú. Esta "reducción" (concentración de nativos en una aldea) había sido fundada en 1627 por los jesuitas con el nombre de "Nuestra Señora de los Santos Reyes Magos de Yapeyú" o "Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú". Era un centro agropecuario - ganadero, productor de algodón y tabaco en la amplia zona que comprendieron las misiones jesuitas, y que tras decisiones de la corona (expulsión de la orden jesuita) había pasado a los dominicos.

Don Juan, nacido en Palencia, España. Había llegado a América del Sur en 1764 buscando ascensos y mejores sueldos, creyendo que las colonias españolas americanas brindarían más oportunidades que la metrópoli europea.

Luego de haber estado un tiempo en Colonia del Sacramento, fue destinado a la estancia y calera de Las Vacas, uno de los tantos establecimientos que los jesuitas tuvieron que dejar luego de su expulsión en 1767.

San Martín en Cádiz.

San Martín en Cádiz.

Un hecho curioso fue como se casaron los padres de José de San Martín. Don Juan había conocido a Doña Gregoria en España. El viaje de éste hacia América los había separado y tuvo que casarse "por correspondencia", extendiéndole un poder por el correo oficial ultramarino a los capitanes Juan Francisco Sumalo y Juan Vázquez, como también al teniente Nicolás García Hermete, para que la desposasen a Doña Gregoria en su nombre (1 de octubre de 1770). Y en un viaje que el primo hermano de Gregoria, Gerónimo Matorras hizo a Tucumán, para asumir como gobernador y capitán general, la trajo con ella para reencontrarse con Juan y así comenzaron los padres del General una vida juntos que los asentó en Yapeyú. En ese contexto llegará al mundo el libertador San Martín.

Una rebelión nativa contra Don Juan tras un castigo a un jefe indio, el asesinato de indígenas de la aldea, la pérdida de ganado, los conflictos internos en las misiones, fueron circunstancias que minaron la gestión y su reputación. El final estaba cantado. Los San Martín indefectiblemente dejarán Yapeyú.

El viaje interminable

De esa selva correntina que hoy se prende fuego, a las incipientes luces de Buenos Aires. Desde la porteña casa sobre la actual calle Piedras, a cuadras del cabildo bonaerense cuando tenía cuatro años, hasta emprender el viaje en la fragata Santa Balbina a tierras europeas donde revoluciones y chimeneas (proceso iniciado por las convulsiones políticas del momento surgidas en Francia de 1789 y en la transformación social e industrial de Inglaterra) lo recibirán en España para llevarlo a la guerra contra los moros en el norte de África.

Para entonces, cuando algunos a la edad de San Martín empezábamos el colegio secundario, él llegará hasta Argelia tras ser convocado para defender la plaza de Orán (que había sido sitiada por décima vez por los ejércitos árabes de Mohamed Ben Osman desde su toma en 1732 por los españoles) con el Regimiento de Infantería de Línea Murcia, escuadrón "El Leal", cuyo batallón militar tenía uniforme blanco, con cuello y botamangas azul celeste. Vaya paradoja, como sí premonitoriamente esos colores (blanco y celeste) lo estuvieran marcando para siempre.

Ahí se hará "Granadero", a pesar de no corresponderle por su edad, y tendrá la temeraria misión de desactivar minas y granadas que el ejército moro había colocado para volar los muros del fuerte español. Era un "chaval" de Málaga, pero ya había tenido escaramuzas bélicas un año antes en Melilla, otro enclave español sobre las costas marroquí del Mediterráneo, pero será Orán su bautismo de fuego (25 de junio de 1791).

Cuando la realidad supera la ficción

En su tiempo bajo bandera imperial española participará en 17 acciones de guerra: Plaza de Orán, Port Vendres, Baterías, Coliombré, fragata de guerra Dorotea en un combate con el navío británico El León, Torre Batera, Cruz de Yerro, Mauboles, San Margal, Baterías de Villalonga, Bañuelos, las Alturas, Hermita de San Luc, Arrecife de Arjonilla, Batalla de Bailén, combate de la Villa de Arjonilla y en la Batalla de Albuera.

Conoció el riesgo de perder la vida en tres ocasiones más: entre Valladolid y Salamanca, en el pueblito de Cubo del Vino, municipio español de la provincia de Zamora al ser asaltado por cuatro bandoleros en un solitario camino cuando pretendieron asaltarlo; en Cádiz, al ser confundido con el general Solano por una multitud enardecida y en Arjonilla, donde lo salvó el soldado Juan de Dios.

Fueron 22 años de servicio militar, luchando por España contra los moros en África; por tierra o a bordo de un barco. Contra los ingleses, portugueses o franceses. Estando prisionero. Cruzando los Pirineos o peleando a bordo de una fragata en las costas de Cartagena sobre el Mediterráneo. En la selva o en los desiertos.

Hace un tiempo escribí un cuento donde humildemente, pretendiendo honrarlo, le llamé: "San Martín, el siete vidas", vinculado a su enorme capacidad para "torear" a la desgracia fatal. Obviamente quedé corto.

En ese relato presentaba las múltiples circunstancias en que la muerte lo miró de reojo. Aunque en realidad a las menciones anteriores le faltaría sumar, los arduos años que pronto llegarán arriesgando constantemente "el pellejo" por nuestra patria, desde la mítica caída de su caballo sufrida en San Lorenzo hasta el frustrado regreso en 1829 después del fusilamiento de Dorrego, pasando por los intentos de asesinato, traiciones y persecuciones.

Atravesando "las de Caín", y soportando otras "pestes" que lo achacaron y acompañaron toda su vida. De esas también salió airoso: el asma, la bacilosis (una especie de tuberculosis), el reuma, la úlcera, la gastritis, las hemorroides gangrenadas, insomnio, un constante estreñimiento y cataratas en sus últimos años, conjugaron un combo de otras duras batalla que también debió librar.

La nueva idea libertaria

Será en aquellas lides europeas cuando San Martín conoció al escoses James MacDuff, el IV Conde de Fife, un liberal y masón que alistó voluntarios en las revolucionarias guerras peninsulares contra Napoleón desde 1808, y quien lo introducirá en las logias que pelearían para conseguir la emancipación americana.

Desde ahí, la historia es más conocida: la casa de los diputados de Venezuela en Grafton Street (Londres), morada de Francisco de Miranda, el precursor de "los libertadores" y la consolidación de aquella comunión de ideas libertarias junto a Luis López Méndez, Andrés Bello y Vicente Rocafuerte.

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Después vendrá el derrotero que ya escuchamos en la escuela. El viaje en la fragata Canning. La llegada a Buenos Aires en 1812. "Los Granaderos" criollos. San Lorenzo. Cabral, el soldado heroico. Mendoza. Los Andes. Chile. Mendoza. Perú. Siempre Mendoza. El exilio.

En esencia una postal de la vida de un raso cadete que llegó General.

La etopeya de San Martín

Existe una palabra, muy común entre nosotros: epopeya. Y que perfectamente se podría adaptar a relatar las acciones sanmartinianas. Justos es hablar de la epopeya del cruce de Los Andes por el Ejército Libertador; por ejemplo.

El San Martín de Roig Matons.

El San Martín de Roig Matons.

El concepto "epopeya" es una composición en donde se cuentan las hazañas legendarias de personajes heroicos. Generalmente forman parte del origen de una estirpe, y casi siempre se constituyen en la tradición épica de un pueblo. También la expresión "epopeya", se relaciona con gestas patrióticas, que ostentan un sentido nacional, emanando una extensa estela simbólica que mezcla lo valedero y justo de la real proeza, la admiración por lo concretado y la ponderación popular trasmitida por generaciones.

"ETOPEYA" en cambio, "es una figura literaria que consiste en la descripción de los rasgos morales de una persona, como son el carácter, virtudes, cualidades espirituales o costumbres de personajes comunes o célebres".

Etimológicamente proviene del griego: "ethos", que significa costumbre y que es la base de la palabra ética; y del vocablo "porco", que implica describir. Por lo tanto, ETOPEYA es la descripción de los rasgos éticos, culturales y morales de una persona.

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Si nos metiéramos en un personaje como San Martín, y por un momento nos sustrajéramos de ese genial militar y gestor público (ganador de tantas batallas y libertador de medio continente), encontraríamos sin dudas un costado incorruptible y humanista, que seguramente multiplicaría la muy buena imagen que de él tenemos. Descubriríamos también en los rasgos etopéyicos que la formación intelectual, la preparación profesional, la cultura del esfuerzo y del trabajo son sustanciales para la concreción de los logros. Esto en San Martín fue una premisa innegociable.

El estudio y la educación

Entre sus lecturas figuran (según las fuentes del Instituto Nacional Sanmartiniano), además de la bibliografía de práctica en un soldado ilustrado, obras de franco contenido humanista y de buena literatura. Entre ellos, Quevedo, Calderón de la Barca, Cicerón, La Bruyére, Voltaire, Plutarco, Rousseau, Montesquieu, Fénelon, las cartas de Abelardo y Eloísa, Vida de Juana de Arco, enciclopedias de Bellas Artes, diccionarios de América. Sin faltar La Ilíada, poema favorito de Alejandro Magno. Todo esto lo sabemos porque fueron algunos de los tantos libros que donó cuando en cada uno de sus destinos políticos fundó una biblioteca.

"Escribía lacónicamente, con estilo y pensamiento propios", dijo Bartolomé Mitre. Hablaba francés, italiano e inglés, escribía en latín y griego, y según se desprende de sus cartas, sus autores predilectos eran Guiberto de Nogent (Clermont, 1055- 1124; monje benedictino, teólogo e historiador francés en lengua latina, abad en 1104 del Monasterio de Nogent-Sous-Coucy, ubicado en la región de Picardía) y Epicteto, de quien procuraba extraer conceptos prácticos, emanados de sus conocimientos militares y filosóficos.

Pero más que filósofo, Epicteto, fue un moralista, que pensaba que el hombre público debía probar su valía en el contacto directo con la realidad y la vida cotidiana. Epicteto además propuso como referencia en sus discursos a dos modelos para ser considerados: Sócrates y Diógenes. Para él, estos dos personajes representaban el modelo del sabio estoico, conocedor de la verdad, imperturbable, siempre acertado en sus juicios y sus comportamientos.

La pueblada mendocina que defendió a San Martín

Nunca está de más repetir que San Martín además fue un defensor acérrimo del poder de la educación, convencido en el enorme valor de la escuela como herramienta para el sostenimiento de los principios libertarios.

Después de la victoria de Chacabuco, el Gobierno de Chile le otorgó a San Martín 10.000 pesos fuertes que donó para la fundación de la Biblioteca Nacional chilena. En Perú creará la Biblioteca Nacional del Perú con la donación completa de sus libros y en Mendoza se fundará en 1817 el Colegio Nacional, con el nombre de "Colegio de la Santísima Trinidad", cuyos contenidos de enseñanza, estructura edilicia y organización interna "era muy avanzada para la época, y estaba a la par de los mejores Colegios sudamericanos, que contemplaban la enseñanza de música, teatro y técnicas de dibujo y artes plásticas" (Esteban Fontana; 1975).

Al igual que en Perú, en Mendoza también impulsó la creación de la primera Biblioteca Pública Nacional.

En el Perú, entre otros tantos aportes fundacionales para la educación, impuso en forma obligatoria la alfabetización de los negros y aborígenes al mismo tiempo que el aprendizaje de un oficio industrial para una posterior inserción laboral digna. Además, organizó en el Perú la creación del Museo Arqueológico con el objetivo de conservar piezas pertenecientes al Imperio Inca.

Entre sus notas particulares, podríamos agregar que fue un pintor de cuadros con acuarelas y un gran jugador de ajedrez, ocupando siempre el pretexto de una partida del juego ciencia para intercambiar con sus ocasionales contrincantes, opiniones puntuales sobre la estrategia a seguir o el análisis sobre el rumbo de los acontecimientos.

El guitarrero, bailarín y cantor

Tuvo como maestro de guitarra en su juventud al reconocido Fernando Sor (1778 - 1839) guitarrista y compositor nacido en Barcelona, recordado en Europa como el "Beethoven de la guitarra".

San Martín también fue un gran motivador. En las filas castrenses, "los regimientos tenían su payador" (Ismael Moya), y "la tradición oral asegura que San Martín gustaba improvisar con excelente voz de bajo" (Beatriz Seibel). Por lo tanto, tras las duras jornadas de adiestramiento militar era habitual distenderse alrededor de los fogones con retretas, cantos, poesías, danzas nacionales y marchas.

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En el caso de Cuyo, el campamento El Plumerillo se constituía en el predilecto escenario de reuniones multitudinarias al son de guitarras y requintos. Entre el repertorio que se ejecutaba estaban presentes los cielitos y las payadas.

"Conviene recordar a muchos y enseñar a otros, que en esos años Juan Gualberto Godoy, el vate mendocino (el mismo que derrotó al mítico Santos Vega), con apenas 21 años formó parte de la escolta de San Martín" (Damián Hudson).

"Canto General"

La etopeya sanmartiniana. De ahí su legado. No en vano el genial Pablo Neruda en su "Canto General" (décimo poemario; México - 1950) nos dice:

"(....) Mientras mayor el tiempo disemina
como agua eterna los terrones
del rencor, los afilados
hallazgos de la hoguera,
más terreno comprendes, más semillas
de tu tranquilidad pueblan los cerros,
más extensión das a la primavera.

Tu abarcaste en la muerte más espacio".

San Martín. A 244 años de haber nacido. Tomo una reflexión que me pareció oportuna y a la cual adhiero: "En estos tiempos duros, es momento de intentar imitarlo, no solo de admirarlo".



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