Gardel, entre la cruz y el compás: el velorio que dividió a Medellín

Tras su trágica muerte en 1935, Carlos Gardel fue despedido con tensiones entre la Iglesia y la masonería. Una ceremonia íntima, un ritual masónico en secreto y una ciudad atrapada en un conflicto ideológico.

El 24 de junio de 1935, Medellín quedó marcada para siempre como la ciudad donde Carlos Gardel encontró la muerte. Pero lo que ocurrió en las horas posteriores a aquel trágico accidente aéreo fue mucho más que una despedida: fue el escenario de una disputa ideológica y religiosa entre la Iglesia católica y la masonería por los restos del artista más popular del mundo hispanohablante. Así lo cuenta el diario elcolombiano.com

Los cuerpos de Gardel y sus acompañantes, calcinados y mutilados, fueron llevados a una sala del aeropuerto Olaya Herrera. Mientras tanto, en la ciudad comenzaban los trámites para organizar su velorio. El gerente del Teatro Junín ofreció el lugar para una ceremonia pública, pero la propuesta fue rechazada por figuras cercanas al artista, como el barítono Roberto Ughetti, quien consideraba que convertir el funeral en un espectáculo sería un acto de indignidad.

Ughetti recurrió entonces al canónigo Enrique Uribe Ospina, figura clave del clero paisa, quien accedió a recibir los ataúdes en su propia casaquinta. Allí se realizó una velación privada, sobria y digna, con la presencia de artistas, periodistas y allegados.

Una presencia inesperada

Durante la madrugada, un grupo de hombres se presentó en la casa del sacerdote. Eran miembros de la Logia masónica, encabezados por Fernando Estrada, un influyente empresario antioqueño. Querían rendir tributo masónico a Gardel, a quien consideraban uno de los suyos. El hecho de que el cantante hubiera fallecido un 24 de junio -día de San Juan Bautista, patrono de los masones- le daba un carácter simbólico aún más potente al ritual.

El expediente de Gardel

El expediente de Gardel

El padre Uribe, según algunos relatos, exigió pruebas de la pertenencia masónica de Gardel y los expulsó. Sin embargo, otras versiones sostienen que el homenaje sí se realizó, en secreto. Testimonios recogidos décadas después por periodistas como Roberto Cassinelli y Jorge Sturla confirman que el rito masónico fue dirigido por Ughetti y Estrada, en lo que se conoce como una "tenida fúnebre".

La tensión religiosa y política

La negativa inicial a darle sepultura católica a Gardel no fue un hecho aislado. En la Colombia de los años 30, la Iglesia católica tenía enorme poder sobre la vida y la muerte. En Medellín, bastión conservador, los entierros dignos eran negados a ateos, masones, librepensadores y todo aquel que no se ajustara a la ortodoxia.

Aunque en 1933 el presidente Enrique Olaya Herrera había ordenado el fin de estas prácticas excluyentes, los templos y cementerios seguían estando bajo fuerte influencia clerical. Por eso, el acceso de Gardel a la Basílica de La Candelaria para un servicio religioso fue posible solo gracias a la mediación del padre Uribe.

Una vez allí, los masones lograron un último gesto: cuando se desalojó el templo, rodearon el féretro y ofrecieron sus propias oraciones rituales. Luego, el cuerpo fue llevado al Cementerio San Pedro, donde miles de personas se agolparon para despedir al ídolo.

Un homenaje que viajó por el mundo

Gardel fue enterrado en Medellín, pero sus restos comenzaron un extenso viaje meses después. En diciembre de 1935 salieron del San Pedro rumbo a Buenos Aires, pasando por Panamá, Nueva York, Montevideo y finalmente la Chacarita, donde descansan hasta hoy.

En Medellín, días después del entierro, se realizó un homenaje final en el Templo Masónico, dirigido por el Gran Maestro Rubén Uribe Arcila. Con ese acto se cerró una de las despedidas más complejas y simbólicas que haya tenido un artista en América Latina.

La historia de cómo Medellín casi le negó un entierro digno a Gardel permaneció silenciada por décadas. Hoy, 90 años después, es parte de una reflexión más amplia sobre el poder eclesiástico, la exclusión y la lucha por los derechos en la muerte. El cementerio Universal de Medellín, fundado con el objetivo de garantizar igualdad incluso después de la vida, es símbolo de esa transformación.

Carlos Gardel murió como vivió: dividiendo pasiones, trascendiendo fronteras y dejando una huella indeleble. Incluso su velorio fue un acto político.

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