Marzo: cosecha y esperanza
La Prof. Nené Ramallo se suma a la clasificación que marzo adquiere en Mendoza, particularmente,
Llega marzo, ya está aquí...
Marzo anuncia tiempo de vendimia, que es un acto presente, fruto de una adecuada acción pasada; por otro lado, además, es época de iniciación de actividad escolar, que advertimos como proceso presente con esperanza de futuro.
¿Podemos relacionar los dos conceptos?
Si tu sentir es docente, la conexión es inmediata: 'vendimiar' no es otra cosa que "recoger el fruto de las viñas", pero también, en sentido amplio, es sinónimo de "recolectar, cosechar". Para que una cosecha sea próspera, fecunda, mucho tiempo antes, debe realizarse una siembra adecuada. Se viene de inmediato a mi mente el decir ciceroniano en "De oratore" II, 65: "Ut sementem feceris, ita metes", que traducimos "Según hayas sembrado, así recogerás". Entonces, ponemos nuestro esfuerzo y consejo en cómo realizar, metafóricamente hablando, nuestra labor docente, como quien trabaja con esmero un campo; si aspiramos a obtener frutos excelentes, ¿cuál es la siembra adecuada?
En primer lugar, la permanente autoexigencia del docente que, más allá de un certificado o de un estímulo monetario, no verá nunca satisfecho su anhelo de aprender: la búsqueda de la verdad, en el ámbito del conocimiento, no se limitará al rastreo en las redes sociales y al uso del celular, sino que completará y cotejará los resultados obtenidos en ellos, con el acceso a bibliografía especializada y actual; luego, vendrá la exigencia a los discípulos puestos bajo su dirección y el abandono de esa actitud permisiva que todo lo encuentra bien, sin correcciones ni profundización. La necesidad de volver a instalar la disciplina de la respuesta bien redactada, no simplemente el marcado de contestación correcta con una cruz o tilde o con un monosílabo que no demuestran la total adquisición del conocimiento.
Asimismo, si bien la rapidez en la respuesta muchas veces merece ser ponderada, es necesario regresar a la lenta CULTURA DEL ESFUERZO, en lugar de la inmediatez de lo instantáneo. Aquel principio clásico "docere, delectare, movere" ("enseñar, deleitar, conmover"), aconsejado para lograr la excelencia de un orador en Roma, es siempre aplicable a la tarea de un buen maestro o profesor: enseñar la verdad, pero, al mismo tiempo, ser capaz de darle un carácter ameno a sus lecciones y, finalmente, ser hábil para provocar emociones en los niños y jóvenes, destinatarios de la siembra en el aula. Lo dice nuestro himno universitario: "Surco es el aula, gleba santa el saber".
Pero, además de la importancia de "sembrar", esto es, de formar en la adquisición del conocimiento, es preciso echar una mirada a la formación en valores; la cultura clásica sostenía sabiamente "non multa, sed multum" ("no muchas cosas, sino mucho"), profundidad, no diversidad; ello significará que la obra del sembrador deberá medirse no solo numérica o estadísticamente, sino por su proyección e importancia. Los docentes y, en general, los adultos debemos ser valientes y severos ante el "dejar hacer, dejar pasar", o ante el "no te metás", ante el facilismo, ante la falta de compromiso; es necesario dejar de "hacer la vista gorda" y condenar el silencio cómplice... Si debemos aplicar una sanción, no lo haremos con mentalidad represiva o inhibitoria: será, siempre, construir a partir de enmendar...
En un escrito mío de 2023, yo misma afirmaba: "Cada uno, desde su función en la Argentina de hoy, que aparece con un rumbo inquietante, debe asumir con visión de futuro su rol de sembrador, para que la cosecha, feraz y diversa, exceda la capacidad de los surcos y se derrame sobre el mundo".
Así, entonces, habrá un marzo, fecundo en la recolección desde lo promisorio en la siembra.