Entre mandriles y gorilas: la retórica que polariza a la política argentina

"Tanto el peronismo como Milei han utilizado estos términos para polarizar el debate y fortalecer sus respectivos movimientos. Sin embargo, esta estrategia también ha contribuido a profundizar la división en una sociedad ya fragmentada, dificultando el diálogo y el consenso", analiza en este artículo Rubén Zavi.

Rubén Zavi
Politólogo y especialista en Comunicación Política

A lo largo de las décadas, una de las herramientas más poderosas en la lucha política ha sido el lenguaje, particularmente los términos despectivos que no solo buscan descalificar al adversario, sino también polarizar a la sociedad

Entre estos términos, dos han ganado relevancia en los últimos años: "mandriles" y "gorilas"

Aunque ambos tienen raíces diferentes, ambos reflejan la profundización de una polarización que caracteriza a la política argentina contemporánea.

El término "gorilas" en la historia del peronismo

El uso del término "gorilas" tiene una carga histórica profundamente enraizada en la política argentina. Originalmente utilizado para describir a los opositores al peronismo durante la década de 1950, especialmente a aquellos que participaron en el golpe de Estado de 1955 que derrocó a Juan Domingo Perón, el término se convirtió rápidamente en un símbolo de la oposición antiperonista.

"En Argentina, la política es una forma de ficción organizada", como plantea Piglia (2001), los "gorilas" representaban una élite conservadora, vinculada a los intereses militares y empresariales, que veía en el peronismo una amenaza al status quo. Este término fue utilizado para construir una narrativa de resistencia por parte del peronismo, que se veía a sí mismo como el defensor de los intereses del pueblo frente a un grupo de poder que intentaba socavar sus logros sociales y económicos. Para el peronismo, llamar "gorilas" a los opositores no era solo una forma de descalificación política, sino una señal de lucha histórica por el poder.

El término ‘gorila' se instaló como símbolo del antiperonismo reaccionario, como explica Lazzari (2012) ayuda a forjar una identidad política dentro del peronismo, donde la división entre "nosotros" (los que defienden el proyecto peronista) y "ellos" (los que se oponen) se hace clara y profunda. Este término actúa como un marco de conflicto que no solo divide políticamente, sino que también moviliza emocionalmente a las bases del movimiento.

"Mandriles" y la polarización de Milei:

En la actualidad, dejando de lado el término "casta", otro término se ha sumado al repertorio de la política argentina: "mandriles". Utilizado por el Presidente Javier Milei, el término se ha convertido en una de sus estrategias más recurrentes para descalificar a sus opositores. Para Milei, los "mandriles" no son solo sus rivales en el ámbito electoral, sino que representan a toda la "casta política" que, según él, ha llevado al país a la decadencia económica y social.

Milei utiliza el término "mandriles" para enmarcar a sus oponentes como ignorantes, irracionales, corruptos y antidemocráticos. En su discurso, los "mandriles" son aquellos que pertenecen al sistema político tradicional, al que Milei promete poner fin. Según Aliverti (2015), el uso de "mandriles" por parte de Milei refleja una estrategia de confrontación radical que busca profundizar la división entre "el pueblo" y "la casta", presentando al líder liberal como el único capaz de ofrecer un cambio real.

El uso de "mandriles" también tiene una función de deshumanización del adversario, lo que facilita su descalificación sin necesidad de debatir ideas o propuestas. En este sentido, la

polarización se convierte en un medio para movilizar a la base de Milei, alimentando la noción de una lucha entre el bien y el mal. María Inés Tato (en Retorica y Populismo: Uso del Lenguaje en la Política Argentina) explica que, al igual que el uso de "gorilas" en el peronismo, el término "mandriles" es parte de una estrategia para simplificar el conflicto político y mantener la cohesión interna del movimiento.

Polarización y uso de términos en la construcción de identidades

La polarización en la política argentina no es un fenómeno reciente, sino que tiene raíces profundas. Desde los enfrentamientos entre unitarios y federales en el siglo XIX hasta las luchas ideológicas entre el peronismo y sus opositores durante el siglo XX, el lenguaje ha sido un vehículo para construir identidades políticas. El uso de términos como "gorilas" y "mandriles" forma parte de esta tradición, pero con una dimensión moderna marcada por la agresión verbal y la simplificación del debate político.

El sociólogo Manuel Alcántara (2008) sostiene que la polarización en la política contemporánea genera fracciones sociales que se ven reflejadas en las luchas entre sectores de la sociedad. Los términos como "mandriles" y "gorilas" contribuyen a radicalizar estas fracciones, dificultando cualquier tipo de acuerdo o diálogo entre los diferentes actores políticos. El uso de tales términos genera un clima de desconfianza y antagonismo, donde las diferencias ideológicas se transforman en enemistades irreconciliables.

Además, el Doctor en Ciencia Política Marcelo Cavarozzi (2007) argumenta que la polarización también se convierte en una herramienta para movilizar a los votantes. Al crear una clara dicotomía entre "los buenos" y "los malos", los partidos logran que sus bases se alineen de manera casi automática, sin necesidad de profundizar en las propuestas políticas. Este tipo de movilización emocional a través del lenguaje es eficaz en momentos de crisis política, como los que vive Argentina en las últimas décadas.

Ni mandriles ni gorilas

El uso de términos como "mandriles" y "gorilas" refleja una tendencia en la política argentina de construir enemigos ideológicos a través del lenguaje. 

Tanto el peronismo como Milei han utilizado estos términos para polarizar el debate y fortalecer sus respectivos movimientos. Sin embargo, esta estrategia también ha contribuido a profundizar la división en una sociedad ya fragmentada, dificultando el diálogo y el consenso. La retórica polarizadora no solo moldea la política, sino que también moldea las identidades sociales de los argentinos, creando una separación cada vez más marcada entre "nosotros" y "ellos".

Ni mandriles ni gorilas. Somos vecinos, trabajadores, estudiantes. Argentina somos todos.

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