Niños casi asesinos

Isabel Bohorquez ofrece aquí una de sus "Crónicas ínfimas de un país que aún no encuentra su brújula". Estremecedora.

Isabel Bohorquez

Pronto esta crónica no será noticia...

Apuro la escritura entonces, en un intento de frenar el olvido que tantas veces nos coloniza en pos de ocuparnos de nuestros asuntos.

La larga fila de autos de remises me llamó la atención esa mañana, demasiados autos pensé a medida que avanzaba con el mío hasta que me encontré atrapada por unos minutos en el ritual doloroso y dramático de velar al muchacho remisero que asesinaron la noche antes mientras trabajaba.

El velorio ocurrió a tres cuadras de mi casa, en mi barrio, donde transito a diario. Cortaron los cruces de calle alrededor de la casa velatoria permitiendo la concentración de personas acongojadas y asustadas que pobló las veredas, así como los autos que fueron aumentando como un enjambre silencioso.

De alguna manera, la tristeza me caló muy profundo y me escurrí del gentío sintiéndome una intrusa en medio de los rostros desolados.

El muchacho remisero, Facundo Pereyra, 46 años, estaba casado, era padre de tres hijos, trabajaba como operador de una empresa de traslados de personas discapacitadas y por la noche hacía horas extras con el remís. Fue asesinado por cuatro adolescentes de 14 a 16 que iban armados y le dispararon por la espalda para robarle la recaudación y su celular.

Esos jovencitos, casi niños, ya habían estado involucrados en varios delitos, robo de motos, asalto a personas y negocios, saqueos, lesiones graves con armas de fuego, etc.

Esos jovencitos, casi niños, cuenta la mamá de uno de ellos que lo entregó a la Policía, se drogan. En el caso del casi niño de 14, parece que desde los 12 años consume y su mamá ya no lo puede contener ni disciplinar, carga armas de fuego, sale en plena noche cuando lo vienen a buscar y ella tiene miedo incluso de intervenir. Dice que buscó ayuda en la SENAF (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia) y que "no le llevaron el apunte", relata que deambuló por destacamentos policiales, tribunales y nada. Pide que lo encierren así se rehabilita de las drogas porque en las calles va a terminar mal.

Los padres de estos casi niños, afirmaron no saber qué hacer con sus hijos, no van a la escuela casi nunca, aunque figuran inscriptos y en el barrio donde ocurrió el asesinato, los vecinos les temen.

La gente del barrio cuenta que son víctimas de todo tipo de delitos, que siempre están con miedo y que nadie puede ponerle un freno a estos chicos que se drogan con cualquier cosa y que andan armados a toda hora. La policía los conoce, ya tienen varias entradas, pero después no pasa nada. Si ponen cámaras, las rompen. La definición de los vecinos es que el barrio es tierra de nadie.

El gobernador de la provincia de Córdoba ha salido a hacer declaraciones planteando bajar la edad de imputabilidad por delitos graves.

Hasta ahora, en la provincia de Córdoba no hay dispositivos (al menos eficientes) para prevenir/controlar/contener a jóvenes que tengan menos de 16 años y estén en conflicto con la ley penal a causa de delitos graves. Y eso, en todo el resto del país, no varía demasiado.

¿Por dónde empezamos?

Animarse a bajar la edad de imputabilidad en el caso de los delitos graves (cuestión que se viene evitando hace años) parece ser una solución, al menos disuasiva, frente a todos aquellos grupos mafiosos que reclutan niños para que cometan delitos tales como los asesinatos, bajo la premisa de que -al ser menores de edad- son inimputables.

En principio, desalentar tanto a los mayores instigadores como a los mismos menores que, viéndose en la situación de responder por sus acciones, podría generar una disminución en el número de delitos. Sobre todo, aquellos cometidos por el sólo hecho de demostrar su condición de sicarios, como un gesto de autoafirmación en su entorno.

Varios países de la región y del mundo han optado por esa medida con relación a los delitos graves.

Desde donde entiendo -o pretendo entender- a la infancia y a la adolescencia en el escenario actual, no alcanza con bajar la edad de imputabilidad por delitos graves. ¿Hay que hacerlo? Creo que sí, incluso como una manera de protegerlos del reclutamiento de las bandas, particularmente de los narcos.

Pero, más allá de la penalización de los delitos, ¿qué se puede hacer para que un niño, un adolescente, un jovencito sumido en un mundo violento y sin rumbo, tenga algún aprecio por la vida, por su vida y la vida de los demás? ¿Qué podemos hacer todos nosotros?

Está claro que la batalla al delito, especialmente al narcotráfico, debe ser una prioridad para nuestro país si queremos tener una chance como sociedad. Se trata de una reconstrucción de la trama colectiva que nos permita volver a vivir pacíficamente.

Y mientras tanto ¿qué hacemos con nuestros casi niños asesinos?

¿Hasta dónde estamos dispuestos a hacer verdaderos esfuerzos colectivos para invertir en programas de vigilancia, control, recuperación, educación, contención y todo lo que se pueda requerir para cambie el destino de estas personas que recién se asoman a la vida y ya se perdieron en un mundo de sombras?

La Corte Suprema de Justicia de la Nación[1] expresa lo siguiente en su informe estadístico:

"La Base General de Datos de Niños, Niñas y Adolescentes (BGD) presentó su informe estadístico anual, que da cuenta de la cantidad de NNyA con causas penales y/o medidas de privación de la libertad o alojamiento en instituciones, entre el 1° de enero y el 31 de diciembre de 2022.

En cuanto a las características de la población, 9 de cada 10 de estos NNyA fueron varones, principalmente de 16 y 17 años (56%), en su mayoría de nacionalidad argentina (93%) y con residencia en la provincia de Buenos Aires (52%) y la Ciudad de Buenos Aires (47%).

Uno de cada cuatro de estos jóvenes tuvo en 2022 su primer ingreso en la Justicia Nacional de Menores, mientras que los restantes ya tenían alguna causa anterior registrada.

En total se registraron 2036 causas, un 14% más que en 2021: predominan los delitos contra la propiedad (82%), principalmente distintas modalidades de robos (3 de cada 4) (...)".

Pienso en la familia de Facundo Pereyra y tantos otros que han sido víctimas de esta trama injusta donde incluso los niños se han tornado feroces.

Añoro un mundo más honesto, bondadoso y gentil.

¿Seremos capaces?



[1] https://www.csjn.gov.ar/novedades/detalle/7015

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