De las redes a las calles
El análisis del consultor Rubén Zavi, en medio de la crisis por la violencia en la marcha "de los jubilados".
En los últimos días, la política argentina ha mostrado una vez más cómo la polarización extrema y la falta de espacios de diálogo pueden traducirse en una creciente incivilidad social.
El estallido de protestas contra el ajuste a los jubilados en Buenos Aires, que derivó en violencia en el congreso nacional y represión policial, junto el escándalo cripto que golpea al gobierno de Javier Milei, revelan un escenario de creciente tensión política y social.
De la hiperideologización digital a la fractura social
Tal como señala el análisis de Mario Riorda y Damián Fernández Pedemonte, las redes sociales han transformado el debate público en un espacio segmentado donde la reafirmación de creencias prima sobre la deliberación. Este fenómeno de "tribalización" ha generado burbujas ideológicas en las que los ciudadanos evitan la confrontación con ideas opuestas y se refugian en su propia visión del mundo. El resultado es un clima de polarización que impide el diálogo y que, cuando se traslada a la arena pública, se convierte en enfrentamientos abiertos y deslegitimación del otro.
Las recientes manifestaciones en Buenos Aires ejemplifican esta dinámica. Lo que comenzó como una protesta legítima contra el recorte en jubilaciones terminó en un violento choque entre manifestantes y fuerzas de seguridad, con más de 120 detenidos y varios heridos. La narrativa oficial ha buscado minimizar el conflicto aludiendo a "infiltrados" y "grupos violentos", pero la realidad es que la bronca social está escalando a niveles que el gobierno ya no puede ignorar.
El escándalo cripto: el primer escándalo de Milei
Hasta ahora, el presidente Javier Milei había logrado sortear críticas importantes con su estilo confrontativo y su capacidad de movilizar a su base en redes sociales. Sin embargo, el escándalo financiero vinculado a la Comisión Nacional de Valores (CNV) y a presuntas irregularidades en el mercado cripto ha sido la primera "bala política" de envergadura que logra perforar su discurso de transparencia y honestidad. Este episodio no solo ha generado desconfianza entre los sectores que lo apoyaban por su promesa de una economía desregulada, sino que ha activado un creciente rechazo en la opinión pública.
Según diversas encuestas, más del 50% de la población ya mostraba descontento con su gestión, pero lo relevante es que este malestar comienza a organizarse. Las protestas recientes no son hechos aislados, sino síntomas de una sociedad que, empujada por la crisis económica y la falta de respuestas, empieza a expresar su disconformidad con políticas laborales, educativas, jubilatorias y de seguridad. La represión como respuesta estatal solo refuerza la sensación de falta de diálogo y profundiza la crisis de legitimidad.
La trampa de la polarización extrema
La fragmentación del debate político y la construcción de "zonas de confort" ideológicas en redes sociales han permitido que tanto el oficialismo como la oposición construyan realidades paralelas sin puntos de encuentro. Pero cuando la crisis golpea en la vida cotidiana, las narrativas digitales chocan con la realidad concreta de la inflación, la precarización laboral y el ajuste en los servicios básicos.
El desafío de la democracia argentina en este contexto es encontrar mecanismos para reconstruir espacios de diálogo y deliberación que vayan más allá de la reafirmación de identidades partidarias. Si las redes sociales han fragmentado el debate, es responsabilidad de los actores políticos generar nuevas instancias de encuentro que eviten que la incivilidad digital se convierta en un reflejo permanente de la política en las calles.
El futuro inmediato de la gestión Milei dependerá, en gran parte, de su capacidad para interpretar estos signos de creciente malestar y dar respuestas concretas que vayan más allá de la confrontación mediática. De lo contrario, lo que hoy se presenta como protestas focalizadas podría convertirse en un movimiento de resistencia social de mayor envergadura.
La polarización política en redes sociales influye cada vez más en la realidad cotidiana de los ciudadanos, configurando un espacio de tensión constante. El gobierno de Milei enfrenta el desafío de recuperar la confianza de aquellos sectores que hoy comienzan a manifestarse en su contra. Reconstruir un espacio de debate plural en una sociedad fragmentada es una tarea compleja, pero fundamental para evitar que el descontento siga escalando. La represión estatal, lejos de contener el conflicto, parece estar alimentando aún más la indignación social y consolidando un escenario de mayor confrontación. El desafío sigue abierto y la respuesta dependerá tanto de la dirigencia política como de la capacidad de la sociedad para exigir espacios de diálogo y consensos reales.