La mitad del Senado argentino dio el salto liberador
Una mirada distinta, novedosa, aportada por el Dr. Eduardo Da Viá sobre el "blanqueo" de la política desde el Senado al oponerse a la herramienta anticorrupción de Ficha Limpia.
"Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable". Cicerón.
En psicología, el "salto liberador" (o "salto de liberación") generalmente se refiere a un proceso o cambio transformador que lleva a una persona a superar una limitación, barrera o situación opresiva, alcanzando un estado de mayor autonomía, libertad y bienestar. Este concepto puede aplicarse en diferentes contextos, como la liberación de emociones reprimidas, la ruptura con patrones de pensamiento negativos, o la liberación de una situación de opresión social.
Por lo general esta trascendente actitud se logra después de una batalla interior a veces de años de duración, por cuanto suele significar un cambio muchas veces radical del modus vivendi y como por lo general una vez producido no suele tener la posibilidad de la reversión, dado que si trata del salto en lo conductual o en lo afectivo-intelectual, los cambios se advierten por parte de las personas que habitualmente lo rodean.
El clásico salto liberador actual es el de aceptar públicamente la condición de homosexual, por lo común utilizando la expresión salir del ropero, expresión que me disgusta pero que debo emplearla porque así se hace hoy.
Pero vamos al quid de estas palabras, claramente expresado en el título: corresponden las explicaciones pertinentes para semejante encabezamiento...
Es importante tener perfectamente en claro, cuáles son las misiones que les competen a los Senadores en Argentina:
La principal misión de los senadores nacionales en Argentina es la legislación, es decir, la elaboración, discusión y aprobación de leyes.
Además, el Senado tiene la facultad de controlar al gobierno a través de interpelaciones y mociones, y de juzgar a los acusados por la Cámara de Diputados
Ser Cámara de origen en leyes promoviendo políticas tendientes al crecimiento armónico de la Nación y poblamiento de su territorio.
Como ejemplos preclaros menciono las leyes que establecen la obligatoriedad de las educaciones primaria y secundaria, de entre más de 300 leyes vinculadas a la educación; fue así como la Argentina llegó a tener uno de los índices más bajos de analfabetismo, incluso menos que en Estados Unidos de América, que gozaba de una democracia muchos más joven que la nuestra.
Prima facie pareciera que ser Senador es más bien un verdadero apostolado, tenida cuenta que toda su actividad, muy bien paga, por cierto, estaría destinada al bien común a través de la sanción de instrumentos legales que vayan corrigiendo, anulando o perfeccionando aquellos que el tiempo o las circunstancias los convierten en obsoletos o inexistentes.
El adecuado conocimiento de la realidad que extramuros rodea al Palacio Legislativo es condición sine qua non para advertir las necesidades y las expectativas de la población, confiada en que los elegidos por su voto cumplan su misión con su máximo empeño, trabajando día a día, como cualquier otra actividad humana demanda, en pos de los objetivos mencionados.
Para conocer la realidad simplemente hay que ir a visitarla, y la más dramática está ahí, en los cinturones de pobreza, en las salas de espera de los hospitales, en las cárceles saturadas de internos a los que la vida, en buena medida, los llevó a la pérdida de la libertad.
No es el Indec, listado de números, revisados en pantallas de computadoras, sino el trabajo de campo el que ilustra al funcionario acerca de los requerimientos para un nivel de vida poblacional acorde con las posibilidades económicas, a su vez dependientes de las leyes pertinentes.
Quienes acceden a estos cargos de privilegio, si bien lo hacen a través del voto popular, puede que lo hagan persuadidos de la cuasi sacra misión que les espera, que habrá de ser ardua y exigente, que le insumirá tiempo sin claudicaciones, que seguramente le granjeará enemigos y seguidores, incluso que eventualmente correrá riesgo de ataques a su integridad física y a sus pertenencias, que hasta sus familias pueden quedar involucradas en salvajes amenazas por parte de delincuentes externos o internos, incluso los que medran en el propio ámbito de trabajo.
Como ejemplo no se me ocurre otro que Esteban Bulrrich, que hubo de retirarse merced al padecimiento que lo inhabilita y que tuvo la honradez casi desconocida de renunciar a su cargo de Senador, cuando se le ofreció trabajar en forma remota desde la comodidad de su casa. Goza de mi mayor admiración y respeto, lástima que su nobleza no sirvió de ejemplo.
La otra posibilidad, con mucho la más frecuente, es que alcanzar un escaño sea el objetivo de un meditado plan de trepada política, obedeciendo a todo tipo de acciones necesarias a tal fin y siempre con la doble faz del hombre bueno y servicial y ocultando el monstruo que en realidad lleva adentro.
Lo que en realidad persiguen con ese cargo, es acceder a las inagotables posibilidades de beneficios personales que se pueden obtener cuando se deja de lado la honradez, si es que alguna vez la tuvo.
Redundante sería tipificar esas posibilidades porque todos las conocemos y para colmo las padecemos.
Claro está que para acceder a los mencionados beneficios personales, poco a poco su labor se limitará a ese fin, descuidando primero disimuladamente y luego descaradamente las obligaciones que legalmente le competen para con los inadvertidos sufragantes.
Esa actitud necesariamente lo va distanciando de la gente que lo votó, aquella que espera ansiosa y esperanzada los resultados de su sufragio.
Si hubiese algún tipo de castigo para el abandono de la su función legislativa para dedicarse solamente a sus conveniencias personales, quizás tuviera al menos un poco de prudencia en su accionar tratando de que sus delictuosas maquinaciones pasaran desapercibidas; pero la impunidad que impera lo exime de tener que fingir y sin más empieza a llenar sus bolsillos más allá de la jugosa dieta más los adicionales sobre los cuales poco conocemos, apelando a componendas con el sector privado y aprobando para ello solo leyes que a su vez beneficien a los corruptos del comercio, la industria y cualquier actividad humana que suponga el movimiento de grandes sumas de dinero.
Hasta que un buen día resuelve dar el Salto Liberador para sacudirse los resabios de la ética con la que aparentemente ingresó a la función pública y olvidarse totalmente de sus obligaciones y del famoso bienestar general al que supuestamente deberían estar dirigidas todas sus acciones.
En vez de sancionar leyes que dificulten o mejor aún que impidan el acceso de delincuentes a la función pública, y rodeados de los así llamados asesores, numerosos por cierto y a quienes también pagamos indirectamente los contribuyentes, se dedican a boicotear la transparencias del accionar legislativo, para que su neblinoso proceder enmascare la criminalidad de sus actos.
En un artículo excelente publicado en Los Andes, Carlos Salvador La Rosa habla del Asesinato de la Ley de Ficha Limpia y señala a los dos senadores misioneros como los responsables de apretar el gatillo, pero advirtiendo que la orden de hacerlo vino de mucho más arriba. Estos dos delincuentes son meros asesinos a sueldo, como lo han de ser buena parte de los que optaron por el rechazo de la norma, quizás la más esperada por la ciudadanía, harta de la corrupción encaramada en los más altos cargos de gobierno y responsables de la debacle sin antecedentes de la otrora rica y poderosa Argentina.
Explicaciones espurias como las de Anabel Fernández Sagasti y cuyas palabras reproduzco a continuación, dan ejemplo claro de cómo tergiversando aviesamente el espíritu de la ley, es que en un acto de supremo y rastrero sometimiento a su mentora Cristina Fernández, y sin importarle en absoluto las consecuencias nefastas para la población, contribuyó con su negativa a abrirles la puerta de par en par a los delincuentes que en breve serán funcionarios.
He aquí las expresiones de la senadora:
La senadora nacional por Mendoza, Anabel Fernández Sagasti (Unión por la Patria) cuestionó con dureza el proyecto de ley de Ficha Limpia debido a que servirá para la "proscripción" electoral de Cristina Fernández de Kirchner.
La legisladora cercana a la expresidenta que "nos quieren vender un proyecto con la cara amable de la transparencia", pero consideró que es "inconstitucional y antidemocrático".
"El anti-peronismo tiene el tupé de denominar este proyecto ficha limpia, pero de limpio no tiene nada. Pero el tupé más grande es simplemente poner en un mismo nivel la limpieza a la proscripción", argumentó.
Fernández Sagasti disparó críticas al señalar que la norma, de aprobarse, "viola el principio de inocencia de la Constitución Nacional".
"Es electoral esto", sostuvo y remarcó que, a través del fallo Olariaga, "la Corte (Suprema) ha dicho que las causas se acaban cuando se acaban los recursos y la última instancia es la Corte. ¿Confiamos en la corte? No. Pero el principio de inocencia está claramente vulnerado", consideró"
De paso adviertan el concepto que a la funcionaria le merece la Corte, pero que yo sepa, nunca inició ninguna de las acciones legales pertinentes para juzgar la conducta de los integrantes de la misma, lo que de ser ciertas y fundadas sus dudas, de no denunciarlas valientemente se transforma en cómplice del más alto tribunal de la República.
Y es precisamente desde el Senado donde deben iniciarse las acciones que pongan en tela de juicio al mencionado tribunal.
Si tan puntillosa ha sido para juzgar y condenar a la Ley de Ficha Limpia, por qué no aplica la misma medida para juzgar y condenar a los Jueces a los que hace referencia.
Insisto, coincido plenamente con las palabras de De la Rosa para con los paradojalmente llamados misioneros, pero insisto en que los 38 votantes por el rechazo son de la misma laya, han dado el Salto Liberador y tras un disfraz de honestidad y purismo leguleyo se permiten hundir al país en las turbias aguas de la siempre presente y hoy autorizada corrupción.
"En cierta medida la corrupción es un asunto cultural y lo peor que le puede pasar a una sociedad es acostumbrarse a ella". Fernando Savater. Filósofo, maestro y escritor español (21de junio 1947).