¿Y si no vivimos todos 100 años? Mitos trampas y debates en la agenda de la nueva longevidad

En el mejor escenario predictivo, sólo un 10% de los bebés que nacen hoy llegarán a vivir 100 años o más. La mayoría debe contentarse con arribar el mejor estado físico y cognitivo al rango de 65-90 años. El debate sobre la longevidad extrema en las zonas azules.

Sebastian Campanario

"Estos son mis principios, si no le gustan....tengo otros", dijo una vez Groucho Marx. Con algunas tendencias en tecnología y avenidas de cambio en general sucede algo parecido: ni bien una conversación entra en velocidad y se acerca a su pico de entusiasmo, surge con fuerza una tribu de escépticos con argumentos convincentes para aguar la fiesta. Pasó con el mundo cripto, con la Web3, con la IA y está ocurriendo ahora con el debate sobre la longevidad extrema.

La semana pasada, mi amiga y lectora de Proxi Rebeca Hwang me envió en una hora tres mensajes sobre esta agenda. El primero, con una propuesta que le había llegado para asistir a  un summit en la costa Oeste de EEUU para actualizar esta temática, con charlas de los popes principales, empezando con Aubrey De Grey. El segundo mensaje era parecido a lo anterior pero con una venta de "experiencia inmersiva" en Cerdeña, uno de los sitios famosos en el mapa de las "zonas azules" (en unos párrafos volvemos sobre esto). Ya lo vimos en un Proxi anterior: se está desplegando a full la tendencia del "turismo de longevidad". El tercer mensaje fue esta nota del Wall Street Journal, muy interesante, con buenos argumentos anti-longevity hype.

No es la primera que se publica un artículo en esta línea, se ven cada vez más. El del WSJ tiene muro de pago así que les resumo lo más importante: al cuerpo humano puede haber llegado al límite de duración en vida, de acuerdo estudios de un experto en longevidad de la Universidad de Illinois Chicago, Jay Olshansky. "La biología favorece el crecer y reproducirnos, no vivir edades excesivas. El envejecimiento es un sistema complejo y todavía estamos lejos de poder entenderlo del todo", sostiene el experto, que relevó estadísticas etarias de decenas de países entre 1990 y 2020. De hecho, argumenta, la suba de la expectativa de vida a nivel global empezó a desacelerar, e inclusive se redujo durante la pandemia.

En el mejor escenario predictivo, sólo un 10% de los bebés que nacen hoy llegarán a vivir 100 años o más. La mayoría debe contentarse con arribar el mejor estado físico y cognitivo al rango de 65-90 años, sostiene.

Hace un par de meses escribí esta nota en La Nación hablando del tema. "Muchos entusiastas de la extensión de vida admiten que las cosas no vienen tan bien en este territorio. De hecho, a medida que hay más avances de nivel molecular, el ‘problema' de la muerte se vuelve más y más complicado", escribió dijo un periodista del MIT, Antonio Regalado. Consulté a mi máximo gurú en esta agenda, Marcelo Rinesi, y sostuvo que "el invierno alnti-longevidad" (por analogía con AI winter) es cierto, "pero tiene más que ver con estrategias de investigación más basadas en dinámicas moleculares (y ahí estoy de acuerdo que estamos lejos) y a ver si quedan ‘frutos al alcance de la mano' en ramas que ya están más que vaciadas (si el experto en anti-aging de los ricos dice que la mejor estrategia es la comida...) en vez de búsquedas centralizadas en aumentar efectos marginales."

Así cualquiera vive 100 años, no? 

Cuentan los historiadores de la Unión Soviética que Joseph Stalin era un fanático de los récords de longevidad, y también muy crédulo con las historias que le contaban en este sentido. Para congraciarse, era común que los gobernadores le llevaran a Moscú los casos del "Georgiano que vive a los 184 años" o de "la abuela Estonia que tiene 158 años".

Obviamente todo con documentación respaldatoria falsa, que se encargaban de mandar a fabricar los gobernadores para complacer a Stalin. En lo que hace a máximos de longevidad científicamente comprobados, el récord actual lo posee la ciudadana francesa Jeanne Calment, que falleció en 1997 a los 122 años y medio de edad, y para hombres el japonés Jiroemon Kimuda, quien falleció en Kioto en 2013 a los 116 años.

Pero la fascinación por la longevidad extrema es milenaria y atraviesa todas las culturas del planeta. Y no se detiene: la plataforma Netflix tiene entre sus documentales más vistos a "Vivir 100 años: los secretos de las zonas azules", una producción de cuatro episodios donde el escritor Dan Buettner recorre comunidades "donde la gente es feliz y vive por más tiempo". Aunque hoy hay más de cinco zonas, la serie se centra en Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Cerdeña (Italia), Nicoya (Costa Rica) y Loma Linda (California).

La denominación de "zonas azules" fue usada por primera vez en un artículo académico de demografía en el que se investigaba a los centenarios de Cerdeña en 2004. Posteriormente se fueron agregando comunidades que con ciertas características y prácticas locales dieron lugar a una cantidad estadísticamente significativa de casos de longevidad extrema.

Pero aún con las supuestas mediciones más precisas de la edad de la modernidad, las dudas persisten. En los últimos años, el actual jefe del departamento de Demografía de Oxford, el australiano Saul Newman, se dedicó a investigar con buen herramental econométrico los reclamos de longevidad de las zonas azules y se encontró con datos que no lo convencieron para nada.

En un paper que publicó en julio de 2019, Newman observó que los "Supercentenarios -personas de más de 110 años- están concentrados en lugares sin registros oficiales de nacimientos y baja expectativa de vida". En los Estados Unidos, el principal explicador estadístico de la concentración de supercentenarios no es ni la dieta mediterránea, ni la vida pausada ni las redes comunitarias: es la entrada en vigencia de registros estatales serios de nacimiento, que está asociada a una caída de más del 70% en los reclamos de longevidad extrema. En Italia, donde los registros son más uniformes, las edades altas son explicadas por variables como la pobreza extrema y la baja expectativa de vida promedio de ese lugar (algo muy raro).

Y con respecto a las "zonas azules" de Cerdeña, Okinawa e Icaria, Newman me contó para una nota en el diario que se corresponden con áreas de bajos ingresos, bajos niveles de alfabetismo, altos registros de crimen y baja expectativa de vida comparada con los promedios nacionales. "La pobreza relativa y la baja expectativa promedio de vida son predictores inesperados de centenarios y de supercentenarios, y por lo tanto respaldan la hipótesis de fraude y errores en la generación de registros confiables de longevidad", marca el demógrafo de Oxford.

Pongamos la lupa en el caso de Okinawa, famosa por la difusión de las ideas de moai (relaciones con amigos, familia y comunidad en general) y el ikigai (propósito en la vida). Newman resalta que Okinawa también rankea primero en consumo de cerveza y de personas que viven de planes sociales. También es el último lugar en Japón en consumo de vegetales y de pescado. "También venden que la gente es realmente feliz, cuando tienen uno de los niveles de depresión clínica más altos del país", dice el académico australiano.

Newman comenzó a interesarse por el tema hace años y su primer paso fue buscar en diarios historias de personas que decían tener más de 110 años. Encontró que sólo el 15% de ellas tenían registros de nacimiento oficiales confiables. ¿Qué razones puede haber para alterar las estadísticas de edad? Como en la historia de Stalin y los gobernadores, hay motivaciones por detrás e intereses económicos (turismo, suplementos dietarios, laboratorios, etc). Con algunas historias extremas y delirantes: en 2010 la policía encontró el cuerpo momificado de Sogen Kato, quien supuestamente era el hombre más viejo del país y había fallecido hacía 30 años. Su hija ocultó su muerte para poder seguir cobrando su pensión.

La propia dinámica de las noticias y del story telling

Esto de "Estos son mis principios, si no le gustan...tengo otros" es un resultado emergente de la propia dinámica de las noticias y del story telling del periodismo. Cuando estudié en TEA (no voy a decir hace cuántos años!), lo primero que te contaban es que "no es una noticia que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro". Traducido: lo que vale, en términos de títulos, es lo inusual, lo que va contra la corriente.

Recuerdo que una vez José Del Río, amigo, jefe de redacción de La Nación y lector de Proxi, me cargaba porque decía que yo había hecho "nacer (temáticamente), crecer, pastar en el prado, madurar y finalmente matar a los unicornios". Cuando salió este término que alude a empresas de más de mil millones de dólares de valuación escribí un montón de notas, pero el tema luego se convirtió en un lugar común, por lo cual debo haber hecho un artículo "matándolos", o destacando su burbuja e inconsistencias, o sugiriendo que se iban a ir todos al diablo, ya ni me acuerdo.

El fenómeno se profundiza por la dinámica en el mundo de las relaciones públicas: cuando un área o negocio se pone de moda, es una noticia; y luego estas empresas por ese jipeo suman inversores, tienen plata para estrategias de comunicación y salen fuerte a jugar en los medios. El problema es que ahí la noticia ya es vieja, y los periodistas estamos más en el juego de anticipar la pinchadura de burbuja, o por qué el fenómeno no es tan bueno como se decía.

Esto de buscar lo raro, extraño, poco común es un condimento esencial del buen relato, pero también un sesgo que no necesariamente se corresponde con los importante o relevante. En la vida real, cuando uno se saca las anteojeras de periodista, encuentra mucho valor en cosas que no necesariamente son originales. Brian Eno, productor y una de las personas más creativas del mundo, tiene una frase que me gusta mucho: "No le temas a los lugares comunes".


Sebastián Campanario en Proxi, exploramos lo próximo

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