Ya los convencimos (o chamuyamos), ahora hay que producir para sobrevivir y pagar

Convencer es una cosa y pagar es otra. Celebramos algo que para cualquier otro país es lógico y pensamos que está todo solucionado, cuando en realidad falta lo peor, lo más difícil y en un escenario que aún no sabemos cuánto daño dejará en el camino.

¿Hay que aplaudir? Bueno, si quieren sí. Consideremos que el representante de un país que ha caído en default casi una decena de veces logró convencer a un grupo de acreedores de que ahora sí va a pagar, es algo que -aunque venga de la Argentina- hay que aplaudir. Si hablamos vulgarmente, el chamuyo funcionó, creen que vamos a pagar, pero si queremos comenzar a cambiar la realidad de las últimas siete décadas, realmente tenemos que comenzar a producir para cumplir con lo que prometimos.

No es una tarea fácil, porque aunque parezca lejano el plazo para comenzar a pagar lo adeudado, en el contexto económico en que nos encontramos y con las cuarentenas destrozando los sectores productivos sin saber por cuánto tiempo más, se va a hacer poco el tiempo para recuperar lo perdido y generar las divisas extras que se van a necesitar para cumplir con los bonistas.

Una parte de ese cambio, aunque insistan en que no van a permitir ajustes, va a venir de la mano de la negociación con el Fondo Monetario Internacional por los US$44 mil millones que pidió Macri y, de paso, también conseguir financiamiento para lo que se viene con los mismos que siempre criticamos. El discurso de que el acuerdo con los bonistas permitirá destinar dinero a los argentinos que más lo necesitan es sólo eso, discurso. Lo real es que ese dinero no existe, no existió y lo que se está usando sigue siendo pura emisión, pero la maquinita ya no da para más.

Tanto en la Argentina como en Mendoza, tenemos que comenzar a definir de qué vamos a vivir, porque en las condiciones actuales el país va a seguir siendo inviable y la provincia se encamina a eso. En el Ejecutivo saben que la Mendoza que conocimos hasta marzo tenía problemas que ahora se van a multiplicar y las decisiones que se debían tomar a futuro, ahora se deben adelantar.

En Casa de Gobierno tienen claro que los recursos que se generan no van a sostener el crecimiento demográfico más allá de una década. Eso, además, se ve potenciado con lo que advirtió el Consejo Empresario Mendocino esta semana respecto a la presión que se ejerce sobre los privados por el crecimiento del Estado. Algo no anda bien y mientras más tiempo se tomen los administradores del Estado para cambiar el rumbo, más complicado será el panorama.

Según cifras difundidas por el periodista Ismael Bermúdez a mayo de 2020 el empleo privado registrado cayó un 7,1% respecto del mismo mes del año pasado, lo que significa que en Mendoza hubo 17.400 empleo en blanco menos, sin considerar lo que ha sucedido entre junio y julio. Además, aún rige el decreto que impide los despidos, por lo que el panorama será aún más color de hormiga.

Ese es sólo un indicador mínimo de lo que se está por venir, sin mencionar el alarmante informe de Unicef sobre la cantidad de niños pobres que va a tener la Argentina, y por ende Mendoza, cuando termine este año. Sin embargo, acá nuestros representantes políticos siguen con las discusiones políticas propias de un país sin problemas fundamentales como niños con hambre. Claro, los muchachos de la política que tienen tiempo para disputas las redes sociales cobran a fin de mes del "papá Estado" que todo lo provee para ellos, pero que mantiene postergados y sin oportunidades de desarrollo a millones de personas.

El país y la provincia tienen que cambiar, dar un golpe de timón, se necesitan inversiones, pero como muy bien dice el economista Claudio Zuchovicki, "la inversiones son confianza y la confianza no se decreta, no se impone". Por eso, aunque Alberto Fernández no lo considere necesario, sin un plan económico que pueda generar esa confianza, nadie va a venir a arriesgar su dinero a esta parte del mundo, menos si no existe seguridad jurídica. Argentina y Mendoza tienen que ser confiables, porque esa será la única forma para conseguir que alguien se interese en poner dinero en nuestra tierra y que comience a generar empleo real, algo que hace décadas no sucede.

Confianza es decir que le vamos a pagar a los bonistas y comenzar a generar las condiciones para poder pagar de verdad, cumplir con la palabra y empezar a hacer las cosas bien.

Sin embargo, no hemos aprendido nada en la pandemia porque el Gobierno sigue tratando al empresario como el enemigo y en el Congreso se aprueban proyectos como el del teletrabajo que está lleno de cuestiones que lejos de generar opciones de empleo, las van a disminuir.

Citando nuevamente a Zuchovicki, acaso los genios no se van a preguntar ni siquiera ahora que estamos contras las cuerdas "por qué la economía informal es mucho más grande que la formal" y van a seguir apretando la economía formal para que sigan yendo todos por afuera y -por ejemplo- no haya más trabajadores aportando al sistema jubilatoria, algo que -se paso- permitiría comenzar a bajar en parte el déficit fiscal. Sigamos tratando al empresario como el enemigo y agrandemos el Estado, seguro no llegamos a pagarle a nadie y seguiremos rompiendo récords de "defaulteo".

Del total de personas en edad productiva (unos 28 millones) el 46% (unos 13 millones) está en el sistema formal y el resto está por fuera, lo que quiere decir que no aporta. De los formales, el 30% son empleados públicos, con lo que queda que una fuerza laboral de siete millones de personas se hace cargo de 21 millones que son públicos o informales. De ahí que en medio de la cuarentena la situación haya explotado y haya desnudado la fragilidad de nuestro sistema económico.

El dólar dio una señal clara de que lo sucedido con los bonistas es sólo un parte del problema, y no es la más importante, porque después de desplomarse, el blue comenzó a recuperar y sigue muy lejos de la cotización oficial.

Guzmán ya recibió sus aplausos, pero ahora le toca la otra parte y veremos si el FMI es tan distinto al que era hace un año, como cree Fernández. A priori, es algo que es muy difícil de creer. Kulfas tiene que poner en marcha la máquina productora de la Argentina, fomentar las inversiones y generar las confianzas necesarias para tener otro país. Hoy somos inviables, generemos el escenario para que no sigamos siéndolo.

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