Murió Pepe Mujica a los 89 años

Exguerrillero, preso político, presidente y referente global de la austeridad. José "Pepe" Mujica falleció a los 89 años, dejando atrás una vida marcada por la lucha, la resiliencia y la coherencia. Su legado trasciende fronteras.

 José "Pepe" Mujica murió a los 89 años, tras enfrentar un cáncer de esófago. La noticia fue anunciada por el presidente uruguayo Yamandú Orsi, desde su cuenta de X, confirmando lo que ya se sabía desde hace unos días: el expresidente vivía sus últimos días. 

"Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo", informó Orsi.  

Mujica llamó de forma sorpresiva a una conferencia de prensa para anunciar él mismo que tenía cáncer de esófago, en abril del 2024. Después de eso vinieron 32 sesiones de radioterapia, la desaparición de los indicios del tumor y una dolorosa recuperación con varias internaciones por los problemas para alimentarse que sufrió el histórico dirigente de la izquierda.

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Pero luego llegó la noticia que sonó como definitiva. Otra vez él mismo, en enero de 2025 y en este caso en una entrevista con Búsqueda, informó que su cáncer había hecho metástasis y dejó un mensaje de despedida a la población. "Hasta acá llegué!, dijo, y pidió que lo dejaran tranquilo, que no le solicitaran más entrevistas.

Su vida política

El presidente más pobre del mundo, como se lo conocía a Mujica sabía que pertenecía a una generación que se despedía, pero también que la lucha debía continuar: así lo expresó en uno de sus últimos actos públicos, al hablar de su legado.

Medio siglo antes creyó que su historia terminaba: detenido por cuarta vez mientras iba en bicicleta, con una Uzi al hombro, una granada en el bolso y una botella de vino. Era 1972 y esa detención marcaría el inicio de su encierro más largo, de 13 años.

 Mujica estuvo 13 años preso en la cárcel de Punta Carretas

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"¡La puta madre que lo parió!", gritó con furia guerrillera cuando creyó que todo se acababa. Pero no. Volvió a la calle, a la política, y más tarde a los ómnibus, llevando carteles colgados al cuerpo. Aquel "hombre sándwich" se convertiría en uno de los presidentes más queridos del Uruguay.

Influenciado por la revolución cubana y las ideas de Mao, Mujica se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Participó en operativos, atentados, fugas cinematográficas y pasó por cárceles y túneles hasta que, con la vuelta de la democracia en 1985, fue amnistiado.

A partir de entonces, cambió las armas por las urnas. En 1994 fue electo diputado, en 2005 senador, y en 2010, presidente de la República. Desde la austera chacra de Rincón del Cerro -que jamás abandonó- se proyectó como símbolo de una política sin ostentación, sin corbata y con los pies en la tierra.

Fue recibido en la Casa Blanca por Barack Obama, fotografiado con Angela Merkel, y admirado por jóvenes de todo el mundo. Su célebre Fusca celeste, su lenguaje llano y su rechazo a los lujos lo convirtieron en una figura única.

Murió Pepe Mujica a los 89 años

Su vida fue también una historia de amor con Lucía Topolansky, compañera de ruta, exguerrillera y senadora. En una escena histórica, ella le tomó juramento presidencial en 2010, coronando un camino improbable para una pareja que había escapado por las cloacas en plena dictadura.

Hijo de inmigrantes vascos e italianos, nació en una familia de campo y vendió flores para ayudar a su madre. Poeta en su infancia, ciclista amateur, pasó por el anarquismo, el socialismo y el nacionalismo popular antes de convertirse en el dirigente que desafió a los poderosos, pero también aprendió a tender puentes.

Hasta sus últimos días participó activamente en política. En 2024, sorprendió al presentar una lista al Senado con la popular periodista Blanca Rodríguez. Y siempre se mantuvo entre los líderes más valorados del país.

"Estoy cansado, pero esto no para hasta que me lleven en un cajón", solía decir. Ese día llegó. Se va una figura irrepetible que, aunque nunca dejó de lado sus convicciones, supo evolucionar, reconciliar y sembrar una política con más humanidad.


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