El champán entra en crisis en Europa: "Es de fiesta y no están las cosas para fiestas"

Se calcula que se venderán menos de 200 millones de botellas, frente a los casi 300 millones del año pasado, lo que se traducirá en una caída de la facturación del 34 %, hasta los 3.300 millones de euros. Lejos del récord de 2009, cuando se facturaron más de 5.000 millones.

La venta de champán se desploma en Europa, aunque se registra una mutación hacia la compra directa (que no alcanza para salvar la temporada) y las bodegas se ven obligadas a bajar la producción. La pandemia también se coló en la bebida para los brindis y, según un informe publicado por El Economista, la situación se debe a que se trata de "una bebida de fiesta, y las cosas no están para fiestas". Le adjudica esta frase a un tal asegura Pierre, que está al frente una conocida tienda del más famoso espumoso del mundo en Épernay, el corazón de la Champaña.

Aunque los turistas no han dejado de viajar a esa región francesa, Pierre afirmó para quien le tomó nota en la prensa, "son menos, muchos menos que en otras temporadas y eso también se ha visto en su volumen de negocios". Una tendencia que concuerda con la caída de las ventas que registra el champán desde primeros de año.

En lo que va de año, el negocio del espumoso se ha desplomado un tercio. La pandemia cerró bares y restaurantes de todo el mundo, una de las salidas tradicionales del champán.

La crisis financiera de 2008 tuvo un impacto mucho más limitado y se saldó con una caída de la facturación del 5 %. "Entonces, muchos tenían algo que celebrar", bromeó Pierre.

En la región aún creen en una recuperación. "Los próximos años nos dirán si el champán sigue invitando a soñar. Lo espero porque el espíritu de la Champaña es hacer productos de buena calidad, consumirlos con buen humor y celebrar. Siempre habrá cosas que celebrar", afirmó Étienne Goutorbe. Este joven representa a la tercera generación de productores independientes de un espumoso que lleva su apellido y que este año recortará sus ventas en 40.000 de las 180.000 botellas que comercializaron el año pasado (un 22 % menos).

A diferencia de las grandes marcas, que tienen bien engrasados sus canales de distribución entre supermercados, bares, restaurantes y aeropuertos, los pequeños han tenido que labrarse su propia clientela de particulares a base de ferias y salones.

Ahora, todo ese trabajo ha dado sus frutos, "porque el confinamiento era un buen momento para descorchar un champán, en casa, en familia", sostuvo Goutorbe.

Estos pequeños productores han subido incluso un poco sus ventas con respecto a 2019, en contraste con las grandes firmas, que sufren un desplome. LVMH, la gran casa del lujo que lidera el sector con marcas como Moët&Chandon, Krug, Dom Pérignon o Veuve Clicquot, ha visto caer sus ventas un 30 % en el primer semestre.

Aunque queda el grueso de la campaña, con la vista puesta en el final de año, cuando tradicionalmente se vende casi la mitad del espumoso, las perspectivas no son buenas.

Se calcula que se venderán menos de 200 millones de botellas, frente a los casi 300 millones del año pasado, lo que se traducirá en una caída de la facturación del 34 %, hasta los 3.300 millones de euros. Lejos del récord de 2009, cuando se facturaron más de 5.000 millones.

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