A 35 años de la Conadep

El comentario editorial de Alfredo Leuco en su blog "Le doy mi palabra", además parte de su programa en Radio Mitre.

Conadep de acá. Conadep de allá. En estos últimos años, por lo menos en dos ocasiones se apeló como propuesta a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas para hacer planteos de carácter político.

Una fue luminosa y lamento que no se haya concretado. La hizo Ernesto Sanz, el ex senador mendocino y ex presidente del radicalismo. Habló de la Conadep de la Corrupción. Fue una iniciativa brillante que apoyé fervorosamente.

La otra propuesta fue oscura y autoritaria y espero que no se concrete. La hizo el cómico kirchnerista Dady Brieva. Propuso una Conadep del periodismo. Es un manotazo autoritario que ataca la libertad de prensa y por eso la critico duramente.

Una planteó que una comisión de notables pluralistas, de argentinos honrados que tengan una trayectoria ética intachable, junten información sobre la mega corrupción de estado y aporten su trabajo a la justicia. El objetivo era evitar impunidad para los ladrones de estado y los crímenes de lesa indignidad que cometieron. Era una forma de facilitar las declaraciones y los testimonios. Muchas veces, la gente, no se animaba a ir a los tribunales a hacer sus denuncias y a contar todo lo que sabían del plan sistemático y de la asociación ilícita que comandaron Néstor y Cristina.

La otra, que fue apoyada por Mempo Giardinelli y por Gisella Marziotta por unas horas hasta que se arrepintió mediante un comunicado, apunta a vigilar y sancionar a los periodistas que escriban u opinen algo que no les guste a la banda de Cristina. Tiene un claro propósito intimidatorio y pretende estigmatizar a los periodistas como enemigos del pueblo y traidores a la patria. Un verdadero despropósito con impronta stalinista, nacional populista o chavista.

Pero muchos jóvenes no conocen lo que fue la verdadera Conadep, la original. Y muchas personas mayores, no lo tienen muy presente. En estos días se cumplieron 35 años y me parece que amerita revisitar aquella epopeya republicana encabezada por el presidente Raúl Alfonsín.

La comisión fue presidida por Ernesto Sábato, uno de los grandes escritores argentinos que tuvo la responsabilidad de escribir el prólogo del informe que produjo la Conadep que se publicó como un libro titulado "Nunca Más. El día que le entregaron sus conclusiones al presidente Alfonsín, la Plaza de Mayo se transformó en una asamblea ciudadana multitudinaria que tal vez, fue a ratificar lo que Graciela Fernández Meijide llamó "El pacto del 83". Lo firmamos todos los argentinos para que nunca más se utilizara la violencia armada para dirimir cuestiones políticas. Ese fue el compromiso histórico más allá de la salvajada de Horacio Gonzalez que desde el cristinismo propuso la provocación de "revisar la historia y valorar positivamente la guerrilla de los 70".

Aquél contrato tácito, aquella demostración de amor y fidelidad eterna hacia la República entre el pueblo y el gobierno, ocurrió un 20 de setiembre de 1984. Es decir que hace una semana se cumplieron 35 años de aquella primavera democrática.

Cada fuerza política movilizada apelaba a sus propias consignas, pero había en el aire un consenso generalizado de repudio para siempre a todo tipo de golpe de estado y a todo tipo de insurrección y foquismo criminal. Rivales o adversarios políticos se abrazaban por haber logrado la base de desarrollo, la plataforma, los cimientos de un país mejor y más igualitario que inexorablemente pasa por la democracia republicana. Se prometieron seguir siendo adversarios y nunca más enemigos.

Fue un momento único en la historia argentina. Era la apuesta a la vida, a la paz y a la luz para salir de ese túnel oscuro y tenebroso del terrorismo de estado y los crímenes de lesa humanidad.

Alfonsín había tomado una de las decisiones más corajudas de la historia. No por venganza. Sabía que no se podía edificar el nuevo país sobre la base de la impunidad. La secuencia fue extraordinaria e inédita en el mundo: Conadep, Nunca Más y Juicio a las Juntas Militares.

El peronismo oficial y conservador de Italo Luder había propuesto apoyar la ley de autoamnistía que habían perpetrado los militares en retirada. El justicialismo oficial y conservador resolvió orgánicamente que ninguno de sus hombres participara de esa comisión. Fue el momento cumbre de la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Le aclaro que los uniformados fascistas y en la mayoría de los casos, manchados de sangre, todavía tenían poder de fuego. Los fusiles estaban acechantes. La batalla todavía no había sido ganada pese al amplio triunfo radical en las urnas.

Alfonsín supo interpretar la demanda de la historia. Sabía que era necesaria la verdad para llevar adelante los juicios y condenas correspondientes.

Hubo una realidad: como si esto fuera poco, el peronismo en su versión menemista utilizó los indultos para muchos de los asesinos y en su versión kirchnerista, humilló al presidente Alfonsín de dos maneras. Primero, en el acto en la ESMA, donde había funcionado uno de los peores campos de concentración. Néstor Kirchner pidió perdón en nombre del estado por no haber hecho nada a favor de los derechos humanos. Fue una media verdad. Kirchner, mientras fue intendente y gobernador no hizo nada. Todo lo contrario se opuso a varias iniciativas y no permitió ni una misa los 24 de marzo y jamás ayudó a los organismos de derechos humanos a realizar sus reclamos y homenajes en Santa Cruz. Estaba muy ocupado acumulando dinero y propiedades por el camino de la usura, se acercó a los militares durante Malvinas y su hermana, la actual gobernadora Alicia Kirchner, fue funcionaria de aquella dictadura.

Y como si esto fuera poco, Néstor quiso sobreactuar y cometió la herejía y la falta de respeto hacia la historia y modificó el prólogo del Nunca Más. Quiso quitarle peso a la acusación de Ernesto Sábato sobre el rol nefasto y funcional a la dictadura que tuvieron los Montoneros y el Erp que mantuvieron sus atentados y sus bombas durante la democracia y los gobiernos democráticos de Cámpora y Perón.

Aquella Conadep fue integrada por verdaderos próceres a los que nunca terminaremos de agradecer su valentía y lucidez. Dos de sus integrantes, mujeres extraordinarias, las tenemos muy cerca. Nuestra querida compañera Magdalena Ruiz Guiñazú y Graciela Fernández Meijide. Todos los días aprendemos algo de ellas. Recuerdo que René Favaloro estuvo en un principio pero después renunció. Estaban entre otros Gregorio Klimovsky, uno de los mayores especialistas en epistemiología, matemático y filósofo, Hilario Fernández Long, maestro e ingeniero, decano de la facultad de ingeniería que llegó a ser rector de la UBA, el pastor evangélico Carlos Gattinoni, el rabino Marshall Meyer, el obispo Jaime de Nevares y Daniel Salvador actual vice gobernador de María Eugenia Vidal, entre otros.

En su discurso, Ernesto Sábato recordó parte de su prólogo y habló de la justicia y el combate contra la impunidad para buscar la verdad histórica. Lo hizo con este párrafo: "únicamente así podremos estar seguros de que nunca más en nuestra patria se repetirán los hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado".

Y en el comienzo hizo una radiografía de esa Comisión que le tocó presidir: "No fue instituía para juzgar, pues para eso están los jueces institucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de 50 mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje".

Eso fue la Conadep. Los peronistas no participaron en ninguna de sus instancias. No deberían usar su nombre en vano. Y mucho menos para perseguir periodistas.

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