Argentina, cada día más lejos de solucionar sus problemas estructurales

Acercar posiciones es la única forma que existe para que las soluciones a los problemas estructurales se concreten, principalmente porque son procesos que requieren tiempo. Esta semana se confirmó que no hay esperanza de que eso suceda en la Argentina en el corto o mediano plazo.

Resignación, ese debe ser el sentimiento de muchos argentinos que no son actores activos de la grieta. Lo que claramente nos está mostrando la campaña electoral y las acciones de los dos sectores políticos mayoritarios, es que no están dadas las condiciones para que se solucionen los problemas estructurales que tiene la Argentina.

La clave para poder cambiar el rumbo complejo del país es, sin lugar a dudas, el consenso y los acuerdos transversales que permitan generar políticas de Estado. Políticas que encaminen al país hacia el aprovechamiento de su potencial y el orden necesario para, por ejemplo, controlar la inflación y comenzar a bajar la pobreza estructural.

Hoy es imposible que los dos sectores con mayor representación en el poder político lleguen a los acuerdos necesarios, pero no porque yo lo piense, sino porque los hechos lo demuestran.

De un lado dicen que se deben ganar muchas elecciones para asegurar que haya 20 años de gobierno de ese sector y con mayorías absolutas en el Congreso, para implementar un modelo que tenga a los pobres en el poder y sin darle opciones a la oposición. 

Del otro laso, en tanto, piden los votos para quitarle el poder que hoy tienen los de la vereda opuesta. Sin embargo, mientras tanto juegan a la política y hacen esperar a un grupo de trabajadores que esperan por una ley que los favorece. Los hacen esperar para no dar dejar ninguna puerta abierta para un avance electoral del contrincante, como si la solución que ellos necesitan fuera un tema menor en comparación con la pelea política en campaña.

Lo peor de todo, es que esta semana ese sector demostró que tampoco es una alternativa de solución, porque no salen del esquema de la política centrado únicamente en ganar elecciones y sumar poder. No son alternativa real porque caen en el mismo juego, con distintos tonos, pero con las misma estrategias viciadas y con el mismo fin.

Acá no estamos pensando en un Argentina hacia el 2030 o 2050, estamos mirando sólo hasta noviembre y al 2023, porque lo importante son los votos. Ningún sector quiere pagar costos políticos por nada, lo que nos deja claro que no habrá decisiones necesarias, porque no hay procesos correctivos que no generen algún tipo de dolor.

No hay ningún país que haya logrado resolver sus problemas estructurales en democracia sin acuerdos, porque son los consensos los que aseguran que las políticas se mantengan en el tiempo, más allá de los cambios en la conducción que pueda tener el país.

Hoy, ni oficialismo ni oposición están esa sintonía, lo que significa que la Argentina seguirá cómo un barco a la deriva aplicando soluciones parche, con alta inflación y una pobreza estructural que se mantiene ahí cubierta y olvidada, como si fuera un problema secundario.

No tenemos opciones, los estadistas no aparecen de la noche a la mañana, se forman y van creciendo de la mano de sectores dispuestos al diálogo y a tomar decisiones sin pensar en perder una elección. Hoy somos lo que somos, tenemos lo que tenemos y, lamentablemente, nos debemos preparar para un escenario como el actual que se va a prolongar en el tiempo, si es que no se pone peor en el futuro.

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