Argentina, un barco a la deriva

El economista Pablo Salvador analiza la situación generada por la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el contexto político, económico y social que rodea a este hecho.

Pablo Salvador

Argentina es un barco sin rumbo y a parte de nuestra dirigencia política y sindical parece no importarle. No les importa si la economía va de mal en peor -aunque el Presidente diga que tenemos una "crisis de crecimiento"-, no les importa si la pobreza afecta al 40% de la población -o al 60% en el caso de niños de 0 a 14 años -, no les importa si nuestros productores no cuentan con gasoil para poder producir, no les importa si los salarios no alcanzan para cubrir las canastas básicas, no les importa chicanear a los dirigentes de la vereda de enfrente con temas que ellos mismos no están siendo capaces de resolver. Tampoco les importa salir a contradecir a los miembros de su propia coalición, o incluso a someter a fuego amigo al propio Presidente o al ahora exministro de Economía, Martín Guzmán.  

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Es justamente la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía el último hecho que demuestra que algunos funcionarios parecen estar viviendo en otro país. Mientras esto sucedía, una parte del Gabinete, liderado por la Vicepresidenta, festejaba en un acto totalmente ajeno a lo que estaba sucediendo. Al mismo tiempo, algunos dirigentes populares "exigían" al Presidente tres consensos totalmente fuera de lugar para la realidad que está viviendo nuestro país.

No es una novedad que la agenda política de este Gobierno está totalmente disociada de los problemas o reclamos de la sociedad. Sólo les preocupa su bienestar, su salario, su jubilación, su libertad, su salud, sus vacaciones en el exterior. El oficialismo está más preocupado por demostrar quién capitanea este Titanic que por proponer políticas que definitivamente nos saquen del rumbo que nos lleva al iceberg. Por otra parte, algunos sectores de la oposición están más preocupados por las candidaturas que por proponer medidas concretas si llegasen a ser Gobierno en 2023.

Muchos se llenan la boca diciendo que hay que superar la grieta, que debemos dejarla atrás y apostar por la unidad, cuando son estos mismos dirigentes quienes la fomentan y la agrandan. Lo hacen al hablarle a su electorado, en lugar de hablarle a la población en su conjunto. Lo hacen al esgrimir datos falsos para justificar lo injustificable. Lo hacen al implementar una y otra vez políticas que ya fracasaron, y que no nos llevarán a buen puerto. Apuestan al discurso para la propia militancia, para la tribuna y con esto no hacen más que dividir a la Argentina. Lamentablemente, todo esto no hace más que deteriorar unas instituciones de por sí ya muy debilitadas. Pero a ellos no les importa no porque naveguen en otro barco, sino porque ellos viajan en primera clase. 

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Mientras tanto, la mayor parte de los argentinos siguen trabajando y poniendo el hombro para dejar un país mejor a las futuras generaciones, a nuestros jóvenes. A esos jóvenes que hoy han empezado a buscar nuevos horizontes.

Irónicamente, muchos de estos dirigentes les piden a esos jóvenes que no se vayan, que se queden para construir un país entre todos. Pero, ¿cómo hacemos para convencerlos que Argentina vale la pena? ¿Qué les decimos para que se queden a luchar por un país mejor? ¿Qué les ofrece nuestro país a esos jóvenes?

Argentina ya no es aquel país que supo ser un ejemplo, el que figura en numerosos manuales de economía como modelo de país próspero entre finales de 1800 y principios de 1900. Con indicadores que lo ubicaban por encima de países como Alemania, Francia e Italia e incluso a la par de Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Hoy, Argentina es considerada como modelo de una economía en decadencia, de un país que no supo aprovechar aquellas condiciones de prosperidad.

La economía argentina sólo creció en 29 de los últimos 50 años; el PBI per cápita está en niveles de 2007; no se crea empleo registrado en el sector privado desde el año 2011; la tasa de desempleo es cercana a los dos dígitos; transitamos el decimoctavo año con inflación de dos dígitos; y ocupamos las primeras posiciones entre los países con mayor carga impositiva. Asimismo, nos hemos familiarizado con conceptos como cesación de pagos (default), bicicleta financiera (carry trade), devaluación, riesgo país, entre muchos otros. Lo peor, hemos aprendido a convivir con lo que significan. Argentina ofrece a esos jóvenes un presente difícil y un futuro demasiado incierto. Apenas los invita a viajar en tercera clase.  

¿Qué hubiera pasado si Guzmán renunciaba un día hábil?

No olvidemos que el 62% de los pasajeros que viajaban en primera clase del Titanic sobrevivió al naufragio. De aquellos que viajaban en tercera clase, sólo el 26%.

EL AUTOR. Pablo F. Salvador. Economista.

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