El barrio de McLuhan: Gran Unimev

Carlos Varela Álvarez y sus historias mínimas. Aquí, una radiografía histórica del barrio Unimev, atravesado por su propia historia personal y familiar.

Carlos Varela Álvarez

Vivo en un departamento de Mendoza, que se llama Guaymallén. Dentro de ese lugar hay distintos distritos. Uno de ellos es Villa Nueva y dentro de ése varios barrios. Uno de ellos es el Unimev, que tuve que consultar en la red que significaba porque ya no me acordaba (Unión Intersindical Mendocina para la Vivienda). 

Elijo ese lugar porque tengo memorias de lugares distintos donde viví en la zona de Villa Nueva y siempre el Unimev para mí fue la referencia. En los fines de los 70 vivíamos con mis padres y hermanos en el Barrio Alimentación, y la casa la obtuvo mi viejo por el IPV (Instituto Provincial de la Vivienda) que hizo al menos hasta esa época muy buenas casas. Vivíamos en la calle Santa Rosa 1945, hoy un consultorio odontológico. Nuestra casa, he vivido en muchas, era muy insulsa, y tenía hasta el patio con baldosas en vez de tierra, y la verdad nunca hicimos vida allí. 

Era para nosotros muy lejos del centro, con escasos ómnibus que pasaban cada muerte de obispo, como se decía antes y la vuelta era peor. 

Cerca de casa había un balneario, el Aquapark, privado, que íbamos con mis escasos amigos y hermanos a ver cuerpos femeninos en algún verano con poca suerte. Hoy está allí un Shopping (La Barraca). 

Luego volví a fines de los 80 casado con Nora a un barrio también del IPV con un nombre que tampoco me gustaba "Los Cogollos" que es un conjunto horrible de monoblocks pero que Nora le puso todo el gusto en la decoración y la verdad que por dentro era muy lindo. 

Allí nacieron Jeremías y Josué, y pasamos los primeros años profesionales. Vivieron también varios amigos que por distintas razones llegaron a Mendoza; Francois de Francia, Esteban de España y Lito de Chile. Y como tres años, Hugo, uno que se accidentó en auto viniendo tomado y que lo echaron de la casa. La paciencia de Nora ha sido infinita... Nuestra primera mascota la tuvimos allí; una perrita que un día torrencial de lluvia la encontramos en la calle, como era viernes le pusimos Fredag, pero pasó a Frida y nos acompañó muchos años. Teníamos para andar una Siambretta TV 175, roja y blanca, original, como la moto de Perón, que cuando se paraba había que sacar las chapas y frotar los filtros. Hasta allí llegaban mis conocimientos. 

Dos vecinos o amigos surgieron allí para siempre: Don Tito, que vivía en frente y que fue el jardinero de siempre hasta que se mudó de barrio, una de las personas más maravillosas que conocí por su simpleza y bondad. El otro, Alberto, el peluquero que hasta hoy nos acompaña en las costumbres de cortes de pelo a toda la familia, porque su esposa Susy tiene la parte de femenina. Su negocio está en la calle Pedro Vargas en el corazón del Unimev. 

En esa segunda etapa, no había shoppings en los alrededores, la plaza principal de tierra, y la calle Estrada también. Ahí conocimos las crisis de Alfonsín (plan austral) y el ajuste brutal del menemismo (planes Erman y cia) y asistimos a las privatizaciones de todo lo nacional, emblemas como YPF y los trenes, por decir algunos. 

La crisis mexicana combinada con la rusa, nos pilló cambiándonos de casa, a la calle Gutiérrez, a un callejón, frente al Club de Campo, que cuando vivía en la calle Santa Rosa era viñedo y el Club Alemán algo lejanísimo, hoy a la vuelta de la esquina. Nada había enfrente de ese club hoy repleto de casas y pequeños negocios y el Club de Campo levantó la pared más larga de Mendoza, 4.5 kilómetros de cemento y ladrillos que reemplazaron los separadores verdes. Nació frente a nosotros la primera ciudad medieval al amparo de municipios, leyes sobre paisajes y audiencias públicas innecesarias. 

También llegó Lautaro el último integrante familiar. En el Unimev había videos, como el que atendía Raúl un entendido exquisito de cine o un mercadito que aún atiende Don Juan que es un apasionado de organizar fútbol infantil porque no tenemos espacios públicos para ellos. Allí compro el diario de papel, en el kiosko de Oscar, que ya no lo atiende o las flores sabatinas para Nora, hoy impedido de hacer. 

Está la zapatería que arregla nuestros neumáticos peatonales atendida por un chilenito hincha de river, que siempre está con olor a neopren, por eso le digo que no sabe lo que elige como equipo. También por esa calle, cerca de la policía, nos atiende la Dra Betty, la médica de los etcéteras siempre lista y dispuesta. Al fondo de la calle Houssay está la tintorería que nos limpia trajes y cosas de cama y que se alegra cuando nos ve porque son trabajos que van para la historia y en diagonal a ella, la heladería Maihló, para mí los mejores que he probado. 

En la calle Azcuénaga y Gutiérrez se puso una panadería de exquisiteces difícil de resistir y compite con varias de por aquí. Son los nuevos emprendimientos que le han ido cambiando la cara al barrio. A pocas cuadras vive mi primo Daniel un sanjuanino de pura cepa, que con sus ansiedades siempre nos hace reír, a su familia poco, pero que es un entrañable amigo y del buen comer. Tenemos un gran parque público para caminar o andar en bicicleta y hasta una feria importante, aunque las verduras y frutas se las compramos a la Shirley y el Mario en la calle Lamadrid. 

Mi barrio ha ido cambiando en los años, también allí pasamos la crisis del 2001 y aquí estamos con la de ahora. Se fueron las calles de tierra y las fincas, el verde que dominaba las casas, aparecieron las rejas y las alarmas, ladran más los perros, no hay más videos y los dueños fueron reemplazados por los delivery. 

Hay ahora dos shoppings que por el momento son museos y que tienen cines con salas vacías. 

La aldea se ha ido transformando, se han ido amigos a otros barrios, o se han marchado fuera de Mendoza, somos más numerosos y menos conocidos, pero el Unimev, esa iniciativa de barrios sindicales, mantiene aún la mística del buen día y el hasta luego. 

Es un lugar que cada vez que viajé lo extrañé, me considero parte de su inventario, conozco los nombres de sus calles, varios vecinos, compro ahí, y saber que estoy aquí, dentro del mismo, no me hace extrañar otros lugares. 

Siento el aire liviano de las mañanas y busco recordar las caras de mis conocidos y los olores y sabores de los negocios, me sumerjo en los recuerdos de caminatas de mano tomada y sin tiempo. 

Cambian los paisajes y los años, las estaciones, pero mientras haya vecinos del buen día y dueños conocidos, habrá aquí en el Unimev, un lugar para disfrutar de la aldea, a pesar de crisis y encierros. 

McLuhan, fue quien dijo que "el medio es el mensaje" y sostuvo que la civilización (aldea global) era equiparable a la cultura de la escritura. Leo que dividió la historia en cuatro fases: Agrícola, Mecánica, Eléctrica (medios de comunicación) y Tecnológica (la etapa de mayor relevancia en su investigación). 

Precisamente por ello es que muchos le atribuyen el descubrimiento de la era de internet. Ahora bien, la nueva intelectualidad deberá explicar esta nueva aldea que campea entre lo medieval y el control social, entre el nuevo Estado que asoma y repensar lo institucional, porque la gracia del barrio es precisamente su interacción, su intercambio, sus medios, sus equipos, el sentido de pertenencia y progreso. 

Podemos decir alegremente que somos ciudadanos del mundo, pero sólo podemos serlo cuando nuestro origen parte de un colectivo menor. En mi caso, elijo este pequeño hormiguero de conciudadanos para integrarme al mundo, sólo desde aquí veo el mar y las montañas, a pesar de las crisis, a pesar del todo.

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