La historia real de un niño y un perro

Una emocionante historia que trae a cuento el Dr. Lucio Cicchitti.

Lucio Cicchitti

Julián, de 10 años, tenía como mayor anhelo en su vida tener un perro que fuese su compañero, su amigo, su todo y de igual modo, para su perro.

Cada vez que veía uno por la calle, se detenía a acariciarlo y hablarle. Pero todos tenían dueño.

A los 6 años, debieron amputarle una pierna por un osteosarcoma maligno en el Hospital Humberto Notti, con el objetivo de salvarle la vida.

Con las prótesis modernas, llevaba una vida que podría denominarse como "casi normal". Una imperceptible cojera, nada más, pero no podía hacer ningún deporte de su edad: fútbol, basquet, rugby, natación, atletismo ,etc.

Era muy feliz. Hijo ideal, alumno ejemplar y tímido.

Muy querido y protegido por todos sus compañeros, que disimulaban su defecto y eran solidarios.

Todos los días caminaba tres cuadras de ida y tres de vuelta, para ir y volver de la escuela.

Siempre con una sonrisa pero con un dejo triste: no tenía su perro.

Un día, vio en la vidriera de una veterinaria a un grupo de cachorros muy hermosos y juguetones.

Todos los días se paraba un largo rato, al ir y al volver de la escuela, a mirarlos y desearlos.

En una ocasión, se armó de coraje y entró.

Preguntó: 

- Señor ¿a esos cachorros los vende?

- Sí, para eso están.

- ¿Cuánto cuestan?

- $ 100.000.

- ¿Por qué tanto?

- Son puros, de raza. Tienen papeles. Están vacunados y desparasitados.

Se despidió. "Muchas gracias", dijo, , se fue cabizbajo.

Su padre le daba todas las semanas $ 1.500 para que se comprase un sandwich en la escuela, golosinas, para ir al cine a veces, gaseosas, etc.

Él gastaba lo menos posible. Ahorraba casi todo para comprar su perro.

Así, llevaba mucho tiempo en pos de su ilusión.

Meditó muchísimo y pasó noches de insomnio para cumplir su sueño.

Se animó y fue a la veterinaria. Dijo:

- Señor, acá están todos mis ahorros. Son apenas $ 20.000, pero yo doy mi palabra de que cuando mi padre me dé el dinero, se lo traigo todas las semanas hasta saldar la deuda.

Sonrió el veterinario. "Trato hecho". Le acarició la cabeza y le dijo: "Elegilo vos, el que más te guste".

Todos le saltaban, juguetones y alegres.

Se dirigió al fondo y vio un cachorro echado, de mirada dulcísima, que lo lamió de inmediato.

- Quiero ese y se llamará Tom.

- Imposible querido. Ese perro nació con una luxación de cadera. Jamás podrá correr, saltar, hacer piruetas. Solo caminar y dormir a tu lado. Nada más. No te lo venderé.

Julian, en silencio, se levantó el pantalón, le mostró la prótesis y no dijo más nada.

El veterinario, con lágrimas en los ojos, le dijo:

- Llevatelo.

- ¿Cuánto le debo?

- Nada. Ese cachorro no lo puedo vender. Te lo regalo.

Julián se enojó mucho:

- ¡ Si sus hermanos valen 100.000, él también los vale! ¿O porque sea minusválido vale menos? Yo le pagaré los 100.000 pesos, como tratamos. Ya le entrego 20.000 y luego, cuotas de 1.500 pesos que me da mi padre todas las semanas.

Julián es hoy ingeniero principal de la NASA y Tom lo acompañó hasta recibirse.

Nunca vi a un niño-adolescente-adulto tan felices juntos, él y Tom.

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