Más periodismo, menos algoritmo
A la bajada de la espuma por los festejos del "Día Del Periodista", también cabe reflexionar sobre qué tipo de periodistas y medios queremos para una sociedad madura.
El descrédito a una profesión tan noble, por malas prácticas y poco apego a los datos, no ha hecho más que hacer descender al periodismo desde su cuarto escalón de poder. ¿Y si volvemos a las bases?
Noble, pero ingrato. Así es el periodismo. Sin más vueltas y como cada año, luego de brindis y ágapes por el "Día del Periodista", a los que abrazamos la profesión nos obliga a hacer un repaso y autocrítica sobre el rumbo de la actividad, con riesgos latentes y cada vez más altos de extinción y con una competencia directa al ritmo de los "influencers".
Periodismo con respirador artificial
El periodista promedio, no descansa. No vive bien, no duerme bien y con suerte, herencias o una formación adicional a la comunicación social, logra satisfacer sus necesidades económicas básicas. El periodismo, es un subgénero del pobrismo pero romantizado. Al final de la cuenta, aunque pobres, los buenos periodistas se dedican a contar buenas historias, respaldadas con datos.
También es cierto que desde hace un tiempo a esta parte, la sensación es que pocos leen esas buenas historias. El periodismo que siempre quiso influir, por torpeza o por direccionar esas historias con espurios intereses, terminó por perder credibilidad y cederle el lugar a los "influencers".
Las sociedades modernas pasaron de ser influidas, con el periodismo oficiando de cuarto poder y muchas veces árbitro, a seguir tendencias al calor de las redes sociales. No es culpa de las redes tampoco. Donde antes se elegía un diario en papel, ahora predomina scrollear todo el día para ver videos de noticias, infografías animadas o simplemente videos virales de gatos, perros o hasta bloopers. Las redes sociales son adictivas, los medios tradicionales, no.
Sin embargo, los intentos del periodismo por ser parte del ecosistema digital, en algunos casos lo ha hecho descender hasta el límite con la locura. Los hechos noticiosos, pasaron a ser escandolsamente tendenciosos y aún peor, se volvieron operaciones de prensa multiplicadas en sitios oficiales, a partir de videos trucados por la Inteligencia Artificial.
Los hechos ya no son verdaderos por estar en un medio, sino porque alguien los vio en Instagram o "X".
Está claro que ni todo el pasado fue brillante, ni todo el futuro será peor. Siempre se está a tiempo de cambiar y el periodismo y los periodistas que lo ejercen, todavía tiene (tenemos) la posibilidad de ser ejercido de una mejor manera. Honesta, sencilla y con mayor apego a los datos duros que a métricas de terceros.
Por momentos, en la lógica de una redacción, uno puede tener la sensación de que las historias o textos que se escriben, son escritos realmente para Google y no tanto para lectores o audiencias. Se escribe para lograr mayor posicionamiento y por ende, subsistir con monetizaciones. El negocio cambió y funciona así. Reconocerlo y adaptarse también es crecer desde la honestidad.
El periodista promedio es pobre, porque la actividad en sí misma se volvió deficitaria. La gran pregunta para el futuro es ¿Cuánto más le queda a la profesión? ¿Se extinguirá finalmente? ¿Encontrará un camino humano y podrá renacer ?
Una muestra de esto tal vez fue el mal llamado "periodismo militante", que no fue más que el blanqueo y una vía rápida para pertenecer o parecer de una clase o facción (política/económica) como forma de supervivencia económica. El resultado, fue el desprestigio también a la profesión.
La convivencia diaria con este tipo de dilema, es la que también en muchos casos termina por desalentar a los que ejercen tempranamente la profesión. No hay que olvidar que la carrera de comunicación, al menos desde lo formal, demanda 4 o 5 años de estudio.
¿Cuánto cambia el mundo en un lustro y cuánto de lo aprendido en ese lapso se echa por tierra al pisar una redacción? La base de la formación periodística, también ha quedado al borde de la obsolescencia.
Los medios y los periodistas, dejaron de ser elegidos por sus audiencias o lectores y tal vez el futuro y la supervivencia de la actividad se juega en cómo volver a conquistarlos. El negocio debería volver a jugarse en la cancha de los datos, de la realidad estricta y no en la cancha piojosa de los recortes interesados, ni tampoco maquillando limitaciones de un gobierno o exagerando virtudes de un mediocre político de turno.
El debate sobre qué periodismo queremos y qué periodistas formamos los que pisamos una redacción o un estudio de radio, no puede demorar más tiempo. Por mientras, la "objetividad" pasó a ser reemplazada por "Trending Topics" y queda por verse si al ChatGPT terminará por brindar más respuestas a problemas diarios, que lo que puede hacer una redacción dotada por 20 periodistas.
El periodismo aún está vivo. Sólo debe recuperar su brillo y humanidad para volver a ejercer como Cuarto Poder. Más periodismo y menos algoritmos ¿Será tanto pedir?