Energía: Soplan fuertes vientos de cambio

Nuestro país es uno de los firmantes del Acuerdo de Paris, y ha presentado ambiciosos objetivos de reducción de gases de efecto invernadero al 2030 en su Contribución Nacional Determinada (NDC 2020). La transición energética en la consideración de Gerardo Rabinovich.

Gerardo Rabinovich

Durante el presente año ha comenzado a tomar fuerza en la opinión publica el término "transición energética". Algunos informes de instituciones de alto prestigio, como la Agencia Internacional de Energía, o el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, nos dicen que nuestra sociedad no está haciendo los esfuerzos suficientes para limitar el incremento de la temperatura media global del planeta por debajo de 1, 5º C hacia fines del presente siglo respecto de las temperaturas preindustriales (siglo XIX). Los últimos registros indican un incremento de 1, 1º C, con el agravante que la mayor parte de este crecimiento se registra a partir de los años 60 del pasado siglo, es decir que la aceleración ha sido notable. 

Con el ritmo actual de emisiones, la ventana del 1, 5º C se alcanzaría en poco menos de diez años, y de no realizar acciones expeditivas y urgentes las transformaciones en los ecosistemas serian en muchos casos irreversibles y los daños enormes. 

Hasta aquí, lo que nos dice la ciencia. Sin embargo, la opinión publica ha comenzado a percibir el problema, quizás como consecuencia del fenómeno global de la pandemia que puso en alerta a la sociedad respecto a acontecimientos de carácter global que se escapan de control y que son causantes de gran sufrimiento. 

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Una de las cuestiones que plantean los científicos es que estas alteraciones climáticas producen eventos meteorológicos cada vez más violentos y frecuentes. Y este año, desde China hasta la costa oeste de Estados Unidos hemos visto como estos eventos se desencadenan como la memoria no recuerda anteriormente: incendios, olas de frio polar, olas de calor extremo, inundaciones, huracanes en prácticamente todo el hemisferio norte han azotado a los indefensos habitantes de distintos países que perdieron casas, trabajo, bienes y lo que es peor de todo, vidas. 

La pandemia ha generado una sensibilidad especial frente a estos eventos y la sociedad comienza a tomar conciencia y hablar de la transición energética. ¿En qué consiste esta transición? En sustituir la quema de combustibles fósiles, por fuentes de producción de energía no emisoras de gases de efecto invernadero. Ello implica la desaparición del carbón, de casi tres cuartas partes de la industria petrolera y de la mitad aproximadamente de la industria gasífera. 

¿Es posible semejante transformación? Para responder a esta pregunta tenemos tres clases de exponentes: 

a) los que creen en la ciencia y en la potencialidad de la humanidad en superar los problemas (nosotros entramos en esta categoría); 

b) los negacionistas, para quienes son teorías conspirativas (el ex presidente Trump se destaca entre ellos) y 

c) los escépticos, quienes creen que el proceso está en marcha pero las velocidades son mucho más lentas, y que por lo tanto las industrias condenadas a desaparecer todavía pueden seguir jugando un papel determinante (los encontramos entre los más lúcidos exponentes de la industria petrolera).

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¿Las tecnologías están disponibles? Indudablemente la respuesta a esta pregunta es positiva, sin embargo algunos argumentan que los costos de pasar a estas tecnologías serian insoportables para la sociedad, como si los costos de los desastres climáticos fueran aceptables. 

¿Cómo está la Argentina en este contexto? Nuestro país es uno de los firmantes del Acuerdo de Paris, y ha presentado ambiciosos objetivos de reducción de gases de efecto invernadero al 2030 en su Contribución Nacional Determinada (NDC 2020). 

Más aun, el presidente comprometió que Argentina será carbono neutral en 2050. Como cumplir con estos objetivos, en una economía descalabrada, ¿con subsidios insostenibles? 

Cualquier observador se da cuenta que la falta de consistencia hace dudar sobre la seriedad de las posiciones argentinas en las negociaciones internacionales. 

El intento de promoción industrial de la industria de hidrocarburos, la nueva ley de biocombustibles con la reducción obligatoria de los cortes, el subsidio al consumo de gas natural en las "zonas frías", entre otras, son todas acciones concretas que van en contra de los objetivos comprometidos. 

La presentación de la ley de Presupuestos 2022 ratifica el rumbo equivocado. Sin embargo, ello se contrasta con otras señales si se quiere más débiles, pero no por ello menos importantes, como los intentos de impulsar la electromovilidad, o la capacidad, experiencia y antecedentes de nuestros técnicos y científicos en dominar la tecnología del hidrógeno. 

Nuestra industria que sobrevive a las tormentas económicas se esfuerza por estar en la punta del desarrollo tecnológico, un ejemplo lo tenemos en lo que respecta a la medición inteligente y la gestión de la demanda sobre las redes eléctricas. 

Los vientos de cambio en el mundo soplan cada vez con mayor fuerza. Esta vez no se trata de un pequeño grupo de intelectuales y científicos que alertan sobre un peligro no muy cercano, sino las sociedades que perciben que ese peligro se aproxima a una velocidad inusitada. 

Si no entendemos que la dirección del futuro apunta hacia esos objetivos, entonces nuestro país con su posición ambigua quedará cada vez mas relegado en la revolución tecnológica y económica que se está gestando y no podremos salir de la pobreza y el atraso en el que hoy estamos sumergidos. 

La consolidación de planes de largo plazo para el desarrollo de tecnologías, como la nuclear, las energías renovables, la electrónica inteligente aplicada a la gestión de la demanda y de los consumos energéticos, debidamente coordinados con la macroeconomía, y transversales sectorialmente alcanzando los usos energéticos en el transporte, la vivienda y el agro es la que dará consistencia a nuestros compromisos y progreso y protección a nuestra sociedad.

EL AUTOR. Gerardo Rabinovich. Comentario editorial de la revista Proyecto Energético del Instituto Argentino de Energía Gral. Mosconi. Ingeniero Industrial, Universidad de Buenos Aires (UBA), Master of Sciences Economía de la Energia, Institut d'Economie et Politiques de l' Energie, Universidad de Ciencias Sociales de Grenoble Francia. Especialización en Planeamiento Energético COPPE, Universidad Federal de Rio de Janeiro. Vicepresidente segundo del Instituto Argentino de la Energía "General Mosconi". Director de la Revista Proyecto Energético. Asesor de la Comisión de Energía, Minería y Combustibles del Senado de la Nación, República Argentina. Secretario Académico de la Asociación Latinoamericana de Economistas de Energía (ALADEE). Es Director de la Diplomatura de Economía de la Energía y Planificación Energética del Instituto Argentino de la Energía "General Mosconi" y del Consejo Profesional deIngenieros Mecánicos y electricistas. Profesor de la Maestría de Gestión de la Energía de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA) y de la Maestría de Energía de la Universidad Nacional de Cuyo. Desde 2008 participa de trabajos de investigación y consultoría en la Fundación Torcuato Di Tella, como especialista en el sector energético, recursos naturales, energías renovables y eficiencia energética. Se desempeña como consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y ha trabajado en el último año como consultor del sistema Naciones Unidas, en Bolivia para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y en Costa Rica para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Director Empresa Mendocina de Energía (EMESA).

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