Encuestas truchas, otra estafa piramidal en busca de políticos "en celo"

Hay que saber diferenciar una verdadera industria que surge en "temporada de celo electoral" para los políticos: los que ofrecen mostrarlos como ganadores con encuestas tergiversadas, de modo tal de entrar en discusión.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Las encuestas sobre posicionamiento político reales, realizadas efectivamente y con muestreos diseñados en forma científica, pueden fallar por muchos motivos. Eso no es lo deseado, pero no está mal ni es lo buscado por quienes las realizan. Pende sobre ellas, siempre -y basta para chequearlo repasar las recientes elecciones en varios países vecinos- un efecto "Granizo", por la película que enfoca el error en la Meteorología.

Pero hay otras acciones a las que se les llama "encuestas" y que utilizan el formato de una habitual, pero fallan deliberada e intencionalmente. Representan una estafa para la ciudadanía, porque son elaboradas a propósito, para instalar o degradar a algún candidato. Basta ajustarlas, otorgarles un sello y conseguir -sobre todo- dos cosas centrales: quién las pague y quiénes las difundan, como si se tratara de un inocente producto científico, cuando lo es solo de laboratorio y su resultados, falsos, directamente.

Estas últimas desprestigian el trabajo de quienes realizan estudios con seriedad y dedicación, pero de ninguna manera pueden compararse a unas con otras, por más que los desprevenidos puedan no distinguirlo a simple vista.

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En principio, las encuestadoras "de verdad" realizan seguimientos de largo plazo y no "se largan a la pileta" en pretemporada electoral, como ocurre con las fake.

Los que quieren difundir datos falsos para colarse en la conversación mediática sobre candidaturas e intentar incidir en las respuestas de la gente en las encuestas "de verdad", deben conseguir doble cantidad de recursos porque saben que lo que están haciendo no está bien: tienen que pagarle al que se presta a las maniobras y a los medios (que se dejen utilizar) para que las mezclen en un mar de datos, con tal que pasen como una más de las "verdaderas" en el montón.

Y aunque "la verdad siempre triunfa", también es cierto que la mentira hace su daño, ya que una vez que se echan a circular los datos en una sociedad distraída y preocupada por múltiples problemáticas, es difícil parar los efectos ya desencadenados.

Los truchos lo saben y festejan su impunidad. De hecho, con los casos conocidos en Mendoza, result increíble observar cómo, a lo largo de dos décadas, los mismos hagan las mismas tropelías y consigan los fondos para hacerlo, aun cuando algunos de quienes los contuvieron hayan salido de circulación política y caído, como en el caso del exintendente de Guaymallén, en prisión.

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Falta algo, además del despabilamiento ciudadano para estar más atentos a este tipo de estafas, y debería -probablemente- pasar por un pacto de la Academia o los sectores más responsables de la institucionalidad y la política para frenar la continuidad de las operaciones que se disfrazan de consultas de opinión.

Por ahora, con los políticos como "en celo" y buscando instintivamente aparearse, mejor resguardarse, señalándolos a ellos y también a quienes los envuelven en la fantasía onírica de que ganarán haciendo trampa

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